El maniaco.

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Al cumplir los veintidós, su mejor idea fue mudarse a la grande y lejana Ciudad de Nueva York. Quiso estar lejos de sus padres, de sus problemas, de los recuerdos que todavía le atormentaban y le orillaban a tomar largos tragos de la fiel botella que le acompañaba de manera permanente. Le era imposible reponerse del mal trato que Bill, su Billy le había dado.

Y le molestaba. Le enfurecía el pensar en lo mucho que le dio a Bill para recibir tan poco de él. ¡Hasta le encontró una voz única que presumir! Pero a cambio Axl le regaló un puñetazo en la cara y una mirada de desprecio en su último encuentro...

¡Eso era! ¡Su Billy se había ido! Dejándole al mundo a Axl Rose; un maniaco egocéntrico que veía por sí mismo y por nadie más. Un loco capaz de hacer cualquier cosa para obtener lo que deseaba; aunque compartían la misma aura angelical de ojos claros, piel nívea y cabello largo bermejo.

Su asentamiento en La Gran Manzana coincidió con el trayecto de la primera gira internacional de Guns N' Roses, quienes se encontraban en Connecticut cuando resolvió que no quería esperar otro par de días para volver a ver a Axl. Así fue como tomó el volante de su convertible rosa y manejó todo en camino en carretera hacia el estado contiguo.

Fuera del salón de hotel en turno, en Connecticut, sus ojos se llenaron de la odiosa imagen de Axl besando a una mujer. Y no pudo soportarlo. Se enteró de la molestia llamada Erin por las notas insaciables de la prensa: se alegró de su separación casi instantánea, pues esa no tenía lugar más que apartada de sus vidas. Y entonces venía esta prostituta cualquiera a intentar aprovecharse de Axl.

Simplemente no pudo soportarlo.

Tuvo que adentrarse al salón para saber de ella, de Alison. A la chica solitaria le gustaba fumar sola detrás del hotel, por lo que su flaco cuello recibió fácilmente el filo del cuchillo cecinero que encontró en la cocina. La sangre brotó a borbotones y sus manos temblaron, apretando el mango de madera que moldeó la piel de su palma.

Los brazos de Alison quedaron extendidos por encima de su cabeza en el suelo, su cuerpo daba respingos constantes, mientras era empapado con su propia sangre encharcándose debajo. Su vista no se movió de ella durante un largo rato en la oscuridad de la noche.

Cada paso que sus pies emplearon para llevarlo de vuelta a su vehículo le reafirmaron que eso que hizo fue lo correcto. Tenía que, tuvo que matarla para que la infeliz no siguiera a Axl nunca más.

Porque Axl Rose era Bill Bailey. Y Bill Bailey era suyo.

...

En Manhattan, su deseo se volvió realidad. Axl estuvo de nuevo frente a él, y lo reconoció. Le sonrió y le tocó el hombro, llevándolo consigo, integrándolo al grupo.

Y luego, se fue con el presumido de Izzy sin decir adiós. ¿Acaso era su querido viejo amigo quien iba a traicionarlo ahora? Queriéndole quitar al hombre que tanto anhelaba tener a su lado.

Las consecuencias de su arrebato las pagó la distraída Rebecca Clarkson esta vez, durante las primeras horas del día, con una puñalada en el cuello fuera del bar que se salió de control cuando la joven trató de sacarse el cuchillo de la garganta, manchando las paredes con su sangre antes de que pudiera cubrirla con su chaqueta y meterla a su Ford Mustang.

Le alegró confirmar al día siguiente que era esa Rebecca otra de las putas a las que conocían.

...

Axl eligió mudarse con Izzy. Y fue Adriana Smith quien tuvo que pagar por su mala elección. Además, se lo merecía, pues la chica era demasiado impertinente, metiéndose en esto y en aquello entre sus pertenencias hasta que descubrió el cuchillo largo ensangrentado con el que había intentado cortar el cuello de Rebecca sin éxito. Trasladó su cadáver desde la casa de ensayos hasta la carretera durante la madrugada, desquitando su enojo con un par de puñaladas extra a lo largo de sus brazos escuálidos y en sus sucios genitales.

Al final de cuentas, tanto ella como Rebecca se habían acostado con su querido Axl. Lo habían retado a hacerlo, a acabar con sus insignificantes vidas. Y, bueno, lo hizo.

...

El resultado de sus esfuerzos por liberar a Axl de esas tres arpías fue encontrarlo junto con Izzy en la misma cama. Desnudos.

