Capítulo 23.

2K 209 19
                                    

Con una pequeña caja rosada en sus manos camina decidida hasta el escritorio de Eva, donde ahí se detiene frente suyo.

Eva alza la mirada y abre la boca por la sorpresa de verla frente suyo. Ahí, con esa cajita y los ojos llorosos.

Se levanta de su silla de escritorio. ―Juliana...

Puede ver las lágrimas en sus ojitos oscuros, y ella también siente sus ojos lagrimear.

―Eva, realmente te extraño. Espero puedas perdonarme por lo que te dije, fui completamente maleducada contigo... y bueno te traje este pastel porque sé que te gusta el chocolate. ―Le extiende la cajita y la mujer parpadea confundida, pero igualmente la toma.

Se fija en la etiqueta sobre la caja.

Mira detrás de ella y ahí está Renata, el autor del pastel obviamente porque la caja tiene el sello de su pastelería. Vuelve su mirada a su mejor amiga y niega con la cabeza.

―No, Juliana, la que se tiene que disculpar soy yo. Te presioné demasiado en un momento donde necesitabas apoyo. El regaño pudo haber sido después. Yo preocupé tanto por verte de esa manera que realmente no pensé en que necesitabas más un abrazo que un sermón.

―¿Entonces... me perdonas?

―¡Claro que sí, pequeña! Si eres un amor y me trajiste pastel. ―Se acerca ella y con su mano libre rodea a su amiga, la otra sostiene el pastel dentro de la caja. ―¿Tú también me perdonas, linda?

Juliana corresponde al abrazo. ―Por supuesto que sí.

Se separan, empiezan a limpiar sus pequeñas lágrimas con sonrisas en sus rostros.

―¿Por qué tardamos tanto en disculparnos? ―Ríe Eva.

―Porque son orgullosas, y unas tontas ―Renata se acerca a ellas y sonríe dejando un beso en la mejilla de la ojiverde y otro en la pelinegra.

Los empleados alrededor solo sonreían al ver la escena de las tres amigas. Después de todo, sus caras son graciosas cuando lloran.

―¿Así que te irás?

Ahora están en el escritorio de Juliana, mientras ella guarda sus pertenencias en su maletín.

―Sí, nuestro vuelo sale esta noche.

―Realmente las cosas no resultaron bien, ¿no es así?

Eva toma su mano cuando está a punto de tomar una libreta para meterla a su maletín. La mira con preocupación.

―¿Quieres hablar de eso?

Juliana niega y baja la mirada. ―Me gustaría quedarme a hablar contigo, pero realmente tengo que irme ya, Eva.

Ella asiente y retira su mano. Se cruza de brazos. ―¿Prometes que me llamarás cuando llegues a Cambridge?

La menor sonríe. ―Claro ―coloca la tira de su maletín en su hombro y se endereza. ―Te llamaré cuando esté en la habitación de hotel, y ahí te contaré todo, ¿Okay?

La mujer mayor asiente, pasa una mano por sus largos cabellos negros y suspira. ―Bien, me quedo más tranquila.

Se abrazan por última vez.

Juliana se siente mejor ahora que logró arreglar la situación con su mejor amiga. No quería irse sin ejecutar el consejo de Joseph sobre hablar con Eva.

Además, ahora más que nunca necesita a su confidente que la entiende y apoya.

―Mándale un beso a tu bebé y un saludo a tu papá, cuando vuelva iré a visitarlos.

Cenizas De Un Amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora