CAPÍTULO 13

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—Por favor, informe a su majestad, la Emperatriz viuda, de que he encontrado a su nieta, la Gran Duquesa Anastasia. Está guardando tras esa puerta —lo escuchó decir Anya al otro lado de la puerta entornada.

—Estoy desolada, joven —dijo Sophie, que interpretaba el papel que habían acordado—. La Emperatriz viuda no quiere ver a nadie.

—Puedes decirle a ese impertinente joven que ya he visto a suficientes Grandes Duquesas Anastasias para lo que me queda de vida —escuchó decir a la emperatriz viuda. Su voz sonaba seria y autoritaria.

—Será mejor que se vaya —dijo Sophie en un tono serio.

—Por favor, déjeme tan solo...

—Ahora, si quiere disculparme, deseo vivir lo que queda de mi solitaria vida en paz —continuó la emperatriz.

—Le guiaré hasta la puerta. Venga, vamos, vamos, a la puerta —insistió Sophie.

Anya soltó todo el aire que había retenido. Estaba claro que esa reunión no iba como habían planeado, pero al menos no tendría que enfrentarse a esa mujer. Su voz destilaba cansancio y pena, aunque también una autoridad imposible de rebatir. Dimitri no conseguiría nada.

—Majestad, no intento haceros daño.

Esta vez Anya torció la cabeza desconcertada. Sophie, ante ella con la puerta abierta, se giró confundida. Dimitri no estaba a sus espaldas, sino que había pasado a la parte del palco, ahora cerrada con las cortinas, por lo que Anya llegó a ver desde el pasillo.

—Me llamo Dimitri. Solía trabajar en palacio.

Anya cruzó una mirada con Sophie sorprendida. ¿Dimitri había trabajado en palacio? Nunca se lo dijo.

—Vaya, esa sí que es nueva, debo decirlo —replicó la emperatriz.

Un golpe en las cortinas le indicó a Anya que se encontraban justo al otro lado. La voz enfadada de la emperatriz le llegó con total claridad. Sophie supo que era el momento de devolverle a su tía la intimidad que le correspondía. Le hizo una mueca, como si le pidiera perdón, y se volvió al palco. Su intención era cerrar la puerta, pero Anya puso el pie en el último instante para evitar que se cerrara y continuó escuchando la conversación.

—Espere, no se vaya por favor. Si tan solo me escucha...

La voz de súplica de Dimitri le rompió el corazón. Estaba luchando por ella.

—Ya sé lo que busca. Lo he visto otras veces. Hombres que instruyen a jovencitas en los modales reales.

—Pero si su alteza quisiera escucharme...

—¿Acaso no me ha escuchado? Ya he oído suficiente. No me importa lo bien que haya preparado a esa joven para parecerse a ella, hablar o actuar igual que ella. Luego resulta que nunca es ella.

—Esta vez sí que es ella —la voz de Dimitri sonaba indignada en contraposición del enfado de la emperatriz.

—Dimitri. Ya sé algo de usted. Es ese hombre de San Petersburgo que organizó pruebas para encontrar a alguien que se pareciera a Anastasia.

Anya se quedó paralizada en el sitio. ¿Qué? ¿Dimitri había hecho eso? ¿La había engañado todo este tiempo? De pronto, la losa que parecía haber desaparecido de su estómago, volvió aún más pesada. Le hizo creer que era ella, Anastasia, pero todo era una mentira y ella había entrado en ese juego. No era Anastasia, ahora lo veía claro, y, de una forma tonta e infantil, había albergado la esperanza vacía de encontrar a su familia.

—Pero excelencia, hemos venido desde Rusia solo para veros —insistió Dimitri.

—Y otros han venido desde Tombuctú.

Disney New Adult: AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora