Un viejo amigo.

37 2 0
                                    

El corazón por poco le saltó de la boca cuando confrontó la escena de Chris intentando abusar de Axl, atrapado con la camiseta levantada y ahogado en sus balbuceos incomprensibles por el paliacate en su boca y la música en el máximo volumen sacudiendo sus tímpanos. Sus pisadas toscas lo llevaron al rubio, y jaló los hombros de la camisa a cuadros que vestía para aventarlo lejos del pecho de su novio.

La bruma en su mente hizo que su actuar fuera automático, predispuesto a protegerse y a proteger al hombre cautivo al que levantó por la cintura mientras le bajaba el trapo azul para sacarlo de entre sus labios temblorosos y agitados.

Ni bien se estabilizó en pie, el pelirrojo corrió a patear a Weber, que continuaba en el piso, queriendo seguir golpeándolo hasta cansarse, pero Izzy no se lo permitió porque la prioridad era que salieran de ahí lo más rápido posible.

No tuvo tiempo de pensar en desatarle las manos, lo agarró nuevamente de la cintura para guiarlo escaleras abajo en la vieja, rechinante y polvorienta casa rodeada de ninguna otra cosa que no fueran árboles y arbustos y pasto crecido. El guitarrista había entrado por la inservible puerta trasera a dos cuartos de distancia, por eso al ver que la puerta principal estaba a uno solo se dirigió junto con Rose a ella. Se separó de él a un paso de alcanzar la madera para quitar el pestillo de cadena que le negó el acceso anteriormente.

El hombre de cabello bermejo se detuvo detrás de su compañero para tomar un respiro, necesitado de aliviar el mareo que le atosigaba la cabeza. Pero el ambiente pesado no le dio el aire que deseaba, sino uno concentrado de podredumbre, asqueroso. Miró a su alrededor, las paredes corroidas que acumulaban la suciedad y telarañas destruidas. Parecía que hasta las mismas arañas hubieran preferido huir del tenebroso hogar. El cerúleo de su mirada se paró horrorizado en el fondo de la habitación a su derecha que le mostraba una sala grisácea con un sofá largo en donde yacía un cuerpo sin la cabeza y sin uno de sus brazos, con la piel que combinaba con el color de fondo.

Izzy vio a Axl, luego a lo que este miraba, asimilando en su angustia creciente que el tatuaje de la rosa cruzada por un par de baquetas chorreando sangre significaba que estaban frente al cuerpo de Steven. Un estruendo apabullante congeló sus cuerpos en el sitio; una bala proveniente de las escaleras que pasó al lado de sus cabezas, impactando la puerta medio abierta que se cerró con un nuevo agujero en su estructura.

La sonrisa cínica y psicótica de Chris reinó en el silencio consecutivo, a la cara del Stradlin descorazonado y la espalda amilanada de Rose a la que se acercó paso a paso, apuntando la pistola a la cabellera rojiza.

—No lo toques —el soplo que le sirvió de voz no impuso ningún respeto.

—¡No te muevas!

Apretó la empuñadura del arma y pegó el cañón al cuero cabelludo del vocalista, rodeándole el cuello con su brazo libre. Avanzó así, con el otro al frente para acorralar al tercero, utilizando su cuerpo otra vez, jugando con ellos.

—¿Vas a contarle lo que hicimos, Billy?

Depositó un beso en la parte trasera de la cabeza del mencionado, provocando al más alto.

—¡No lo toques, bastardo! —exigió Izzy de nueva cuenta.

—¡Cállate y jódete! —la pistola hizo mayor presión contra la cabeza del bermejo—. Estoy harto de ustedes dos. Ustedes realmente nunca me quisieron en su banda, nunca me quisieron cerca. ¡Me utilizaron, y a mis canciones!

—¡Chris, basta!

No hubo una respuesta a la plegaria del hombre pálido. No una que involucrara palabras, pero la pistola descendió lento a lo largo de su cuello, en la amplitud de su espalda, fijándose en su cadera. Axl se refugió en los ojos avellana delante de los suyos, creyendo que el diminuto brillo que en ellos encontró sería capaz de salvarlo de cualquier peligro.

—¿Y no serás mío tampoco? —murmuró, frustrado. Cortó la cuerda que ataba sus manos con el cuchillo largo con el que dañó a cada una de sus víctimas, y que limpió especialmente para el hombre de sus sueños, permitiéndole sentir la libertad que seguro añoraba por un pequeño lapso, la duración de un suspiro, retomando su dominio al apretarle el cuello con los dedos—. Si no puedo tenerte, Billy, nadie más lo hará.

Con la mirada clavada en la de Stradlin, enterró el acero a través de la piel translúcida de su querido Billy, con un golpe tan repleto de resentimiento que la punta del cuchillo le salió por el abdomen. El agredido trató de sostenerse de la pared, pero sus brazos no tuvieron la fuerza para aguantarse, chocando bruscamente contra el torso de su novio.

Chris apalancó el arma para sacarla, no obstante, el de cabello azulado lo detuvo de un puñetazo en el ojo, apenas bien dado. Luego, protegió al pelirrojo envolviéndolo en sus brazos.

—Mierda... —el salvaje escenario perturbó a Duff, quien, habiendo llegado por detrás del chico armado, se le lanzó encima dominando con su brazo el cuello de éste.

Weber no iba a rendirse ni pronto ni fácilmente, lo descubrieron cuando se desató una pelea entre los dos hombres para conseguir la pistola atorada entre su espalda y el cinturón de sus pantalones.

Con los brazos enganchando a los del joven armado, McKagan le gritó a sus amigos que huyeran. Los brazos de Izzy indispuestos a soltar a Axl lo acunaron en su pecho, cargándolo con su abdomen quedándole un quejido entre labios que apretó para darse el valor de salir de ahí.

El carro rosa restaba empinado en el pequeño barranco que bajaba a la casa desde la carretera, y era en la orilla de ésta en donde habían dejado el Corvette encendido. En su primer intento por ascender, el pie de Stradlin resbaló de la tierra y el pasto secos que se desmoronaban al tacto. Tuvo que detenerse de caer con sus rodillas, bajando a Axl un momento delante de él, apretando los ojos y gimiendo por el esfuerzo, con la cara bañada en sudor.

—Está bien, Iz. Déjame aquí...

—Esto no es una puta película. Sabes que no voy a dejarte.

Se le escapó una risa baja nerviosa al pelirrojo, que se apoyó en sus temblorosos brazos para no causarse más daño con el cuchillo que le atravesaba el torso. Aún si lo que decía era en serio, sabía que Izzy no iba a dejarlo. Nunca lo hizo y nunca lo haría.

—Jamás me acostaría con Chris.

—Lo sé, no tienes que decirlo. Te creo.

La punta del cuchillo en rojo y las salpicaduras de sangre en la camiseta hacían que la herida se viera espantosa. A pesar de ello, en apariencia no le provocó una hemorragia y Axl aguantaba el dolor perfectamente, lo que creía que era una buena señal. Finalmente sus manos lo tocaban de nuevo, despejando su rostro de los cabellos pegados, limpiándolo del sudor y los restos de sus lágrimas. Finalmente sus brazos lo protegían de nuevo.

Sus labios se hubieran tocado de nuevo también si la explosión de pólvora al interior de la casa no les hubiera impresionado. Los dos voltearon la cabeza hacia donde se produjo el sonido, temiendo que la bala hubiera terminado en la persona incorrecta.

El asesino del carro rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora