Capítulo XV: La Cena

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Shizune tocó la puerta privada que conectaba a la habitación de su jefe. No hubo respuesta, quizás estaba en la ducha, pensó; o quizás estaba durmiendo. Ella pasó saliva, nerviosa, demasiado consciente de lo que estaba utilizando en esos momentos: el conjunto con el que Terumi Mei había tratado de sobornarla para liarse con su jefe. Jamás habría comprado algo tan corto, o tan femenino. Crecer con Tsunade y sus llamativas curvas habían hecho que eligiera un guardarropa mucho más recatado. Ahora la rubia se encontraba de viaje y ella había dejado que una extranjera como Mei la vistiera.

Tocó una vez más la puerta, pero el resultado fue el mismo. No había remedio, tenía que entrar sin importar lo que estuviese haciendo su jefe para apremiarlo en asistir a la cena. Todos estarían allí, incluida Mei y sus encantos, atributos que podría sacar de una novela erótica que tanto leía.

—Disculpe... —dijo ella apenas entró, pero la habitación estaba en penumbra y una brisa helada entraba por la ventana.

Hatake Kakashi había decidido escaparse justo esa noche. La morena apretó los labios hasta que estos formaron una línea, no podía decir que este comportamiento le sorprendiese, él sabía qué era lo que significaba el estar junto a Terumi Mei en una cena, la vieja Koharu se lo había dejado en claro cada vez que mandaba a llamar a su asistente a tomar té junto a ella. Claro, no le sorprendía, pero sí sentía un nudo en la garganta que hablaba de lo decepcionada que se encontraba. ¿Por qué?, se preguntaba, ella no era más que una asistente y esta no era una cena entre ellos dos. Decenas de personas estarían allí, provenientes de todas las aldeas influyentes. Las fantasías de Terumi Mei se le habían subido a la cabeza.

No tuvo mucho tiempo para perderse en su melancolía, ya que empezaron a golpear la puerta principal. Su escolta estaba listo para llevar al Hokage y a su asistente a la cena.

Apenas ella abrió la puerta, Genma y Raidō entendieron la situación.

—Así que se escapó... —rio el de la aguja—. No me sorprende de él.

—¿Iremos a la cena, Shizune? —intervino el de la cicatriz.

—No lo sé —resolvió la morena, volteándose hacia la habitación vacía. La cortina se movió violentamente con la brisa nocturna—, ¿tienen hambre?

—Sí —replicó Genma con calma—, pero podemos ir a la ciudad. No es necesario ir a la cena. Nuestro jefe nos acaba de dar la noche libre.

—La señora Koharu me matará —dijo Shizune con un suspiro.

Imaginó a la vieja pegándole con una vara en el patio de la Torre, ese sería su futuro si fuera con la escolta a la ciudad, ignorando su misión en aquella aldea donde llovían piedras cada cierto tiempo.

No podía estar pasándole, se dijo; no podía evitar repasar la tarde junto a la Mizukage y recordar lo ridícula que se veía con todas esas tonterías de matrimonio con Hatake Kakashi, ese lobo solitario que dedicaba sus días a leer una y otra vez las mismas novelas que un viejo verde había escrito alguna vez. Sin embargo, Shizune había caído más profundo en sus redes y subconscientemente creía que estaban teniendo una especie de relación. ¡Ella! Una simple asistente.

Hoy más que nunca pensaba en renunciar para alejarse lo que más pudiese de la aldea.

Kakashi no la quería más que para llevar a la práctica sus fantasías eróticas.

—No, iremos a la cena —dijo ella—. Tenemos que terminar con esto.

Bien —le respondió el quemado, a su lado Genma parecía menos convencido.

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