CAPÍTULO 7

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—Jaque mate.

Dimitri negó con la cabeza ante las palabras de Vlad. No porque no tuviera razón, claramente la tenía y le había ganado. Era más bien una negación para sí mismo. Pocas veces conseguía superar a su camarada, que manejaba el ajedrez con bastante maestría.

—¡Maravillosa! ¡Preciosa! —exclamó de repente Vlad.

Dimitri levantó la cabeza, alerta al escucharlo, pero entonces lo vio con los ojos abiertos y una sonrisa en la cara hacia un punto tras él. Se giró rápido para ver de qué se trataba y, al hacerlo, pensó que las palabras de Vlad se quedaban bastante cortas.

Anya llevaba puesto el vestido que él le había comprado. Ese hecho le complació más de lo que debería, pero ver cómo le quedaba lo dejó impactado. Era perfecto para ella. Se amoldaba a su cuerpo, como si lo hubieran confeccionado con sus medidas. El color resaltaba el de sus ojos y su pelo parecía brillar con más intensidad; durante esas últimas semanas le había crecido y ahora lo recogía en una coleta baja con un lazo a juego con el vestido. Le había dado su toque personal, por supuesto, y el cinturón marrón que llevaba en su ropa vieja se lo había colocado, junto con sus medias y botines.

Giró sobre sí misma mientras hacía volar la falda del vestido, esa que un rato antes había comparado con la carpa de un circo. En ese momento a Dimitri no le dio la impresión de que a ella le disgustara, sino todo lo contrario. Una sonrisa estuvo a punto de salir en su rostro. Tal y como había dicho Vlad, preciosa.

—Y ahora vas vestida para un baile. Y aprenderás a bailar para ir a uno —dijo Vlad, que levantó el brazo de la chica.

Por un momento, Dimitri pensó que comenzaría a bailar con ella y una punzada de celos lo recorrió. Una parte de él creía que sería una pareja de baile mejor para Anya, una pareja perfecta. Desechó ese pensamiento y se obligó a pensar que Vlad era su amigo y que también le gustaría compartir un baile con ella.

Para su sorpresa, su camarada se acercó hasta él y lo arrastró para dejarlo frente a Anya.

—¿Dimitri? —insistió Vlad al ver que no parecía muy convencido.

Se había quedado en blanco. Una cosa era que él pensara que era su pareja perfecta y otra muy distinta bailar con ella. Tenerla ante él, con esos grandes ojos azules que lo miraban sin fijarse en nada más, lo dejó más paralizado de lo que debería.

—No... no se me da muy bien —balbuceó.

Aún así, dejó que Anya cogiera su mano para levantarla. Se obligó a controlar el estremecimiento que sintió ante ese contacto y el de su mano sobre su hombro. En cambio, colocó la suya sobre su cintura con suavidad.

—Y... Un, dos, tres, un, dos, tres —comenzó a contar Vlad al compás de una música que no sonaba.

Los primeros pasos se sucedieron con demasiada torpeza. Dimitri no estaba acostumbrado a no controlar la situación y se veía perdido, mientras que Anya, como siempre, parecía querer llevarla ella y lo obligaba a hacer pasos que él no sabía dónde poner.

—No, no, Anya —los interrumpió Vlad al separarlos—. Tú no mandes, lo hará él.

Anya puso una mueca de disgusto al darse cuenta de que tenía que dejarse llevar. Entonces lo miró a la cara y sus rasgos se relajaron. ¿Estaba confiando en él? ¿Lo haría sin poner pegas ni discutir? Dimitri respiró hondo, consciente de que tenía una oportunidad para demostrar que no era el imbécil que seguro que pensaba que era. Dio el paso que los separaba y colocó su mano de nuevo en su cintura. Resistió el deseo de terminar de deslizarse por ella y acercarla a él. En cambio, agarró su otra mano y comenzó a bailar, tal y cómo Vlad le enseñó también hacía varios años.

Disney New Adult: AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora