Capítulo 1

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Paseaba viendo de lejos las palmeras, estas siempre me recuerdan a cuando en mi recién comenzada adolescencia, quizá con unos catorce-quince años, soñaba con ir a Los Ángeles, ¿el por qué?, no me acuerdo, pero se veía muy bien en internet y en las...

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Paseaba viendo de lejos las palmeras, estas siempre me recuerdan a cuando en mi recién comenzada adolescencia, quizá con unos catorce-quince años, soñaba con ir a Los Ángeles, ¿el por qué?, no me acuerdo, pero se veía muy bien en internet y en las películas.

Cuando fui la primera vez, de verdad creí que era así, y tampoco estuvo tan mal, pero al fin y al cabo era una etapa de la vida en la que sólo quieres tener novio, salir de fiesta, tener mucha ropa y dinero.

Llegué a allí con dieciséis años, en ese tiempo en el que todo el mundo quería ir de intercambio, y yo con mucho esfuerzo lo conseguí.

El caso es que me gustaba la idea de estar sola y alejada de mi familia y todo lo que algún día conocí, así que me quede en América, pero el año de intercambio de acabó y decidí cambiar de destino, por lo que acabe viviendo aquí, en Puerto Rico.

Miré al cielo viendo cómo otro avión acababa de despegar, bajé la vista otra vez al camino y le di un sorbo a mi bebida.

A los pocos minutos llegué al aeropuerto, entre allí y me senté en las sillas en las que la gente espera para subir al avión, hacer el check in o cualquier cosa.

Me senté allí como de costumbre y eché una ojeada alrededor, lo típico que uno hace cuando va a un sitio.

Estuve como media hora, viendo reencuentros de desconocidos pero que por alguna razón, siempre emocionan al verlos.

Llevo viniendo aquí mucho tiempo, simplemente me siento y observo a la gente, me gusta hacerlo. Verles llorar al ver a la otra persona, cuando echan a correr en dirección de ellos, o ver las sonrisas que hacen que sus rostros se iluminen en cuestión de segundos.

La primera vez que pisé el aeropuerto de Los Ángeles no pude evitar llorar al saber que iba a estar lejos de mi familia y amigos un año entero, pero al final, no fue ni peor de lo que pensé. Los llamaba todos los días, hacíamos videollamada, les contaba sobre mis días y ellos de los suyos, hasta que poco a poco perdí esa costumbre, soy una persona solitaria y no tengo problema alguno con estar más de 2 días sin tener contacto con mis conocidos de España.

Mientras miraba hacia adelante pensando en mis cosas, pasó un chico, uno como cualquier otro, pero que llamó mi atención.

No fue por el hecho de si era guapo, estaba bueno o algo similar, sino por la mirada vacía que adornaba su cara y el verlo solo, sin nadie que llegara a recibirlo, sin más compañía que su maleta, la cual arrastraba con la mano izquierda, y su móvil en la otra.

Esa mirada fue algo que yo reconocí al instante, ya que era la que yo tenía desde hace algún tiempo sin ningún motivo aparente además del no saber que hacer on mi vida.

Conectamos miradas y una pequeña sonrisa contagió la mía por lo que solo fueron segundos, pero que parecieron minutos,y sin más siguió su camino y se fue.

Me levanté de mi asiento al recordar que tenía que arreglar unos papeles y procedí a irme a casa yo también.

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The airport - Benito Martinez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora