Capítulo 7.

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―¿Estás segura, amor?

―Sabes que siempre ha sido así. Joseph me lo pide, es mi mejor amigo, debo acompañarlo.

Juliana sabía que Valentina era como la mano derecha de Joseph en los negocios de la compañía. Mientras su hermano era llamado el Monstruo de los negocios, Valentina era esa parte que le ayudaba en las decisiones difíciles y sostenía a Joseph cuando las cosas iban mal. Eran un gran equipo y Juliana lo sabía.

―Tienes razón, lo sé amor. ―Dejó un beso en sus labios y terminó de hacerle el nudo de la corbata con un último movimiento.

Juliana siempre la ayudaba a alistarse por las mañanas cuando debían ir al trabajo.

―Gracias. ―Dijo Valentina mirando el rostro preocupado de su esposa. ―Juliana, te prometo que no será más de una semana. Es solo un viaje de negocios, será rápido, ¿Sí? Además, es solo una vez al año. ―Acarició su mejilla como se le hacía costumbre.

―Sí, amor, pero aun así... nunca habías estado afuera tanto tiempo. ―La abrazó pegando su mejilla al torso de la ojiazul. ―Sé que estarás bien al lado de Joseph, él es muy bueno, te quiere mucho y tienen muy buena seguridad.

―¿Entonces de qué se trata? ―Respiró el olor refrescante del cabello de la morena y rodeó su cintura con cariño.

―Me dejarás sola con los niños, y sabes que no tenemos la mejor relación.

―Tranquila, los gemelos te quieren mucho. Adrián y Denisse son adolescentes, pasan mucho tiempo en sus habitaciones, y tú estarás en el trabajo. ¿Por qué te preocupas?

―Hm... ―alzó el rostro y se miraron. ―Sí, tienes razón... no creo que nada malo pase si no estás unos cuántos días.

Juliana pasaba la mayoría de su tiempo libre junto a Valentina. Para actividades como ver alguna película, serie, pero ningún programa porque no les gustaban. Preparar la comida juntas, leer en su habitación cada quién por separado un par de libros y sin duda alguna, amaban dar sus pequeños paseos por las tardes cuando tenían tiempo, y de vez en cuando sacaban también a los niños.

Ambas estaban felices con eso, y no era dependencia, porque Juliana también gusta de salir con Eva y sus colegas a beber, y Valentina gusta de pasar tiempo con Joseph discutiendo de política y cosas absurdas con un par de bebidas sin alcohol a la mano.

―Aun así, hablaré con ellos antes de irme para que sepan que tú estarás al mando, y deben obedecerte... aunque sea difícil que ellos obedezcan algo. ―Apretó su agarre con cuidado y plantó un beso en su frente. ―Pero también necesito que tú te portes bien, o te castigaré, ¿Entendiste?

Juliana se separó de ella entre risas contagiando a su esposa. ―Ah, que original eres Valentina. ―Dijo con sarcasmo.

Se dio media vuelta para verse en el espejo de cuerpo completo que venía incluido en el gran armario de la habitación.

―Lo digo enserio. ―Dijo mientras se colocaba los zapatos.

―Sí, claro, amor. ―Le sacó la lengua traviesamente. ―¿Me traseras algo de Canadá, verdad? ―Valentina rápidamente asintió sin negarlo, no podía decirle no. ―Ahora apresúrate o llegaremos tarde.

Valentina la miró confundida. Juliana pensó «Otra vez se le olvidó...»

―¡Los niños! ¡No los desperté!

La pelinegra bostezó viendo como su esposa salía corriendo de la habitación y pronto a sus pasos se le sumaron otros dos que seguramente eran los gemelos listos para empezar su día. Poco después se le sumaron dos pares muy perezosos, eran Adrián y Denisse.

―¡Mamá, llegaremos tarde otra vez! ¡No nos despertaste!

―Silencio jovencita y ayúdame a alistar a tus hermanos.

Bostezó nuevamente, no era algo nuevo que las mañanas sean apresuradas. Los días siempre eran apresurados, divertidos y ruidosos con los Carvajal.

Contrario a que le moleste, le gustaba. No se sentía sola a pesar de todo.

―¡Sebastián, tienes los zapatos al revés! ¡Te vas a caer, hijo!

Se aplicó su loción favorita y salió de la habitación.

...

―¿Estás segura? Podría ir con alguien más.

Retiró sus lentes de lectura y separó su mirada del documento entre sus manos. Valentina al otro lado de oficina lo miró y sonrió divertida.

―¿Como quién? Vamos, Joseph, sabes que somos un equipo.

―Sí, lo sé, pero dejar a Juliana sola con tus hijos... ―alargó un tanto la frase, obteniendo la atención de Valentina. ―No digo que sean unos pequeños demonios, pero es exactamente lo que estoy diciendo.

Valentina se mostró ofendida y se levantó para caminar hasta el escritorio de su jefa y se sentó en este.

―Criar a cuatro niños sola no ha sido nada fácil... son un poco caprichosos y pareciera que tratan de molestar a Juliana, pero sé que sólo necesitan tiempo, Joseph. Ellos pronto se acostumbrarán. ―Habló con calma.

―No hablo de que sean traviesos, si no de que sean... ya sabes.

―No, no entiendo, Joseph.

Joseph suspiró colocándose los lentes y revisando la hoja entre sus grandes manos.

―De todas formas, Juliana nunca ha cuidado de nadie más que de Lana en toda su vida, no creo que sea tarea fácil cuidar a cuatro demonios por una semana completa. Y lo sabes. ―La miró un momento.

Valentina exhaló para luego mirar a su amigo. ―Lo sé, deja de atormentarme, confío en Juliana y sus capacidades, por eso le confío a mis hijos.

―Ya, ya, está bien, pero veamos el lado bueno, podremos tener esa charla en nuestro viaje a Canadá, y créeme, no te saldrás de esta. ―Le apuntó entrecerrando los ojos, mirándola.

La ojiazul de lentes resopló. ―¿Otro sermón de cómo vivir mi vida?

Joseph negó. ―Un sermón para que se te reorganicé el cerebro...

El tono que empleó inquietó a Valentina porque sabía a qué se refería.

―En fin... ¿Qué tienes ahí? ―Señaló con el mentón el documento entre las manos de Joseph.

―Ah, estoy evaluando a un nuevo modelo para la publicidad de este año. Pienso en contratarlo, es realmente muy bien parecido.

Valentina recibió el documento que Joseph le pasó. Y parpadeó un momento mirando la foto que venía unida por un clip al documento.

―Vaya, realmente tienes buen ojo para estas cosas. Contrátalo.

Joseph sonrió. ―Lo sé, me contactaré en cuándo volvamos de Canadá, ahora no tengo cabeza para eso.

Antes de que Valentina diga nada, la puerta fue tocada.

―¡Pase!

―Joseph ya conseguí los boletos, es para hoy a las diez de la noche. ―La cabeza de su hermanita menor adoptiva se asomó por la puerta.

―Perfecto, gracias, Juli.

Valentina vio la dulce sonrisa de la morena antes de retirarse, y suspiró.

¿Qué podría salir mal si dejaba sola a Juliana con sus cuatro hijos toda una semana?

Cenizas De Un Amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora