Capítulo 29

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Taslicali:

Obsesionado con cada centímetro de su cuerpo, loco por lo que escondía en su mente. Estaba atrapado en la punta de sus dedos, ella me tenía, me capturó entre sus piernas y ahora estaba perdido, pero no era el único.

Ella no se quejó, no forcejeó y gimió como si estuviera en celo. Le gusté, disfrutó tanto de mí como yo de ella y aceptó su castigo refugiándose en mis brazos en cuanto lo necesitó y eso me alzó el ego.

Ahora la tenía, ella aún no lo sabía, pero cuando se aferró a mis brazos y trató de protegerme de Queen me dio su confianza, también lo hizo al aceptar las pastillas sin preguntar, solo se las llevó a la boca confiando en mi palabra, aunque tranquilamente pude darle veneno y ella se lo habría tragado.

Acaricié el contorno de su trasero y coloqué mi mano en donde la marca de mis dedos había quedado, aguantó mis azotes como una campeona, pasó la prueba.

Ahora sabía que podía arrastrarla más allá de lo convencional, pronto estaría lista para el dolor, para disfrutar de una tortura y aguantar atada a mi pared por horas y horas, solo había algo que me molestaba.

La facilidad con la que es manipulable.

La mafia blanca la privó de sus estudios, ella no me lo dijo, pero tomé su silencio como un no. No le habían enseñado en casa, la privaron del arte y la literatura, la historia y la biología y todo lo que corresponde al mundo real. Quería vengarse, la ayudaría, pero antes debía enseñarle todo aquello de lo que la privaron, porque las mejores venganza van de la mano del conocimiento.

Podría enseñarle de arte y ayudarla a convertir el cuerpo de sus padres en algo abstracto ¿Cuál es la cara y cuál es el pie? Sería perfecto. Pero había más opciones, miles y miles más.

¿Literatura? Fácil, escribiríamos nuestro propio libro con la sangre de la mafia blanca. "Las memorias de Miss y Sir" Sería todo un éxito.

O incluso educación sexual, había mucho jugo para exprimir de esa asignatura. ¿Quién no querría una foto de seres humanos empalados unos sobre otros?

Miss tendría su primer millón en un santiamén.

La sonrisa se coló en mis labios antes tantas opciones, esta mujer traía diversión a mi vida.

Deslicé la mano entre sus muslos e introduje mi dedo anular en su calor, ella dormía, pero se removió y abrió las piernas para mí. Tomándolo como una bienvenida introduje otro dedo y lo dejé quieto. Mi señorita estaba empapada, la sangre y mi semen manchaban sus lindas piernas y la lubricaban para mí. Introduje un tercer dedo, este me costó a diferencia de los anteriores, aún seguía apretada, ese coño de mierda necesitaría otra follada pronto si no quería volver a estrangularme el pene.

—Abre más— le susurré al oído e hizo lo opuesto a lo que le pedí, dormida se giró y se trepó recargando su cabeza en el hueco de mi cuello y subiendo una piernas a los cincelados cuadraditos de mi abdomen. Por la posición quité mis dedos, pero acerqué mi polla y jugué con su entrada.

Gimió y abrió los ojos, estos se abrieron como platos al notar mi suave empuje y se bajó rápido de la cama.

—No— me aclaró y señaló con su dedo anular. Bajé de la cama y fui tras ella que retrocedía por cada paso que yo daba.

—¿Qué pasa, Miss? Creí que te gustó tenerme dentro. —avancé el último paso y corté la distancia entre nosotros aprisionándola contra la pared y mi cuerpo.

—Tuvimos sexo— asintió corrigiéndome, pero odié la palabra.

Tienes sexo con alguien que apenas conoces, tienes sexo con un amante, tienes sexo solo por atracción, ella y yo tuvimos más que sexo, ella y yo creamos una conexión, ella se entregó a mí, ella eligió ser mía.

—No, tú y yo nunca tendremos sexo— la sostuve por la barbilla con más fuerza de la que quería y rápidamente aflojé mi dedos, no quería hacerle daño. Respiré hondo y la miré directo a esos hermosos ojos amarillos —¿Por qué no quieres recibirme de nuevo, Miss?

Sus ojos me recorrieron, el brillo estaba allí, latente. Así que no era por falta de deseo, la tenía loca por mí, pero había algo más.

—Dime.

—Yo no quiero tener un bebé con un amante.

Amante.

Me reí con la palabra, la risa más venenosa de todas.

No soy su novio, pero sí su amante, vaya. Y yo que ya nos imaginaba en el altar.

Di dos pasos atrás y quité mis manos de su cuerpo. Sería su peor amante, porque con ese título no la pienso tocar.

—¿Te tragaste la pastilla? — cuestioné, la confianza que me dio se esfumó.

—Sí.

—Entonces no tendrás un bebé con este...amante— escupí las repulsivas palabras y me senté en la cama.

Ella lo había dicho, sería su novio si ya no era una princesa y le enseñaba a matar, lo hice, supongo que me considera su amante porque aún no cumplí con la otra parte, su venganza. Pero ser amante implica dos cosas, tener sexo y engañar a un tercero y mataré a ese tercero.

—Ahora solo tenemos que buscar al oficial, espérame aquí señorita, no tardo— salí desnudo de la habitación y no me detuve hasta el túnel.

Si ella usa mi ropa siendo yo el amante, no imagino lo que le hace al tercero, pero ya lo voy a averiguar, la llevaré por el cementerio, la meteré en la cabaña de tortura y jugaré con los prisioneros.

Alguno de ellos debe ser el oficial y si me deshago de él, puff, ella será mía y daré un paso más cerca de la venganza.

Después de todo, ellos son miembros de la mafia blanca.

Mi señorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora