Capítulo 27

695 57 0
                                    

Styx:

No dormí en toda la noche, me quedé afónica en algún momento y ahora todo mi cuerpo duele, pero no es lo único.

Mi mente está cansada, no he dejado de pensar. Gafas azules hizo que el cosquilleo desapareciera, pero la forma en que lo hizo no calmó mis pensamientos, los revolvió y desde entonces no dejan de molestar.

Quiero dormir, quiero disfrutar de estar en la misma cama que él con sus brazos rodeándome posesivamente y sus manos apretando mis pechos sabiendo que cuando despierte hallaré sus dedos marcados en ellos, pero es imposible pegar el ojo.

Las preguntas surgen y surgen, incluso más que cuando no sabía para qué es eso que tiene entre las piernas.

Ahora lo sé, sirve para estar dentro de mí, sirve para ser solo mío y refugiarse en mi calor. Sirve para tocar muchos nervios dentro de mí y hacerme gritar de placer. Sirve para llenarme de cierto líquido, sirve para hacerme gemir y lloriquear por más, pero en especial, sirve para sacar a relucir todas mis emociones, aún si las quiero ocultar.

Pero ¿Para qué sirve eso que hicimos? ¿Su única razón de ser es meterse dentro de mí? Digo, no me molestaría, me gustó tanto como para tener una sonrisa en mi rostro y considerar dejar atrás mi venganza y refugiarme para siempre entre los brazos de Gafas azules, pero siento que hay algo más, esa extremidad extra debe tener otra función.

—Gafas azules— susurré intentando saber si ya se había despertado para hacerle todas estas preguntas.

No me habló, aún estaba dormido.

Suspiré y cerré los ojos. La noche aún no se acababa, todavía podría dormir si lo intentaba, pero cuando cerré los ojos solo lo vi a él excitándose conmigo desnuda y manchada de sangre.

La boca se me secó de repente, el molesto cosquilleo regresó y me apresuré a bajarme de la cama.

No estaba lista, no dejaría que lo de anoche volviera a ocurrir, no sin antes obtener respuestas.

Busqué mi ropa en la oscuridad, Gafas azules se removió en la cama, pero no se despertó y descubrí que mi ropa estaba inservible. La sangre se secó con el paso de las horas y la tela se pegó y endureció.

Ayer cuando regresé al campo de tiro no pensé demasiado las cosas, mi cuerpo solo actuaba dispuesto a hacer lo que sea para que Gafas azules quisiera frotarse conmigo y apaciguar el cosquilleo entre mis piernas.

No pensé en el cuerpo que descansaba en el suelo a cinco pasos del charco de sangre donde comencé a revolcarme, ignoré sus ojos que me miraban vacíos de vida e hice caso omiso del llanto. Todos los prisioneros habían recibido disparos, ninguno salió ileso, sin embargo ¿Aún estaban con vida, no? ¿Por qué molestarme si seguían vivos? Mejor ignoré ese llanto y cuando estuve bañada en sangre me levanté y regresé por donde vine esperando que la sangre y yo, juntas, excitáramos a Gafas azules.

Y así fue.

En el momento en que me vio sus ojos adquirieron una oscuridad que hasta ahora no había visto en nadie más, tenían hambre y sonreí.

Lo había conseguido.

—¿Miss? — Oí a mis espaldas mientras me ponía su ropa, era la única más o menos limpia. Tenía una que otra mancha de sangre, pero por lo demás servía.

—Necesito ir al baño— mentí. En realidad necesitaba salir, caminar y solo quizás encontrar calma para mi mente.

—Si te tardas iré por ti— murmuró y se giró para seguir durmiendo. Era una amenaza vacía, pero aún así conté los segundos.

Mi señorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora