Capítulo 7

5.8K 616 80
                                    

Kenma soltó un suspiro cuando salió de la escuela y se encontró con la mirada del pelinegro. Kuroo lo esperaba en silencio y, si bien eso era algo normal desde hace años, por primera vez en su vida, se sentía nervioso caminando hacia él. Ahora todo era distinto. Kenma sabía que no se saludarían como si fueran amigos, incluso aunque no hayan hablado de lo que realmente eran.

Sintiendo sus piernas temblar, caminó hasta él y dio un gran respiro cuando quedó frente a Kuroo. El pelinegro tenía su típica sonrisa ladina, demostrando que de vez en cuando podía parecerse a un gato. Kenma se preguntó si por eso también le gustaba su mejor amigo y descartó el pensamiento al instante que Kuroo habló:

—¿Nos vamos?

Solo se limitó a asentir. Cuando comenzaron a caminar, iban en silencio. Esto era algo normal, desde hace años el camino hasta la estación de tren se sumía en un gran silencio donde Kuroo observaba la ciudad pensativo y Kenma jugaba con su consola. En el tren hablarían un poco, intercambiarían palabras diciendo cómo estuvo su día y qué harían cuando lleguen a casa, luego se quedarían otra vez en silencio hasta bajar. Ahí, por fin, Kuroo comenzaría a hablar y se conformaría con las pocas palabras de Kenma.

El camino fue así. Solo que el silencio no fue tan cómodo como siempre.

Por un lado estaba Kuroo, quien se moría de ganas por preguntarle a Kenma cómo había sido su día y cómo estaba desde el beso. Él quería contarle todo lo que había hecho, desde que entró a su salón hasta como terminó rogándole al director que no manchara su registro como adulto porque su padre lo mataría. Quería decirle que a Yaku le gustaba alguien si solo bastaba con escuchar su voz, sin embargo temía hablar porque no sabía cómo reaccionaría el menor a su lado. Podía notar lo incómodo que estaba Kenma.

Aunque realmente no era así. Kenma estaba igual de ansioso que él, solo que no sabía cómo expresarse y no podía encontrar las palabras adecuadas para preguntarle al pelinegro por qué no hablaba. Como pensó antes, todo sería distinto de ahora en adelante. Incluso si decían terminar con lo que sea que tenían, eso cambiaría todo. Quizás habían saltado al precipicio con confesarse, pero por suerte lo habían hecho juntos.

Cuando llegaron a la estación de tren, Kuroo dejó solo a Kenma para ir a ver a qué hora pasaba su tren. Kenma aprovechó ese momento para practicar, mentalmente, lo que le diría cuando volvieran. ¡Debían hablar! Esto estaba convirtiéndose en algo incómodo y lo que menos quería era ese tipo de silencio con Kuroo. Le generaba más ansiedad de lo normal.

—He vuelto —Kuroo lo hizo sobresaltarse en su lugar. Kenma alzó la mirada unos segundos—. Dentro de treinta minutos pasa.

Suspiró sentándose a su lado. Estaban en el suelo, por cierto.

—Estaremos aquí, sin hacer nada, por treinta minutos... —Kuroo murmuró con una mueca en sus labios.

Kenma apretó sus labios y asintió, bloqueando la pantalla de su consola y guardándola en su bolsillo. Las rodillas de Kuroo se golpeaban de manera intencional con él, aunque no parecía que estaba haciéndolo para llamar su atención o algo, parecía que Kuroo lo hacía por puro aburrimiento. Tenía la mirada perdida en la gente que pasaba y Kenma se preguntó que estaba pensado.

—¿En qué piensas tanto? —preguntó en voz baja, observando sus rodillas.

Kuroo lo miró de reojo.

—En cómo hablar contigo sin que sea incómodo.

Respondió sincero y Kenma asintió.

Volvieron a quedarse en silencio por unos segundos más. Kenma intentaba procesar las palabras del pelinegro para formar una oración coherente, sin embargo temía decir alguna estupidez y se retraía a él mismo. ¿Qué se supone que debía decirle? Podría empezar con algo fácil: "¿Cómo estuvo tu día?" Pero quizás terminaba diciendo alguna tontería por sus nervios. Odiaba esta situación.

—No está funcionando —murmuró.

—Claro que no —Kuroo sonrió de manera ladina mientras negaba. Observó a Kenma unos segundos después y dijo—: Esto se siente extraño —Kenma asintió—. Y es gracioso porque nunca me costó hablarte cuando no sabías que me gustabas.

¡Bingo! Kenma había procesado sus palabras rápidamente y había recordado lo que hablaron en la mañana. Era un buen momento para que Kuroo abriera la boca.

—Hablando de gustarte... 

Por primera vez en su vida quiso poder tener el valor de hablar más fuerte.

—¿Cuándo empecé a gustarte? 

Preguntó bajando la vista y jugando con una pequeña piedra al lado de sus zapatos. Kuroo siguió golpeando sus rodillas y suspiró, desviando la mirada.

—Dos o tres años después de conocernos. Contigo descubrí que me gustaban también los chicos.

Kenma mordió su labio inferior y asintió. ¿Ahora qué se supone que tenía que decir? No había pensado en una respuesta a lo que Kuroo podría haber dicho porque ni siquiera había pensado en eso. Su mente estaba en blanco desde que el pelinegro se sentó a su lado.

—¿Y tú? —Kuroo buscó los ojos de Kenma pero fue inútil, su cabello tapaba los costados de su rostro. —¿Cuándo empecé a gustarte? 

Una sonrisa inconsciente se asomó por sus labios y Kenma olvidó cómo respirar por unos segundos.

Debía ser sincero con él. Después de todo, Kuroo sabría si le mentía y eso solo ocasionaría que lo molestara todo el camino para que le dijera la verdad. Kenma soltó un suspiro bajito y siguió jugando con la piedra por el suelo.

—No lo sé. Quizás siempre me gustaste y lo empecé a notar hace dos semanas.

—Cuando me empezaste a ignorar... ahora todo tiene sentido —Kuroo rio sin gracia.

Ahora no sabía cómo responder o seguir con la conversación. ¿Qué se supone que debía decir ahora mismo? Kuroo no parecía molesto con su actitud, aunque probablemente, durante esos días, estuvo comiéndose la cabeza y quejándose de Kenma a la vez. El teñido pensó que podrían hablar de eso, pero no sabía con qué le saldría Kuroo.

—¿Tu madre te dijo que vamos a cenar? 

Se sobresaltó al escucharlo hablar otra vez. Kenma frunció su ceño y lo miró de reojo.

—¿Quién te invitó a cenar? 

Kuroo lo miró sonriente.

—Soy tu próximo novio, Kenma. Es obvio que ya puedo quedarme a comer cuando quiera.

—Toda mi vida has sido mi novio entonces —puso los ojos en blanco y Kuroo rio—. Desde que nos conocemos te quedas a comer en mi casa sin pedir permiso. ¿Tu padre no te extraña?

—No lo sé —se encogió de hombros—. Quizás lo hace pero no lo dice.

—Deberías preguntarle.

Chasqueó la lengua y desvió la mirada. Kenma sabía que a Kuroo no le gustaba hablar de su familia. No sabía por qué y jamás le había preguntado, pero no creía que fuera por algo realmente malo o serio. Después de todo, el padre de Kuroo siempre le daba toda la comodidad que él pedía.

—¿Esta noche puedo quedarme a dormir? —preguntó cambiando de tema. 

Kenma quiso reprochar, pero la pregunta lo atontó.

—Claro que no —respondió obvio. Kuroo lo miró indignado y Kenma desvió la mirada—. No me mires así, no puedes quedarte a dormir ahora.

—¿Por qué? Es injusto.

—Ahora todo es diferente, Kuro —Kenma apoyó su cabeza contra la pared y clavó sus ojos en el techo—. Se sentirá extraño e incómodo. No quiero eso.

Lo escuchó suspirar. Pensó que era un poco caprichoso.

—Deberíamos pararnos, no falta mucho para que venga el tren.

Just The Two Of Us | Kuroken Donde viven las historias. Descúbrelo ahora