CAPÍTULO 4

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Año 2020.

Taslicali:

Los estaba esperando a tan solo seis metros de distancia, un miembro de la mafia blanca había herido al jefe y ahora debía pagar.

Llevábamos siguiéndolo durante seis semanas, siempre con autos diferentes y cambiando el peón, hoy era mi turno, no soy un peón, soy el hermano del jefe, pero es mi deber cobrar venganza y la impaciencia me estaba ganando.

Los peones decían que no había oportunidad de matarlo porque el idiota de la mafia blanca nunca está solo, pero con oportunidad o sin ella hoy se acaba su vida.

Sabíamos su recorrido de memoria, él llegaba a una mansión a las seis de la mañana, recogía a una muchacha, la llevaba a la escuela y regresaba a la misma mansión media hora más tarde, luego se metía a esa mansión y no salía hasta las cuatro de la tarde hora en que debía ir a buscar a la muchacha y la regresaba a la mansión al mismo tiempo en que el padre de familia llegaba.

Su nombre no importaba, que fuera el amante de la madre de la muchacha tampoco, solo importaban los números 2/05/2020 el día de su muerte.

Hoy.

Eran las cuatro de la tarde, la chica estaba a punto de salir de la escuela, yo me encontraba afuera, pero él no llegó.

Los alumnos adolescente comenzaron a salir, desesperados por irse del horrible lugar que les quitaba ocho horas de tiempo cada día. Pronto no quedó nadie y solo estuvimos ella y yo.

Era alta con un cabello negro que le llegaba a la cintura, miraba hacia todos lados con preocupación mientras se aferraba la mochila al pecho apretándola tan fuerte que los nudillos se le habían puesto blancos.

Asomé un poco más la cabeza arriesgándome a que con la corta distancia que nos separaba ella me viera.

Ella miró una vez más hacia todos lados y vi sus ojos.

Amarillos como los de un felino, escondidos tras unas largas y pobladas pestañas.

Mía— el pensamiento solo surgió y me gustó tanto que lo tuve que susurrar.

Me acerqué un poco más, quería verla mejor.

Era alta, hermosa, sus pechos cabrían perfectos en mis manos, su trasero era pequeño, pero me encantaría levantarla y sostenerla contra mi pecho. Su ropa era cubierta de pies a hombros, raro, hacía tiempo que no veía a una mujer tan cubierta, pero me gustó porque solo yo iba a verla con menos capas.

Dolió apartar la vista de ella, pero lo tuve que hacer porque una camioneta negra se estacionó cerca de nosotros.

—¡Sube!— una mano salió por el vidrio de la camioneta y ella se acercó tímidamente.

No pude matarlo, sabía que ella y yo teníamos la misma edad, pero su mente y la mía eran completamente diferentes. La mía estaba arruinada, las muertes cambian a una persona y a mí me cambiaron desde que tenía trece años, no le haría eso a ella, pero pronto.

Cuando cumpliera dieciocho vendría por ella y la haría tan mía como yo soy de ella.

Año 2022 en el presente:

Styx Duncan ya es mía.

Mi señorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora