Capítulo 22

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Styx:

"A mierda" vi dolor en los ojos de Jackless cuando le dije que a eso olía su sangre, pero un segundo atrás él me había llamado traidora y eso también me dolió, no obstante, sirvió para abrir mis ojos.

Ellos son el enemigo y no hay un pero que los exime de ello.

El viaje duró unas insoportables ocho horas y en ningún momento Jackless apartó sus ojos de mí ni de Gafas azules. Traté de concentrarme en otras cosas, en el calor del pecho de Gafas azules o en que cuando regresáramos podría ver sus ojos y luego darme una ducha. Sentía pegajoso entre las piernas, tenía la constante sensación de estar mojada y si el camión pasaba un tope, el pantalón me rozaba las bragas y esa parte super sensible entre mis piernas me daba una descarga.

Era placentero y molesto, me gustaba, pero odiaba tener que morderme la lengua para no gemir y atraer más atención hacia nosotros.

Cuando se hizo demasiado tarde y la luz dentro del camión se extinguió, Gafas azules nos volvió a rodear con la manta, me acunó sobre sus piernas y pecho y me acarició el cabello, pero no me pude dormir, quizás era paranoia mía, pero aún sin luces podía sentir los ojos de Jackless puestos en mí.

-¿Pasa algo? No dejas de moverte- Gafas azules dejó caer la mano y me rodeó la cintura.

-No puedo dejar de pensar- me acurruqué a su pecho sintiéndome protegida entre los brazos de mi salvador. Estaba aprendiendo a abrazar, con él era fácil hacerlo, simplemente lo miraba o apoyaba mi cabeza en su pecho y allí estaba él aplicando la firmeza justa y necesaria para mantenerme estrechada entre sus brazos.

-Puedo mear tu pierna si quieres- sugirió y me aparté tan rápido que caí en el medio del camión. -Miss, vuelve a mis brazos ahora- ordenó, pero no lo hice.

-¿A qué te refieres con mear mi pierna? - le dije que no podía dejar de pensar, no que necesitaba ser rociada.

-Dijiste que no podías dejar de pensar- me recordó. -Y yo necesito que todos sepan que eres mía.

-¿Y eso que tiene que ver con mi falta de sueño?

-No tiene nada que ver, pero ya que no puedes dormir, te daré algo mejor en lo que pensar y todos sabrán que me perteneces. Ahora regresa a mis brazos. - regresé, pero mantuve sus manos a mi alcance en caso de que intentara mearme.

-Ni siquiera lo intentes- le advertí cerca de su oído y me cubrí yo sola con la manta, dejándolo a él destapado y castigado por sugerir semejante locura.

-Jamás lo haría sin tu permiso, Miss.- Parecía que lo decía en serio, pero por si acaso lo tuve vigilado el resto del camino y solo cuando llegamos bajé la guardia quedando repentinamente dormida sobre él.

No dormí bien, tuve pesadillas donde era atrapada y torturada por la mafia blanca y el hecho de que Gafas azules no estuviera a mi lado o debajo de mí cuando desperté solo me puso de mal humor, pero por el lado bueno, estaba en su casa y por el malo, me había dejado sobre su cama donde en cualquier momento los cuchillos sobre mi cabeza podían apuñalarme.

Me desplacé rápido fuera del edredón y miré a mi alrededor, la luz estaba apagada, pero el túnel estaba iluminado y con la puerta abierta la luz se colaba dentro de la habitación facilitándome la visión.

Como cada día había ropa al borde de la cama, era de mujer y de mis medidas, pero olían a Gafas azules y por primera vez no me molestó. Separé la que iba a usar dejándola sobre el sofá y tomando una toalla salí al túnel. Aún estaba empapada entre las piernas y con el sueño parecía que la humedad había aumentado.

Me metí al baño, me desnudé y por un largo rato me quedé viendo al espejo. En el camión sentí mi cuerpo diferente, había una nueva energía en él que me daba vida y nuevas sensaciones y esa parte entre mis piernas que hasta ahora había servido para orinar, tuvo nuevos colores. Gafas azules me enseñó que no es solo para ir al baño y ya, esa partecita tenía otras funciones ¿Pero cuáles?

Levanté una pierna tratando de ver el interior de mi muslo, quizás algo había cambiado, pero no alcancé, el espejo estaba muy alto y yo no tenía las habilidades de una contorsionista. Rindiéndome entré en la ducha, me unté de jabón y fregué mi cuerpo con la esponja que entre mis piernas provocó casi el mismo cosquilleo que el pantalón de Gafas azules frotándose contra mí.

El jabón se estaba deslizando, pero yo aún tenía mucho que descubrir y dejando atrás la esponja intenté con mis dedos. Los deslicé por mis muslos y más abajo descubriendo lo caliente que estaba esa partecita. Retiré mis dedos y aunque el agua los lavó, vi la cosa transparente y pegajosa que tenía entre las piernas ¿Era ese el causante de mi humedad? Con curiosidad bajé de nuevo los dedos y cuando saqué allí estaba de nuevo, pegajosa, trasparente y yéndose con el agua como si no quisiera que lo descubriera.

-¿Miss? - Gafas azules llamó a la puerta y entré en pánico ¿Qué se supone que le diga si entra y me ve con las manos acariciando como una lunática el interior de mis piernas? No puedo decirle que estaba húmeda, creerá que me hice pis.

-Ya salgo, no entres- le pedí y me apresuré a lavar mi cabello y terminar con esta ducha que se extendió más de lo que debía. Seguro él ya sospecha.

Salí al pasillo descalza con una toalla envuelta en mi cuerpo y otra en mi pelo, Gafas azules estaba allí, ya no traía el uniforme, usaba su ropa de deporte normal y traía sus gafas azules puestas.

-¿Por qué sonríes? - preguntó y mi sonrisa se esfumó, no sabía que había estado sonriendo, pero no me importó.

-Tienes tus gafas azules, Gafas azules. No me gustaban las otras, decirte Gafas negras no quedaba bien- comencé a caminar de regreso a su casa y él me siguió caminando en silencio detrás de mí.

Una vez frente a la puerta entré y él también lo hizo.

-Necesito vestirme- esperaba que se diera cuenta y no entrara.

-Y yo verte- tomó asiento en la punta de la cama y se quitó las gafas recorriéndome de arriba a bajo con esos ojos bicolores.

-Nunca estuve desnuda ante nadie ¿Podrías al menos fingir que no estás mirando? - sabía de chicos y chicas que habían estado desnudos frente a otras personas, pero ellos ya no eran príncipes ni princesas y por más que preguntase nunca me dijeron porqué se desvestían, preferían reírse y pronto dejé de preguntar, ya era suficiente con las miradas de asco que le dirigían a mis ojos.

-No, aunque finja aún sabrás que estoy mirando- Gafas azules se acomodó y esperó con los brazos cruzados. -Rápido o te vas a resfriar.

Tenía razón.

-¿Qué edad tienes? - si yo iba a estar desnuda, él tendría que desnudar una parte suya, aunque esa parte no sea su cuerpo.

-La misma que tú.

La toalla se cayó por si sola y me apresuré a recogerla, pero él me la quitó y quedé desnuda ante sus ojos.

-¿Diecinueve? - pregunté quitando la toalla del cabello y utilizándola para secarme el cuerpo. Él no respondió y dio algunos pasos hacia mí. Me paralicé y en mi interior el cosquilleo volvió.

-Sí- se inclinó y me alzó la barbilla -Eres más hermosa desnuda, a partir de ahora no usarás ropa aquí dentro. - giró a mi alrededor y no me dejó sacudir la cabeza, él regresó frente a mí y se quedó viendo el punto entre mis piernas, por instinto lo cubrí con mis manos. -No te cubras- pidió y quité mis manos.

-Gafas azules- susurré al verlo arrodillarse frente a mí. -¿Sabes por qué me mojo cuando estoy cerca de ti?

Él se paralizó con su rostro a escasos centímetros de mis muslos, no dijo nada por un largo rato y creí que no respondería, pero entonces empujó un dedo entre mis piernas, tocando el mismo lugar que yo había tocado durante la ducha solo que con él fue diferente, el cosquilleo volvió y avancé esos centímetros que nos separaban presionando sus dedos más cerca y dejando su boca casi acariciándome la piel.

Él deslizó su dedo de arriba a bajo, el cosquilleo se volvía más intenso, me gustaba y obsesionaba, sin darme cuenta cerré los ojos y la sensación se intensificó. Los escalofríos me recorrieron y su última imagen, la de su boca cerca de mi muslos me hizo creer que eso iba allí. ¿Podría ser? ¿Quizás la boca no estaba solo para comer sino también para darme nuevas sensaciones entre mis piernas?

-Taslicali- gemí, nunca había dicho su nombre excepto el día que se presentó, pero otro dedo me tocó de arriba a bajo volviendo mi piel mojada y caliente y solo pude gemir su nombre, ya no Gafas azules, al menos no si tenía su mano y su boca cerca de mi calor.

Mi señorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora