Capítulo 24

4.3K 445 209
                                    

Kenma jadeó al sentir la lengua de Kuroo recorrer su boca con la mayor obscenidad del mundo. Santo cielo, su cabeza era un desastre y ni hablar de las reacciones involuntarias de su cuerpo.

Aquel ambiente pesado de la otra vez comenzó a colarse por debajo de su piel, causándole un gran malestar caluroso. Quería sacarse la ropa, quería enfriarse con el toque de Kuroo pero no podían. El pelinegro había dicho que se tocarían con ropa y la idea le molestaba.

Tomó las manos de Kuroo y lo obligó a acariciar sus muslos. Por alguna razón, eso era una de sus principales debilidades. Amaba que lo tocara ahí, cada caricia era una corriente eléctrica en su columna vertebral.

Kenma estaba seguro de algo: quería contacto. Mierda, quería que las manos de Kuroo lo tocaran sin vergüenza alguna, quería sentirlo lo más posible que pudiera pero esta noche no podría y le molestaba excesivamente.

—Quiero más.

Dijo con el ceño fruncido, separándose muy poco de Kuroo, incluso todavía tenía los ojos cerrados.

—Está bien, está bien —Kuroo sonó nervioso.

Kuroo no quería hacer nada raro con Kenma. Después de todo, mientras lo besaba, no podía dejar de recordar que solo llevaban ocho días saliendo y que quizás estaban quemado miles de etapas de una relación. Sin embargo, Kenma era quien pedía más y ¿quién era él para decirle que no?

Kuroo no era un experto en esto. Se podía notar por lo tenso y asustado que estaba o porque sus manos temblaban cada vez que acariciaba el cuello del chico sentado sobre él. No quería perder la oportunidad, fueron años —años— los que él soñó esto, así que no quería arruinarlo pero el nerviosismo de la primera vez no quería irse. Y la estaba pasando mal.

Kenma también era un revoltijo de nervios. Pero por suerte era bueno disimulando. Así que, distrayéndose para no ser víctima de la vergüenza, Kenma jugueteaba con el cabello de Kuroo mientras se besaban. Por suerte sabía qué hacer gracias a los videos baratos que el porno le había dado.

Se movió sobre el regazo de Kuroo, refregándose y generando placentera fricción. Gracias a eso, las manos del pelinegro bajaron rápidamente, sosteniéndolo en su lugar. Kenma soltó una risita ante eso y Kuroo no pudo evitar quedarse callado:

—No hagas eso —murmuró sonriente.

Kenma picoteó sus labios.

—Entonces… besa mi cuello.

—¿Seguro?

—Es lo que se hace en los videos porno, ¿no?

Las mejillas del pelinegro se tintaron aún más y Kenma quiso reír. Le daba gracia que el pelinegro estuviese tan nervioso y tenso cuando, en la relación, él usualmente tenía ese papel.

—¿No crees que es un poco arriesgado?

Kenma se encogió de hombros.

—Mamá no está en casa.

Kuroo asintió, relamiendo sus labios y observando el cuello de Kenma.

—¿Seguro?

—Sí.

—¿Segurísimo?

—Qué sí —puso los ojos en blanco y guío el rostro de Kuroo hasta su cuello suavemente.

Más de una noche había soñado con un momento como ese. Kuroo se tomó su tiempo para disfrutar el cuello de Kenma, aspirando su perfume y rozando su nariz contra su piel, acariciando sus muslos mientras sentía a Kenma relajarse.

Kuroo temblaba debajo de él, pero no sabía si era por la emoción de por fin cumplir su sueño o porque tenía miedo de arruinarlo. Se sentía un momento tan íntimo y silencioso que quería hacer todo perfecto, quería que Kenma la pasara igual de bien que él.

La punta de su lengua tocó la piel de Kenma y se sintió fallecer. Las manos del menor viajaron por sus hombros, apretándolos al mismo tiempo que los acariciaba. Kuroo tragó saliva antes de lamer por completo y descansar sus labios sobre este, lamiendo y succionando sin mucha fuerza.

Una corriente eléctrica recorrió la espalda de Kenma, haciéndolo jadear y alzar un poco más su cabeza, dándole más espacio a Kuroo para hacer lo que quisiese con él. No sabía qué es lo que quería, pero necesitaba algo.

Y Kuroo se lo daría. Cerró sus ojos y aspiró con fuerza, drogándose con la colonia del menor y cada vez más apretando la piel debajo de sus manos. Succionó sin pensarlo, rozando sus dientes mientras se encargaba de, por lo menos, dejar una marca sobre Kenma, quien se movió sobre él desesperándose. Kuroo lo retuvo, obligándolo a jadear por segunda vez.

Cuando los labios de Kuroo se alejaron, Kenma sintió su piel palpitar y extrañamente húmeda. Se sentía agitado pero parece ser que a Kuroo no le importó mucho porque regresó a su cuello y siguió trabajando en él, haciéndolo temblar otra vez.

Era una sensación única y pensó que de ahora en adelante sería su favorita. Así que dejó que Kuroo hiciera lo que quisiera con su cuello, no le importaba si tendría sus labios sobre él.

Cuando sintió sus manos acariciar su cintura, dando apretones por encima de su camiseta, jadeó. Le molestaba no tener contacto directo pero sabía que el pelinegro no volvería a sacarle la camiseta, así que intentó conformarse con eso.

Sin embargo, al moverse en su regazo, una —mala— idea pasó por su cabeza. Kuroo se quedó quieto. Se congeló al sentir el pequeño salto que dio Kenma en su lugar. Se sintió bien, vaya que sí, fue una corriente eléctrica que lo hizo temblar.

Kenma también se quedó quieto, expectante por la reacción del pelinegro. Fueron largos segundos de silencio en los que solo necesitaba un simple «sí» para intentarlo otra vez.

Y cuando los dedos de Kuroo tomaron su cintura y lo levantaron un poco, Kenma supo que seguirían haciendo eso. Apretó sus labios y se dejó caer sobre él, apretando sus hombros mientras que Kuroo jadeaba.

Si debían ser sinceros, no sabían qué mierda estaban haciendo. Quizás era la simple calentura del momento por culpa de la edad, pero tampoco debían preocuparse mucho. Haruko y su padre no estarían en casa y no es como si fueran a llegar a tocarse sin ropa, así que no tenían miedo. Sin embargo, los nervios se colaban por debajo de su piel rápidamente.

Kuroo no iba a evitar negar que quería tocar a Kenma. Su cabeza daba vueltas y él quería que la piel de Kenma estuviese bajo sus dedos. Odiaba ser tan respetuoso.

—Kuro —Kenma jadeó y el pelinegro siguió moviéndolo sobre él—. Quiero más, por favor. Quiero más.

Si debía ser sincero, no sabía qué hacer. Y por ver a Kenma, parecía que al teñido no le importaba ni un poco que pudieran irse a la mierda.

—No podemos más, Kenma.

El menor pareció lloriquear. Kuroo se sorprendió ante su reacción.

—Si seguimos no podremos parar —acarició su costado, con su pecho doliendo por querer seguir—. Yo quiero igual que tú pero es muy pronto, ¿entiendes?

Kenma dejó caer su cabeza contra su hombro y asintió. Si Kuroo había aguantado por años, ¿por qué él no podría por un mes más?

Just The Two Of Us | Kuroken Donde viven las historias. Descúbrelo ahora