Capítulo 21

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Taslicali:

Loco, desquiciado, asesino, manipulador, era eso y más, pero las palabras posesivo, sobreprotector y celoso no habían sido parte de mi vocabulario, hasta ahora. Styx me había convertido en eso y lo disfrutaba. Era mía y solo mía, en todo momento, cuando yo quisiera y hacerla gemir en el camión fue una pequeña muestra de lo que haría para reclamarla ante todos. 

La cubrí con una manta porque el movimiento de sus caderas tenía dueño y ese era yo, callé sus gemidos en mi cuello deleitándome con su mordisco marcando mi piel porque sus sonidos también eran míos y por último, pero no menos importante, le cubrí los ojos con gafas negras idénticas a las mías porque la mafia blanca tuvo la posibilidad de disfrutar la vista de sus ojos, sin embargo no lo hicieron y ahora los privo de verlos, son míos y yo decido quién los mira y quién no.

Me sentí tan bien poseyendo todo lo que era ella, que verla interponerse entre ese mocoso vestido de blanco y yo por poco me desestabilizó, pero lo disimulé y la saqué afuera. Me debía una explicación y llegó, ellos eran sus "amigos", y pronto los mataría.

Regresamos a dentro luego de nuestra charlita, esperaba que mi señorita entendiera que ellos son el enemigo y casi me creo que lo entendió, pero entonces el mismo chico que me llamó basura corrió y ella se interpuso entre las balas y él.

—Dispara— ordené a cualquiera de mis hombres que se encontrara cerca de mi y dos disparos se oyeron. Miss saltó con ambos sonidos y jadeó las dos veces, el miedo se reflejaba en sus ojos y cuando el chico cayó gritando por las balas que impactaron en su pierna, la tomé de la cintura y la hice girar para verlo, sus ojos se abrieron como platos. —Él es el enemigo— le recordé y empujé mi polla contra sus caderas. Ella se derritió y la tensión se fue junto al gemidito que escapó de sus labios. —Todos ellos son el enemigo.

—Pudieron atraparlo sin dispararle— jadeó bajito, aprendiendo a gemir.

—No sería tan divertido, Miss. Aparte me convertiría en un mentiroso, les advertí que no corrieran o les dispararíamos en las piernas ¿Quieres que sea un mentiroso, Miss? —empujé una vez más reprimiendo el impulso de sacar mi polla, bajarle los pantalones y castigarla en su interior, muy dentro suyo, por interponerse entre las balas y mi objetivo.

—No— dijo sin aliento, la hice ver a Agujero al cuadrado unos segundos más para que se acostumbrara a los gritos y la dejé ir dando tres pasos atrás. 

Mis hombres y mujeres se encargaron de recoger a Agujero al cuadrado que gritaba mientras era arrastrado al camión y a los demás prisioneros que lo veían y usaban como ejemplo de lo que les pasaría si intentaban escapar.

—Vamos a casa, Miss. — le tomé la mano y la guie al camión. Cuando Agujero al cuadrado la vio le escupió las palabras "Traidora". 

Fue entonces cuando noté que las gafas que le di se le habían caído.

Los demás prisioneros también la vieron y yo me deleité con sus miradas de odio. Luego haría que les azoten los pies por atreverse a mirarla así.

—Yo me encargo, no te preocupes, Miss— la subí al camión indicándole que se vaya a sentar, me subí yo también y enterré mis dedos en las heridas de balas del que la había insultado. El chico gritó y trató de huir, pero solo consiguió que enterrara con más fuerza mis dedos —¿Ya no eres tan valiente no, Agujero al cuadrado? 

Me llevé la sangre a la nariz y la olí.

—Huele a la mierda que eres. — le escupí y fui con mi señorita que me veía con las pupilas dilatadas y se frotaba los muslos.

Estaba excitada.

La levanté y nos senté dejándola sobre mis piernas, le acerqué mis dedos ensangrentados a la nariz y ella cerró los ojos. 

—¿A qué huele? — empujé mis caderas contra la suyas y suspiró, mi señorita estaba sensible.

—A mierda— estuvo de acuerdo y me reí.

Estaba decidido, Miss mataría a Agujero al cuadrado y luego me la follaría.

Mi señorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora