-Estoy molesto-Shido levantó la mirada de dónde se encontraba -¿Molesto por qué, mi gran rey?-
-Ese idiota novio que se consiguió mi hermana. No me termina de caer bien del todo- Cerré mis piernas presionando su rostro entre ellas logrando desconcertarlo un momento.
-Y no me digas "Gran rey" suena estúpido- Shido sonrió y acto seguido separó lentamente mis muslos y comenzó a lamer uno dándose su tiempo. Jamás lo aceptaría, pero amaba que hiciera eso.
Tomé su rostro entre mis manos olvidandome de mi enojo por mi estúpido cuñado y deposité un suave y húmedo beso en sus labios para después susurrarle al oído con un ligero tono suplicante y lascivo.
-Levántate, pon el seguro en la puerta y ven y házmelo como siempre- al final lamí el lóbulo de su oreja y al parecer fue lo que detonó a ese demonio caliente, porque salió corriendo hacia la puerta para después abalanzarse sobre mí.
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A la mañana siguiente desperté con el monstruo sobre de mí pegado como si fuera un bebé. Era una enorme masa de calor, pero al voltear hacia arriba y verlo dormido, con el rostro más tranquilo que jamás había visto en la vida hacía que valiera la pena el soportarlo todo el día.
Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Cómo siempre tenía marcas por todo el cuerpo, ese tipo era un animal en la cama...
Me di un baño y bajé a tratar de encontrar algo de comida en la cocina. No creí que alguien más estuviera despierto hasta que a la mitad de las escaleras escuché una voz conocida. Era la maldita voz de Kunigami.
-Si. Te veré mañana después de salir de la casa de los Itoshi. Ya sabes cómo es, le gusta que pase tiempo con ella y considerando quien es, sus hermanos y el poder que tiene su familia no puedo deshacerme de ella tan fácil-
Aparecí en la puerta de la cocina y me recargue en ella con los brazos cruzados - ¿Deshacerte de quién? -
El idiota brincó del susto y casi tira el teléfono al piso -¡Ah! Sae, eres tú. Pero que susto me diste- Típica respuesta de un idiota- Responde la pregunta- Dije serio.
-Ah...una vieja camisa que tengo en casa. ¡Si, una camisa! - Una respuesta aún más idiota que el que la dijo.
Ignoré su respuesta y caminé hacia la alacena para tomar un tubo de galletas y comer una.
-Más te vale que no hayas estado hablando de mi hermana. Sabes por qué le decimos Rei, ¿no? Porque es la Reina del lugar, la casa y el mundo. Los Itoshi estamos por encima de todos y tú tienes suerte de que ella se haya fijado en tí. Y quiero decirte que en cuanto se te ocurra lastimarla te voy a hacer pedazos con todo el poder de nuestra familia y personalmente me voy a encargar de romperte las piernas y que jamás puedas volver a tocar un estúpido balón por el resto de tu miserable vida. ¿Entiendes "Gami"? - Finalicé con sarcasmo el apodo que le había dado mi hermana y sin esperar respuesta salí de la cocina comiendo una galleta.
Al llegar a mi habitación Ryusei estaba sentado a los pies de la cama con la mirada perdida hasta que me vió.
-¿Por qué sigues desnudo si sabes que hay ropa tuya en el armario?- pregunté acercándome a él.
-Amor mío ¿Cómo puedes pedirme que me vista sí te tengo frente a mi en ropa interior y con una camisa mía?- tomó mi cintura entre ambas manos y pegó su oído a mi estómago.
-¿Crees que si lo seguimos haciendolo, algún día haya ahí dentro un pequeño Shido?- preguntó muy esperanzado.
-Hombre, eso es imposible- dejé las galletas aún lado y me subí a sus piernas sentándome con las mías por un lado y no pude romper sus esperanzas.
- Pero puedes intentarlo - dije pasando mi mano por su cabello revuelto y una vez más lo hicimos por la mañana hasta el medio día.