Capítulo 5

6.4K 692 379
                                    

—Chicos, no quiero interrumpir su discusión pero ya deberían estar saliendo para irse a la escuela.

Kenma apartó a Kuroo de un empujón.

—Sí, mamá. Ya vamos —respondió más alto de lo normal. 

Escuchó a su madre afirmarle y soltó un gran suspiro, sentándose en la cama. Miró a Kuroo de reojo, el pelinegro estaba tirado en la cama con los ojos tapados. Seguro estaba procesando la situación igual que él.

Kenma no puede creer que acaba de terminar de besar al chico que le gusta. Que, si le dejan añadir, es su mejor amigo de la infancia. Es extraño y todo se siente incómodo. El aire es pesado y no puede dejar de pensar en huir. Se siente nervioso y ansioso, teme escuchar las próximas palabras que saldrán de la boca de Kuroo.

Simplemente no sabe cómo actuar ahora mismo.

Y algo que siempre hace en este tipo de situaciones es huir.

Y es lo que hará ahora mismo.

Sin pensarlo, se levanta de la cama y toma su bolso. Abre la puerta y sale corriendo. Kuroo solo tiene tiempo de levantar la cabeza y ver como el teñido se aleja por el pasillo. Es obvio que maldice, porque sabe que lo está haciendo para no tener que verle a la cara. Odia cuando hace eso.

Cuando Kuroo está bajando las escaleras, Kenma ya está saliendo de la casa como si su vida dependiese de ello. Se encuentra con la mirada de los padres del menor: están confundidos.

—Yo... —Por primera vez en su vida no sabe qué decir—, Kenma y yo nos arreglamos.

Y sigue caminando hasta salir de la casa y cerrar la puerta de manera tranquila. En su interior está gritando y retorciéndose, pero debe fingir estar tranquilo enfrente de... ¿sus próximos suegros? Si bien no han discutido nada con Kenma —¡Porque no le dio tiempo!—, Kuroo cree que eso es lo que pasará.

Así que lo sigue por la calle hasta alcanzarlo. Para su sorpresa, el menor ha caminado realmente rápido esta vez. Pensó en felicitarlo porque eso era un logro para Kenma pero... no era el momento. ¡Debían hablar de lo que había pasado! Y con urgencia.

—¡Ya deja de escapar de mí! —exclamó cuando lo alcanzó. Kenma soltó un suspiro y se detuvo—. Ni siquiera has traído abrigo —reprochó molesto. 

Rápidamente se sacó su chaqueta y se la entregó. Kenma, sin pensarlo, se la colocó.

—¿Y tú qué?

—Traigo una sudadera en la mochila.

Respondió abriendo su mochila y sacando la prenda. Solo tardó unos segundos en colocársela. Era negra y tenía una pequeña decoración roja en la manga izquierda.

Comenzaron a caminar en silencio. Kenma tenía sus manos adentro de la chaqueta del mayor, la cual delataba ser de él: tenía su apellido en la parte de atrás. Le daría vergüenza entrar a la escuela así, porque es obvio que se ganaría la atención de varias personas, sin embargo prefería no morirse de frío. Y no era la primera vez que llegaba a la escuela usando ropa de Kuroo.

No sabían qué decir. No había palabras ni disculpas. Ninguno de los dos se sentía mal por haber besado al otro así que no tenían ningún arrepentimiento. Sin embargo, quizás debían hablar sobre cómo se sintió o sobre cómo ellos se sienten para seguir adelante.

Kuroo miró a Kenma.

—Me gustó el beso. ¿Y a ti?

Kenma desvió la mirada avergonzado.

—También... —murmuró.

—No te escucho —Kuroo dijo con una sonrisa ladina.

Kenma lo miró molesto.

—Vamos, dilo —Kuroo le dedicó una de sus mejores sonrisas, haciendo que su corazón se acelerara y sus mejillas solo ardieran más—. ¿Por mí? —hizo un puchero tierno.

Soltó un bufido y volvió a desviar la mirada. ¿Así que sería así de ahora en adelante? Cuando volvió a mirar a Kuroo, el pelinegro seguía con su puchero y su mirada tierna.

—Me gustó el beso, Kuro.

Chasqueó la lengua con una sonrisa ladina asomándose.

—Eso quería escuchar.

Kuroo sacó una mano de Kenma del bolsillo y la tomó, comenzando a caminar como si nada. El teñido se quedó viendo su agarre con sorpresa y se pregunta cómo es que todo ha pasado y por qué está sosteniendo la mano de Kuroo ahora. Es lo más raro que ha pasado en su vida, sin embargo no puede negar que se siente cálido. Nota que hay una diferencia de tamaño y probablemente eso hace feliz a Kuroo, así que él se siente bien viendo que la mano del mayor le saca varia diferencia a la de él. Incluso sus tonos de pieles son distintos pero aun así quedan bien.

—Kuro.

—¿Qué? —preguntó mirando al frente.

—¿Por qué sostienes mi mano?

—Porque ya nos besamos.

—¿Y eso qué? —respondió alzando una ceja y mirándolo de reojo. 

Ya sabía que el pelinegro diría alguna estupidez tierna.

—Bueno, nuestros labios y lenguas se tocaron de manera indecente en tu habitación —miró de reojo al teñido—. Ir agarrados de las manos no es nada.

Kenma solo negó avergonzado y siguió caminando.

Todo se sentía más simple una vez que se había confesado.

Y que Kuroo le correspondía.

Kenma se detuvo y tiró del pelinegro, sorprendiéndolo.

—¿Qué pasa?

—Kuro, ¿por qué nunca me dijiste que te gustaba?

El rostro del pelinegro pasó a pintarse con los colores de la vergüenza. Kuroo se sintió como un cordero bajo las garras de un lobo. No quería responder eso, no todavía.

—Estamos llegando tarde a la escuela...

Kenma ni se inmutó. Kuroo sabía que no se movería de ahí hasta que no le dijera.

Aun así, estaban llegando realmente tarde, y su padre lo mataría si se llegaba a enterar eso.

—Te lo diré después, ¿sí?

Kenma suspiró y miró a otro lado.

—Está bien.

Kuroo sonrió feliz y volvió a tirar de él para seguir caminando a la escuela.

La verdad es que Kenma le empezó a gustar a los trece. Gracias a él descubrió su bisexualidad. Se había dado cuenta que, desde los diez hasta los inicios de su adolescencia, muchas chicas le habían gustado y que nunca se había fijado en su mejor amigo. Se le hizo tierno por su forma de ser, hasta que poco a poco, Kuroo comenzó a observar más tiempo a Kenma y quiso estar siempre con él.

Sabía que así se ponía cuando una chica le gustaba. Así que se preguntaba si le gustaba Kenma. No le costó aceptarlo, en realidad se lo tomó a bien y siguió con su vida como si nada. Les dijo a sus amigos y chocó los cinco con Bokuto cuando se lo dijo, porque el chico también era bisexual. No obstante, a la única persona que le tenía miedo de decir la verdad, era a su padre. Temía por su reacción.

Para su mala suerte, en una comida, su padre dejó un vaso con lo que parecía ser jugo de manzana con gas y Kuroo lo tomó de manera inocente. Terminó borracho en su sofá con su padre riéndose de él por haber confundido el jugo de manzana con cerveza. En su borrachera, Kuroo le confesó que era bisexual (incluso se le explicó entre hipidos) y le dijo que le gustaba Kenma. Agregó que si su padre estaba en desacuerdo con él, lo mandaría a la mierda.

Su padre solo rio y le dijo que era notable que le gustaba su amigo. Y que no le importaba realmente que le gustaran los chicos. Kuroo terminó llorando pero no sabía si era porque se había aliviado o por la culpa de la cerveza.

Just The Two Of Us | Kuroken Donde viven las historias. Descúbrelo ahora