¿Esa era la forma en que le pagaba? Como si el drogadicto de Stradlin hubiera hecho todo lo que él hizo por Axl, como darle asilo en su hogar o sugerirle que cantara con la voz que lo caracterizaba o pagarle su primer disco. Como si lo quisiera o se preocupara tanto por él como él lo hacía.

Para Izzy, sabía, Axl era un rato más de diversión. Para él, Bill era su vida.

Siempre lo vio así de claro, desde que lo conoció en la azotea del edificio departamental en ruinas en el que se hospedaba junto con Izzy y la translucidez de su piel le dejó anonadado, pero la pureza de su sonrisa le robó el corazón. Esa sonrisa que sólo tenía para él. Por eso había decidido volver por él, para rescatarlo de las malas compañías a su alrededor que sólo se aprovechaban de él. Quería, simplemente, cuidarlo del mundo.

...

Aún sin jamás haber intercambiado palabra alguna con Alan Niven, el muy enfermo le había librado de su culpabilidad en dos de sus tres asesinatos anteriores. Podía presumir que, prácticamente, era inocente. No obstante, desde el momento en que recibió a Kali, supo que tenía que deshacerse de ella sin importar qué porque a Axl no le agradaría tenerla cerca. Ella se lo merecía también, pero desafortunadamente, Richard King fue quien aceptó subirse a su Mustang en la salida del aeropuerto una vez que volvió a Nueva York.

Las pegatinas de huevos de Pascua y la enorme botarga de conejo que compró para sentarla en el asiento trasero le dieron la confianza suficiente para subirse al vehículo rosa. Después, procedió a contarle cuánto le gustaba la festividad de la Pascua y cómo había conseguido un trabajo como animador en un colegio infantil en donde le prestaron el carro y el perturbador disfraz de conejo que los veía desde atrás por el espejo retrovisor. Todo en cuanto salía de su boca se transformaba en mentiras elaboradas, naturalmente.

Convenció al hombre de que Izzy y Kali lo esperaban en la parte trasera de su edificio, puesto a que el guitarrista ya estaba harto de tener a la perra y no podía esperar a entregársela de una buena vez. Richard lo siguió sin cuestionar sus palabras. Una sonrisa confiada apareció en su rostro.

Debió haber previsto que el hombre le costaría más trabajo que las tres mujeres anteriores, el bastardo le jaló el cabello cuando le rodeó el cuello por la espalda, impidiéndole maniobrar su cuchillo por varios segundos en los que se sintió en peligro de ser descubierto, por primera vez. Tuvo suerte de poder haberle rajado el cuello para proceder a asfixiarlo cubriéndolo con toda la ropa que vació de su maleta de viaje.

...

Axl Rose le robó sus canciones y lo sacó de su vida como a una bolsa de basura, directo al contenedor.

Y en el contenedor de basura olvidó la cabeza y el brazo de Steven cuando se ocupaba de esconder el resto de su cuerpo, lejos de los ojos del mundo. Ya había matado a su asquerosa novia, ¿por qué no reunirlos juntos en el infierno? Si los dos eran un dolor de cabeza más para Axl.

Verlo llorar por él en el abrazo de Izzy le hizo caer en cuenta, ¡había logrado que Billy volviera!

Esos ojos azules que tiritaban de miedo al verlo, ¡cómo los echaba de menos! Y los mismos ojos azules le retaron sin tener una pizca de valentía, respaldados por el desdén de Izzy, la sombra eterna de Rose.

Pero un ángel como él no debería tener una sombra...

...

En la casa de ensayos, acordó consigo mismo que acortar la vida de Slash para que Bill no tuviera que verlo sufrir por Steven era una muy buena jugada. Creyó que Billy había aprendido de su castigo, así que darle otra dosis a Slash con una burbuja de aire directo a la carótida en su cuello fue un obsequio para él y para sus amigos. Nadie iba a verlo sufrir más.

De esas maneras, redujo su camino hacia el hombre de sus sueños. Duff e Izzy se apartaron muy a tiempo y Billy solito aceptó ir a tomar algo con él, y quedándose en sus brazos antes que en los de Stradlin.

A pesar de sus ofensas, los golpes de su puño, el hurto a sus composiciones y su cruel rechazo, lo perdonaba. Lo perdonaba porque Billy era para él y era su todo en la vida.

Lo que tendrían juntos sería suficiente. Para él. Para siempre. Para los dos.

El asesino del carro rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora