01

507 84 4
                                    

—Hola, mi nombre es Sunoo ¡Tus ojos parecen de gatito! Ahora somos amigos.

Fue lo primero que me dijo Sunoo cuando nos conocimos. Yo estaba sentado en una banca en el parque, esperando a que mi abuela volviera con unos helados cuando el mayor se me acerco a hablarme con total naturalidad, como si ya fuéramos amigos.

"Brillo", esa palabra hubiera usado en aquel momento para describir a Sunoo, y es que era tan alegre y burbujeante que parecía brillar por si mismo. En aquel entonces aún brillaba.

—¿Estás aquí sólo? —pregunté tras haber jugado un rato con él. Había aparecido de la nada y ningún adulto del parque parecía estar al pendiente de él.

Asintió con una gran sonrisa en su rostro —¿Ves esa iglesia de allí? —apuntó a un lugar algo lejano a nosotros, al cual yo dirigí la vista. En efecto, cruzando la calle había una gran iglesia —Mis padres están en una reunión... ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, están en un estudio bíblico.

Asentí, sin saber muy bien qué era aquello, pues aunque mi abuela era cristiana, nunca habíamos asistido a la iglesia.

—¿Y por qué no estás con ellos?

—No me gusta la iglesia —respondió de inmediato, sin siquiera dudarlo. Recuerdo haber vuelto mi mirada a él nuevamente, y ya no parecía brillar como antes.

Puedo recordar el haber dudado toda aquella tarde que era eso que tanto le disgustaba a Sunoo de la iglesia, y es que la incógnita hacia que la curiosidad me consumiera.

Jugamos por horas y todo lo que conseguí que me dijera fue que se sentía culpable cuando iba.

A mis diez años y sabiendo poco de su religión, no fui capaz de unir los puntos en aquel momento.

Yo aún no sabía que, incluso para ese entonces, Sunoo ya oraba y lloraba cada noche pidiendo dejar de ser algo que no podía cambiar.

The Story - SungSunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora