Capítulo 26

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Taslicali:

Nos llevé a través de los túneles a mi casa, Miss aferraba el arma a su pecho y olía mi cuello cuando pensaba que no la veía, pero sentía los suspiros que soltaba, mi plan de poner perfume en su ropa había funcionado.

Miss estaba obsesionada con mi aroma.

—¿Te pesa? — preguntó y fingí no oírla, desde que la dejé poner sus dulces manos sobe mi polla no ha dejado de hacerme preguntas.

¿Por qué no eres plano como yo? ¿Por qué yo no tengo esa extremidad extra? ¿Sirve para algo?— ignoré pregunta tras pregunta, pero parecían nunca terminar y el tono de su voz sugería que esa cosa suave dentro de mis pantalones que tanto le gustó acariciar, había despertado su curiosidad.

—Gafas azules, si no me dices no nos frotaremos— dejé de caminar con su advertencia, mi mente trataba de descifrar sus pensamientos y no lo conseguí.

Las personas rara vez superan un asesinato, algunas tardan meses y otras jamás lo olvidan, pero Miss actuaba como si quitarle la vida a ese prisionero nunca hubiese pasado. Solo conozco a una persona que puede olvidar igual de rápido la muerte, que no e importa disparar, que le vale lo mismo cualquier vida y ese soy yo, pero Miss no es así.

La vi paralizarse luego de que disparó, en ese momento me sentí tan excitado que no lo noté, pero quizás mi señorita estaba en shock, aunque actúa extrañamente normal, como si ya antes hubiera disparado.

—¿No te importa? — el volumen de su voz bajó y una sonrisa triste se dibujó en sus labios. —Creí que querías frotarte...— se bajó sin mi permiso de mis brazos y caminó de regreso alejándose de mi casa.

—¿Miss, a dónde vas? — la seguí a la mansión y por las casas, notando que ella se dirigía al campo de tiro. —¡MISS! — La llamé cuando empezó a correr, pero una mano atrapó mi brazo y pusieron un pedazo de papel frente a mis ojos impidiéndome ir tras mi señorita.

—¡Todo listo, Sir!— Trish me sonrió y le arrebaté el papel de las manos, al mismo tiempo que ella me quitaba las manos de encima.

Lo leí y muy dentro de mí sonreí, al fin lo tenía.

Miss había abierto una brecha en mis pensamientos, una que me impedía seguir adelante.

Recordaba sus palabras del otro día como si las acabara de decir "Ni siquiera yo siendo solo una princesa podía escapar".

Amaba saber todo de ella, me obsesionaba y aún lo hace, porque al saberlo podría protegerla, vigilarla y cuidarla, pero esas palabras me hacían creer que no la había cuidado bien, que ella había intentado escapar y no lo consiguió. Y necesitaba saber porqué.

Leí línea tras línea, Trish obtuvo la información del hospital, de las cámaras de seguridad y descargó fotos de antes, durante y lo que pasó después de su fuga.

El prisionero al que le disparé estaba en la primera entrando a su casa, en la segunda estaba ella, era de noche y trataba de escaparse por la ventana de su habitación y en la tercera estaban sus padres entrando al hospital con Miss desmayada y sangrando.

—Ellos no la dejaron ir— explicó Trish a mi lado y sostuve con fuerza la tercer foto. La sangre escurría por la nariz de mi señorita, también por sus labios y su mano apuntaba en una dirección incorrecta.

—¿Por qué trató de huir? — quise saber. Hasta ahora nunca había intervenido, veía a Miss cada mañana ser llevada a la escuela, el amante de su madre que también hacía de chofer la llevaba y traía y ella siempre se veía bien, nunca triste, callada sí, pero no como una persona dañada.

Mi señorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora