Parte 6

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|VICKY|

— No lo entiendo, yo no puse mi nombre en el cáliz —le dije a Harry mientras cruzabamos la puerta que nos llevaba al salón donde estaban los demás participantes.

— Yo tampoco, ambos vimos cómo era imposible pasar si no tenías 17 años.

Todo era muy confuso. Estaba claro que alguien había puesto nuestros nombres ahí y no sabíamos con qué propósito.

— Harry, esto es un error, así que apenas se aclare significa que no debemos competir, ¿verdad? —titubeé.

Su expresión no me relajo para nada.

— ¿Qué hacen aquí? —preguntó Cedric algo nervioso.

— El cáliz nos eligió a nosotros también —respondí asustada.

Segundos después aparecieron varios profesores.

— Profesor Dumbledore, créame, ninguno de los dos pusimos nuestro nombre ahí, sabe que no es posible —argumenté antes de que dijese una sola oración.

— Patrañas, no había otra manera de que aparecieran allí —protestó Karkarov.

— Claro que la había —exclamó Harry—. Alguien puso nuestros nombres.

Lo que vino después fue una gran discusión sobre si éramos culpables o no, discusión que sólo llevó a la conclusión que más temía.

(...)

— ¿Vas a competir en el torneo de los tres magos? —vocifero Draco sin poder creerlo.

— Yo no quería, alguien saboteo el cáliz seguramente y...

— ¡No te creo nada! —bramo aún más enojado—. Seguro ese Potter queria competir y te convenció de que se inscribieran de forma injusta.

— ¡Yo nunca haría algo así, Draco! Además, ¡¿Crees que esa competencia es de hechizos estúpidos?! ¡Pues te equivocas! ¡Muchos participantes han salido gravemente heridos de este torneo y lo último que se me habría ocurrido es participar!

— Pues yo sí creo que lo habrías hecho —gruñó eufórico—. ¿Sabes por qué? Porque que eres una Slytherin y una Slytherin muy ambiciosa, siempre te ha gustado desafiar a lo que se te ordena, pero esta vez has llegado a un limite, creí que serias más lista.

Eso me decepcionó. Draco y yo habíamos discutido en alguna ocasión, pero nunca me había insultado de esa manera. Me dolió el pecho y rompi en llanto.

Estábamos en medio de la sala común, pero Draco había ordenado a todos que nos dejaran solos.

Me sentía abrumada, todos me juzgaban y suponían cosas de mí hasta el punto que ni siquiera podía reconocerme.

Sentí los brazos de Draco rodearme con cuidado. Entonces sentí que ya no estaba en Hogwarts, sino en la mansión, cuando lloraba y él se preocupaba porque estuviera bien todo el tiempo.

— Necesito ir a dormir.

Me solté de su agarre y fui a mi dormitorio para alejarme de la dura realidad unas horas.

Un cementerio.

Una tumba había sido abierta.

— Volví, mi pequeña.

No sabía de dónde provenía aquella voz, era espeluznante, pero a la vez me transmitía familiaridad.

— No, tú estás muerto.

— Sabes que no puedo morir.

El tatuaje de mi antebrazo produjo un dolor fuerte, aunque soportable.

Amores Que SalvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora