Capítulo 1.

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La puerta es abierta descubriendo a Juliana y Valentina en el pórtico de la gran casa blanca.

―¡Oh, pero si ya están aquí! ¡Niños, niños ya llegó su mamá! ―Exclamó la mujer. Pisadas se escucharon acercándose.

Con maletas en mano y recién llegadas de su luna de miel, las apenas esposas se miraron cómplices y asintieron con una sonrisa hacia la mujer mayor.

Juliana fue rodeada por los brazos delicados de la mujer y luego fue turno de Valentina, a quien abrazó con más fuerza. ―Hija, ¡estás tan bronceada! ―Negó divertida viendo el rostro de su, en realidad, sobrina. Solo que de cariño y por los años que la crio, suele referirse a Valentina como hija. ―Pasen, vamos, hace frío allá afuera.

Juliana con sus ojos marrones escaneó el interior de la casa dónde su, ahora, esposa y cuatro hijastros viven.

Ella ha cenado ahí muchas veces a lo largo de los tres años que ha durado su relación con la dueña de esta casa, Valentina.

Su amada Valentina.

―¡Mamá, mamá, volviste!

―¡Ya era hora, mamá!

Juliana observó dos pequeños seres, casi idénticos, acercarse emocionados hacia ellas. Eran los gemelos, los más jóvenes de la familia Carvajal con seis años de edad. Sebastián y Alejandro.

Valentina dejó caer las maletas que llevaba en las manos y extendió sus brazos hacia sus hijos que Juliana puede jurar, son la copia exacta de Valentina.

―¿Obedecieron a la abuela? ―Dejó besos en las caras de sus hijos provocando muecas de disgusto en la cara de Sebastián y risas en Alejandro. Juliana veía todo de lado, con una sonrisa enternecida. ―¿Se portaron bien, mis bebés?

Era increíble lo cariñosa que Valentina era con sus hijos. A Juliana le gustaba verla interactuar con sus hijos porque le transmitía ese sentimiento de familia que ella nunca pudo experimentar. Además, Valentina no era cariñosa con ella, muy pocas veces lo era por ello le gustaba tanto esa faceta suya con sus hijos.

La mayor suele ser de poco tacto y escaso de palabras dulces, pero era muy atenta hacia ella y hacía todo lo que Juliana le pedía sin, peros. La cuidaba si sufría de sus ataques de pánico o recurrentes pesadillas, y bromeaba junto a ella cada que podía, a pesar de su expresión seria y carácter difícil.

Para Juliana, Valentina era perfecta.

―¡Ven a darle un beso a tu mamá, Denisse!

Juliana volvió a la realidad y soltó una pequeña risa cuando vio a la mencionada rodar los ojos, pero formar una sonrisa divertida en sus ojos y aún con el celular en mano, abrazar a Valentina, quién ya no sostenía a los gemelos. Ellos estaban a unos metros peleando entre ellos por algo, y era tierno porque Juliana notó los pijamas que usaban. Alejandro llevaba una de Iron Man y Sebastián una del Capitán América.

―Me alegra que hayas vuelto, fue una semana de pesadilla. ―Bromeó Denisse.

Ella era la segunda hija mayor de Valentina. Denisse Carvajal de quince años y gran parecido a su madre. Porque sí, Juliana había conocido a Abigail antes de su muerte. Fue una mujer pequeña de estatura, muy hermosa y de cabello negro como la noche. Denisse era su copia exacta si no fuera porque tiene el cabello de Valentina, rubio y corto.

―Hola, Denisse, ¿Nuevo corte? ―Juliana se atrevió a saludarle con su pequeña mano agitándose suavemente a su dirección. Denisse dirigió sus ojos a ella y le sonrió un tanto forzada, asintiendo con respeto hacia la pregunta.

―Hola... Sí, me lo corté ayer. ―Y sin más se dio media vuelta para quedar al lado de su abuela. La pelinegra mordió su lengua para no decir nada más.

―¿Dónde está tu hermano? ―Le preguntó Valentina a Denisse y ella sólo se alzó de brazos, volviendo la atención a su celular. Valentina hizo una mueca, imaginándose por qué no se presentaba a recibirlas su hijo mayor.

―Tranquila, sabes cómo es. ―La anciana mujer posó una mano en el hombro de Valentina, calmándola.

―Sí... ―Miró de reojo a Juliana y asintió hacia la mujer, dejando el tema de su hijo de lado.

―Vamos a darnos un baño y bajaremos para la cena. ―Avisó la mujer mayor luego de unos momentos. Volvió a tomar sus maletas y Juliana la siguió. ―No tardaremos mucho.

―Claro que sí, debió ser un viaje largo. ―Asintió la anciana mujer. ―Vayan, vayan.

―Vamos, Juliana. ―Valentina le dedicó una pequeña sonrisa para avanzar hacia las escaleras. Juliana siguiéndola detrás.

¡Niños, pongan la mesa! Se escuchó detrás suyo y las quejas de los gemelos. La pelinegra sonrió.

La puerta de su nuevo dormitorio se abrió y con ilusión Juliana pasó detrás de Valentina, imitando sus acciones. Dejó las metas sobre la cama y ambas se empezaron a desvestir para, entre coqueteos por parte de la menor y risitas por parte de Valentina, llegar a la ducha.

―¿Como es que eres tan hermosa? ―Le sonríe coqueta la menor, con el agua mojando sus negros cabellos, y sus manos esparciendo el shampoo por los cabellos de la ojiazul.

Valentina sólo se deja mimar en su cabello, mirando a la pequeña y enseñándole una tierna sonrisa.

Juliana finalmente plantó un beso en la mejilla de la otra y lavaron sus cuerpos. Salieron de la ducha para vestirse en silencio. Bajaron agarradas de las manos, e ingresaron al comedor donde la familia ya estaba cenando.

Toman asiento. Juliana en medio de la anciana mujer y Valentina. Todos platicando entre ellos, excepto Juliana que se dedicaba a su plato de comida y a degustarlo.

Mirando de reojo se percata que el hijo mayor de Valentina ya estaba ahí.

Adrián de dieciséis años de edad, tan parecido a Valentina en su forma de ser, muy pocas veces ha logrado cruzar palabras con él por su personalidad reservada y fría. Es alto, rubio y de ojos azules.

Se atreve a saludarlo agitando su pequeña mano, pero el saludo no es devuelto y la mirada fría que le dedica la incómoda. Y sintiéndose de repente cohibida al sentirse como una extraña, agachó la cabeza mientras el chico giraba su cabeza y empezaba una pequeña discusión con los gemelos.

Valentina toma su mano por debajo de la mesa al notarla extraña y le dedica una mirada y un apretón para luego seguir platicando con Denisse.

Juliana sabiendo que nadie le toma atención sonríe un poco, manteniendo su positividad. Se relaja y piensa que todo es tan sólo temporal, que todo mejorará.

«Siempre quise tener mi propia familia, y ahora que la tengo es perfecto.»

¿Realmente lo es?

«Sólo necesitan tiempo. »

Cenizas De Un Amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora