Nuestros últimos días.

1.8K 192 10
                                    

Valentina ha vuelto a casa.

No es como la última vez, es diferente.

Para empezar, está cansada e irritada, mucho más que la última vez que fue a un viaje de negocios pues el viaje fue corto, pero muy movido. Como vicepresidenta de la empresa tuvo que ser partícipe de reuniones de largas horas junto a Joseph.

Segundo, al llegar a casa no fue recibida con una escena familiar reconfortante. No. Fue recibida por Lana y los gemelos sonrientes, pero Juliana lucía aburrida; Denisse y Adrián se veían tensos e incómodos, apartados de la familia.

―Bienvenida ―se acerca su esposa para dejar un pico en sus labios fingiendo una sonrisa.

―Juliana... ―dice tomando en brazos a Alejandro.

Sebastián corre tras Lana hacia el comedor, los chicos detrás quedando solo los tres en la entrada.

La mira preocupada. ―¿Estás bien?

Ella suspira. ―Sí, solo no dormí bien, pero no es nada ―miente ―vamos a comer. ―Sonríe un poco tomando a Alejandro en sus propios brazos, caminando hacia el comedor.

Valentina arquea una ceja confundida, quedándose parada en la entrada sin entender realmente la extraña vibra en su familia. Suspira masajeando su cuello.

Algo no está bien, lo puede sentir, pero lo ignora por ahora, porque realmente necesita comer algo e ir a la cama para descansar, necesita descansar.

Va al comedor con su familia que ya la espera y cenan en silencio excepto por los gemelos que parloteaban de algún dibujo animado. Juliana en su mundo y los adolescentes por su lado.

Conoce a su familia más que nadie en el mundo, algo definitivamente no está bien.

El silencio no es usual en la casa de los Carvajal.

Más pronto de lo que cree termina la cena familiar, todos se levantan para ir a sus habitaciones. Ella lleva a los gemelos a su cuarto y los arropa entre juegos, aunque su espalda la esté matando. Luego se dirige a su propia habitación, y antes de abrir la puerta Juliana lo hace.

Tiene su caja de telas y moldes en sus manos.

―¿No es muy tarde para ordenar tus telas? ―Pregunta confundida.

Juliana niega. ―Iré al estudio, arreglaré unos pantalones rotos que tengo ―alza sus hombros y pasa de largo, sin antes dejar un beso en su mejilla ―buenas noches, no me esperes.

Valentina la ve irse por el pasadizo hasta bajar las escaleras y perderse de su vista.

Su corazón le dice por milésima vez que algo no está bien.

Ingresa a su habitación, se quita los zapatos, quedando solo en ropa interior y sin más se acuesta en su cama. Respira hondo para finalmente quedarse dormida.

―¿Qué estás haciendo?

Abre los ojos y parpadea para acostumbrarse a la luz del sol.

¿Qué haces con nuestros hijos?

Voltea a todos lados encontrándose con un laberinto, no hay salida. Son paredes de cemento con el sol ardiente en lo más alto.

Quiere levantarse, pero no puede.

Algo le impide moverse para salir de ese laberinto que le sofoca. Y esa voz sigue hablando, le sigue reclamando.

Te dije que seas feliz... ¿lo eres?

Quiere gritar, pero no puede.

Una figura femenina, de vestido blanco y velo de flores. La mira a tan solo metros, con unos ojos tristes, decepcionados.

Cenizas De Un Amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora