El Raikage no dejaba de mirarla y Shizune pensó que era una idea suya. Una simple tontería. Ese hombre parecía estar enfadado con la vida, por lo que no debería ser algo en contra suya. Su imaginación empezó a volar cuando él se sobresaltó cuando llegó a la oficina del Hokage y la vio. Sin embargo, y luego de que Shikamaru aclarara la garganta, incómodo, cuando nuevamente los ojos del imponente kage de piel rojiza se posaron en ella, supo que ella no exageraba.
Llevó su concentración al cronograma de la reunión que tenía entre manos y con su lápiz trazó una nueva línea, tenía que llevar la cuenta de su extraña atención.
—Creo que el resto podemos discutirlo otro día —dijo el Raikage, apoyando su peso sobre el respaldo de la silla, haciendo que esta crujiera a causa de todo el peso de su musculoso cuerpo—. Seguramente vuelva para la boda de Karui en un par de meses y podemos seguir con las sandeces.
Su visita oficial solo había sido una excusa para verificar que la chica estaba segura de lo que estaba haciendo, ya que para todos fue una sorpresa que Karui se distrajera en uno de sus viajes diplomáticos en la Hoja y mediante una carta avisara que se quedaría permanentemente allí con alguien que nadie conocía en la Nube.
El Hokage estuvo de acuerdo con un gesto silencioso.
—Las bodas son la mejor forma de hacer diplomacia y asegurar las alianzas, mejor que estas reuniones, al menos —dijo entonces el Raikage y le dio una mirada severa a Shikamaru—. ¿Cómo lo hacen?
Shikamaru no estaba listo como consejero, pensó Shizune, ya que el chico no consiguió morderse la lengua.
—¿A qué se refiere? —el tono molesto lo delató.
—A convencer a Karui y Temari en venir para acá —resopló como un padre celoso—. Veo que el Kazekage perderá a su hermana y una de sus consejeras y guardaespaldas.
Shizune supo que el hombre venía con ganas de discutir o descargar su ira de alguna forma.
—Señor Raikage, si usted estima que terminó la reunión, podría ofrecerle unos refrescos en la terraza. Karui, junto Akimichi Chōji e Yamanaka Ino, lo esperan a usted y a sus guardaespaldas para que puedan relajarse y terminar el día.
—Kakashi —dijo él luego de mirarla a los ojos por unos ínfimos segundos y volverse bruscamente a su colega—, ¿cuánto le pagas a tu asistente?
Shizune se ruborizó y su jefe se encogió de hombros, lo que menos le gustaba era tratar con otros kages y sus peculiaridades. Él y Mei eran los más difíciles de tratar cuando visitaban la aldea, la única que imaginaba que podría manejarlos era precisamente su asistente, por lo que, si ella se iba con el Raikage, ni él ni Shikamaru podrían evitar una inminente guerra entre la Hoja y sus aliados.
—¿Cuánto te paga? —le preguntó finalmente a la morena con una sonrisa torcida—. Triplicaré la paga.
Kakashi suspiró y se volteó a ver a la morena con un poco de curiosidad. Shizune juntó sus labios hasta que su boca se transformó en una delgada línea, un poco ofendida que su jefe pensara que ella aceptaría. No podía dejar la aldea ahora que había heredado la vieja casa de su difunto tío y era capaz de poder finalmente empezar a construir una vida tranquila en su país natal.
—Es una oferta generosa —reconoció el Hokage.
—Quizás debería subirme el sueldo —replicó enfadada, causando la risa del Raikage.
—Vayamos por esos refrescos —dijo más relajado, pero en el resto de la velada no dejó de mirarla.
En la terraza exquisitamente decorada por las flores Yamanaka, ella buscó un asiento apartado para hacer unas notas antes de que su reloj de pulsera le indicara que era tiempo de escapar. Izumo y Kotetsu se encargarían relevarla luego en la pequeña fiesta oficiada por la heredera Yamanaka.
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Días de la Semana
FanfictionShizune piensa que no es más que una simple asistente, que no es hermosa ni mucho menos atractiva. Nadie debía verla, menos el Hokage. Fanfic para el evento de Shizuneweek.