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Llegamos a Havre Saint Pierre y falta poco para pasar a Natashquan; me siguen causando mucha gracia ciertos nombres de los estados o pueblos canadienses, aunque bueno, honestamente USA no se quedaba atrás con nombres en español que no hacían mucho sentido.

Suspiro y miro el espejo lateral, echándole un vistazo a la camioneta que viene detrás de nosotros, puedo ver la cabellera rubia de Francesca que viene en silencio y con la mirada perdida en el frente; se le nota preocupada, pareciera que va a llorar en cualquier momento, luego, veo a Jennie que ha abierto uno de los libros que tomé de la casa de Jisoo cuando comenzamos con el viaje, está inmersa en 'La Guerra de los Mundos' y a ratos la escucho soltar un sonido de asombro o la veo lamerse el dedo para pasar de página.

Fuera de eso no hemos dicho nada, ni siquiera el radio ha sonado, nadie ha tenido mucho por decir y es que no es para menos, tenemos el corazón acelerado aún, sentimos que nos persiguen, aunque en realidad no he visto más coches que los de nosotros y tampoco hemos escuchado disparos.

Hemos visto cadáveres, cosa a la que ya nos habíamos desacostumbrado, qué decir del olor que, con las lluvias y el sol, arrecia. No es un escenario tan desolador como otros que pasamos camino a Alaska y camino acá, pero nunca es lindo ver en lo que se ha convertido el mundo por un error de laboratorio.

Si me hubieran contado algo como esto hace medio año me hubiera reído mucho; claro que leí sobre nuevos desarrollos virales como otra versión del AH1N1, o que la deep web tiene (tenía) documentación en la que se explica que Estados Unidos fue el autor del virus del SIDA. Pero ¿Zombies? Sí, y por eso aquí estamos, manejando por la costa de Quebec, rumbo a Harrington Harbour.

Con suerte encontraremos un medio de transporte que nos lleve a la isla, así que vamos aguzando la vista a los puertos para poder identificar un ferry o un bote lo suficientemente grande como para transportar las camionetas.

Hay a la orilla del mar varias (muchas) cabezas que nos miran con los ojos rojos, son lentos, pareciera que apenas y atinan a saber que estamos ahí, pero ya he dicho que debemos de ser muy precavidos; así que asumir que no van a correr sería un error gravísimo.

-No puedo creer que nunca haya leído este libro-. Por fin se rompe el silencio.

-Yo no lo he leído-. Respondo sin quitar la mirada del camino y examinando más allá de nuestra distancia, me pone nerviosa ver que la masa de entes se hace más densa a lo lejos.

-Tú que devoras libros como si nada... no lo puedo creer-. Trago saliva, intento poner atención a lo que me dice Jennie, pero me pongo cada vez más nerviosa.

-Espera-. Le digo amablemente para que guarde silencio, necesito pensar y si me habla me es difícil.

Voltea hacia dónde está mi mirada y se lleva las manos al pecho.

-Santo dios, Lisa-.

-Lo sé-. Me quito los lentes de sol y me limpio el sudor del puente de la nariz, luego tomo el radio y hablo.

- ¿Están viendo lo que yo? -. Pongo intermitentes, así anuncio que bajaré la velocidad del vehículo.

-Lo vemos Lisa, será mejor que busquemos a dónde orillarnos para discutir lo que tenemos que hacer-. No sé si es la voz de Anthony o de Roger, la verdad es que hablan increíblemente parecido..

Bajo un poco más la velocidad y finalmente a quinientos metros veo un lugar que se usa para mirador; hago el volante a la derecha y me estaciono. Al bajar estiro la espalda y los brazos, de modo que en seguida me truenan los hombros y unas cuantas vértebras.

Quiero preguntar por las chicas y por mera preocupación y seguridad también, camino a mitad de la carretera y voy hasta la orilla de la bajada para ver si seguimos nuestro camino solos. No quisiera tener que llevarme la sorpresa de que los que molestaron a las chicas vienen también tras nosotros.

El Amor En Tiempos Del Fin MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora