Capítulo 3.

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Juliana giró soltando una risa nerviosa. ―Hola, Adrián.

―¿Qué haces? ―Señaló el vestido en las manos de Juliana y está también miró sus manos y formó una mueca de disconformidad.

―¿Aún conservan sus prendas...?

―Eso no debería importarte, y deja eso dónde estaba. ―Pronunció demandante, cruzado de brazos y con una mirada fría.

Juliana iba a protestar por esa actitud, pero fue interrumpida.

―Permiso.

El adolescente se agachó a su lado, con delicadeza ponía las prendas dentro del baúl. Su mirada parecía nostálgica y a Juliana se le movió el corazón con empatía hacia el claro dolor del menor hacia su difunta madre. No podía enojarse con él.

Porque Juliana sabe lo que se siente.

Adrián... ―Puso su mano en el hombro del chico.

―No me toques.

Cuando terminó se levantó quitando la mano de la morena de su hombro, y Juliana se levantó luego. ―Está bien, Adrián, mira, lo siento, ¿Sí?

No podía evitar sentirse mal. Quizás abusó la privacidad de Valentina y de su familia, pero ella le había dicho que lo suyo ahora era de ambas, y pensó por un momento que podía tener la libertad de curiosear un poco.

Quizás fue su error... pero no lo era, porqué ella no tuvo ninguna mala intención.

―No lo vuelvas a hacer. ―Demandó.

―Está bien, pero no tenía malas intenciones, enserio.

―Solo no vuelvas a curiosear en ese baúl, ¿Sí? Porque eso no te incumbe. ―Cerró el baúl, cerró la puerta del armario y se dio media vuelta. ―Agradece que no lo vio mamá.

«¿A qué se refería? »

...

―¿Me das un abrazo?

Valentina giró su rostro hasta el de su pequeña esposa a su lado, quien sostenía su brazo en busca de calor y pegando su mejilla a su hombro, viéndose muy bonita. Sonrió tan sólo un poco, se quitó sus lentes y cerró el libro que leía, dejando ambos objetos en la mesita de noche.

―Por supuesto. ―Pronunció mientras se estiraba para apagar la lámpara y al fin rodear con sus brazos a Juliana bajo las sábanas. ―¿Mejor?

La pelinegra asintió. ―Sí. ―Se apegó más a ella. ―Yo... quería saber si...

―Te escucho.

―Hm... ¿Adrián y Denisse me odian, verdad? Seguro los gemelos tampoco me quieren, pero ellos no son tan fríos y no me ignoran y ... no sé.

Valentina se despegó de ella y se apoyó en su antebrazo derecho para poder ver mejor a Juliana, y acarició su mejilla dedicándole una mirada comprensiva. ―Ellos son adolescentes, son jóvenes, necesitan paciencia, pero estoy segura de que pronto cambiarán de parecer.

«Entonces afirmas que me odian.»

―Sí... Tienes razón. ―Se soltó de Valentina y se echó de espaldas al colchón.

―Descuida. ―Se agachó y plantó un casto beso en su frente.

Ah... Mañana volvemos al trabajo. ―Soltó luego de un bostezo. ―Qué rápido se pasaron las vacaciones con la boda y la luna de miel.

Valentina asintió, viéndola ponerse costada, y apresar sus manos entre su tierno cachete y la almohada.

―Ya quiero ver a Eva, la extraño mucho. ―Abrió sus ojitos marrones y le sonrió tan sólo un poco. ―Y tú verás a Joseph.

Juliana era dulce. Muy dulce. Valentina lo sabía de antemano.

Recuerda todas las veces que la consoló cuando lloraba por la muerte de su esposa, fumando y sin consuelo en algún rincón.

Recuerda que llevan cinco años que se conocen, justamente dos años después de la muerte de Abigail.

Recuerda su primer encuentro. Joseph el presidente de la empresa donde trabajan ambas, casualmente su mejor amigo y hermano mayor de Juliana, las presentó. Era el primer día de la morena en la empresa así que parecía tímida y algo perdida. Le pareció tan linda a Valentina cuando la vio, pero no más.

Recuerda que de los ojos de la pelinegra parecían salir corazones cuando conectaron miradas por primera vez.

Valentina siempre supo que Juliana tenía un interés por ella. La pequeña pelinegra nunca se rindió, se hicieron amigas con el pasar de los meses y la ayudó a superar muchas cosas. Juliana siempre mimándola, haciéndola sonreír, entregándole todo de ella y a Valentina simplemente empezó a gustarle su compañía. Poco después tomó la decisión de darse otra oportunidad con aquella linda pelinegra, y luego de dos años de una formal y respetuosa relación están aquí. Casadas y viviendo bajo el mismo techo.

―Te amo, buenas noches Val.

―Buenas noches, Juliana.

Plantó un beso en sus labios y apagó la luz, mirando el techo, escuchando las suaves respiraciones de su linda esposa a su lado.

Juliana era tan dulce.

Juliana le entregaba todo de ella, aunque no tenga fuerzas o ánimos.

Juliana siempre le daba los mejores besos, los mejores abrazos, las mejores atenciones.

Pero Valentina duda de que ella pueda darle tanto como Juliana le da.

Cenizas De Un Amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora