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Quería verlo, deseaba con todo lo que tenía mirarlo a los ojos y decirle lo mucho que lo quería, que estaba enamorado y que él no lo haría sentir tan mal como su actual novio.

Un tiempo, tal vez un mes, fue suficiente para que eso dejara de ser sólo un deseo y pasara a ser una necesidad. Su piel necesitaba estar en contacto con la de él y sentir su respiración contra la suya. Se sentía incompleto y enojado, enojado con la vida porque lo había puesto tan lejos pero tan cerca del amor de su vida.

No podía vivir sin él, tenía que hacer algo urgente para verlo fuera de su computador y fuera de sus fantasías, quería hacer sus sueños realidad. Así que, comenzó con su plan: pequeño, improvisado pero funcional.

Empezó a trabajar con lo que tenía.

Ya sabía dónde vivía, sabía los horarios de su familia gracias a cada que alguno entraba a su habitación para avisarle que ya se iba. Su madre diario se iba entre las ocho y nueve de la mañana, era abogada y siempre estaba muy ocupada; el señor por el contrario, era psicólogo y por el confinamiento, trataba a sus pacientes por Skype, y algunas veces en su consultorio, que ni quedaba muy lejos. Se preguntaba por qué no atendía a su hijo y lo ayudaba, pero era obvio que la ética profesional se lo prohibía. Su hermano, Jungwoo, sólo se aparecía en las noches, únicamente llegaba a su casa dormir, pues los primeros semestres de ingeniería lo consumían rápidamente.

No era una opción entrar por las ventanas.

Ding!"


cristal | jaedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora