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Ser parte de un amor unilateral era considerado uno de los mayores castigos para un corazón audaz y activo; esto porque muchas veces el problema está en que el corazón se niega aceptar lo que su mente ya sabe.

Sin embargo, aunque la sociedad actual comprende la idea de no querer el amor como un escenario poco usual y descabellado, existían personas capaces de no seguir con las reglas que marcaban esta delgada línea de lo normal y es que, aun siendo que pocas, generaban como consecuencia inmediata de sus pensamientos un gran sufrimiento, una gran enfermada.

Entonces siendo así, no era tan difícil entender como los afectados por sus ideas eran quienes más terminarían sufriendo, de raíces que crecían en su interior, de jardines perfectos que nacerían en su cuerpo y saldrían queriendo conocer un atardecer perfecto; causándoles dolores en su pecho, rasguños dentro de su cuerpo, perforando cada pulmón, e hiriendo con tos la tráquea de donde saldría cada pétalo de flor.

Apagando su esencia hasta marchitarlos, porque de esta manera es como se creaba el dolor de un corazón sincero.

Hanahaki.

Producto de un amor no correspondido, de un amor no esperado, de un amor rechazado.

Un fruto que sólo tendría cura si de verdad al final lo cuidarán, si el amor llegaba a ser feliz al final de algún tiempo, si era mutuo y perfecto. Con sentimientos honestos y sinceros que acabarán con el dolor que se sembraba por dentro.

Pero desde una perspectiva idealista ese sería el final perfecto.

No obstante dos formas más existían para acabar con ello; la primera opción planteaba la intervención quirúrgica como solución, extrayendo todos los pétalos, las raíces que se enlazaban en ambos pulmones y asfixiaba el corazón, sin embargo si se lleva el dolor también se lleva los sentimientos y con ello las ganas de amar nunca regresarían, sería como si amar de nuevo fuera una utopía, inalcanzable e inconquistable.

Aun así, por más mal que sonará, el último final era desde la perspectiva de todos el más imborrable e injusto. Era un final sin salida, en donde las espinas alcanzaban todo espacio del interior mezclándose con la sangre, hasta detener el corazón.

Y la última flor de cerezo no le quedara ni un pétalo.

— — — —  

Jeongin despertó aquella mañana con un fuerte dolor de cabeza. Una luz blanca estorbaba su vista del techo y las paredes a su alrededor eran tan claras que lo abrumaban, miro el reloj que se encontraba en lo alto de la pared de aquella espaciosa habitación, el cual marcaba que faltaban aun media hora para el medio día, para él fue bastante extraño, nunca acostumbra a levantarse tan tarde.

Totalmente desorientado, tomo asiento en la cama para ver que no sabía en donde verdaderamente se encontraba, un pequeña incomodidad en su mano llamo su atención, una intravenosa ocupaba espacio cerca de sus dedos. Al tragar saliva logro sentir como el ardor en su garganta había cesado y el dolor en su estómago había pasado a una medida más controlable. Sin embargo, el no reconocer donde se encontraba lo tenía bastante angustiado.

— Hasta que por fin despiertas — la voz suave de Seungmin que abría la puerta de la habitación llamo su atención.

Yang lo observo entrar confundido — ¿En donde estoy, Min?

— En el hospital — susurró, el pelirrojo tratando de ser lo más delicado posible; conocía a su mejor amigo y sabía que a Jeongin no le gustaba el lugar —Posiblemente no lo recuerdes, pero te desmayaste después de llorar, no sabía que más hacer que llamar a una ambulancia — explicó — ¿Comó te siente?

El menor trato de procesar lo que Seung explicaba, ya que tiene algunas lagunas mentales y le era difícil recordar todo lo que sucedió, sin embargo no queriendo pensarlo demasiado se miró a sí mismo y analizó su estado — Me duele un tanto la cabeza y tengo algo de frío, pero creo que me siento bien.

Seungmin asintió acercándose al menor, extendió su mano y la llevó hacia su frente.

— Creo que es normal — sonrió con amabilidad — Debes estar agotado, llamaré al doc...

Antes de que Kim se parará a buscar al médico, el castaño jalo la manga de su sudadera, temeroso por lo que quería preguntar — ¿Estás enojado conmigo?

El pelirrojo suspiro.

— No, aunque por un momento lo pensé — Seung llevo su mano hacia la del menor acariciando sus nudillos — Se que lo hiciste para no preocuparme.

— ¿Eso quiere decir que ya sabes? — el contrario, asintió.

Un silencio sepulcral se extendió por toda la sala varios segundos, Seungmin se sentó en el borde de la cama antes de hablar, aun tomando la mano del menor.

— Jeongin... ¿Desde hace cuánto?

El más pequeño suspiro profundo, tomándose más minutos — Más de una semana — contestó, en un murmuro.

— ¿Que tanto te duele? — Seungmin se atrevió a preguntar

— Cada día un poco más — respondió un tanto afligido.

— Lo supuse, y creo que entiendes entonces que no vale la pena y lo sabes — Seungmin no quería llegar hacer duro con su amigo pero a veces las verdades tenían que ser dolorosas — Así que solo necesitaba que despertaras, los doctores están preparados para operar...

— ¿Operar? — El mayor asintió — No pienso operarme.

Seungmin lo miro confundido

— Jeongin, esto no es un juego. Creo que no estas comprendiendo lo que esto implica — dijo con seriedad

— Lo sé, pero he estado pensando que quizás mi alfa no se encuentre bien y esté pasando un mal momento.

— ¿Y cuánto le durará el momento?

— No lo sé — susurró casi de manera inaudible.

Seungmin se llevó ambas manos a la cabeza — Aun si estuviera pasando por un mal momento, ¿Por qué tu tendrías que pagar por ello?

El alto no recibió respuesta, lo que hizo que respirara profundo antes de hacer su siguiente pregunta — ¿Por lo menos sabes quién es? —

El menor negó con timidez — Pero se cuál es su aroma y de verdad puede que solo sea algo pasajero que esté sucediéndole

— Jeongin, entiende que puedes morir si no haces algo al respecto.

— Lo sé — respondió con nerviosismo — pero solo dale unaoportunidad.

— Los calmantes y remedios que te dieron no son eternos — Al llegar al lugar los doctores trataron de detener parcialmente el crecimiento de las raíces y las espinas. Poniendo en la intravenosa relajantes, que detuviera medianamente el proceso; seguirían creciendo pero por el momento de manera menos acelerada — No pienso dejarte morir y lo sabes.

Seungmin no lo comprendía, no sabía si tenía que ver con que el jamás tendría un destinado, pero para él la resolución del problema era sencilla y Jeongin no estaba siendo consiente de los verdaderos riesgos.

Ante las palabras de su amigo, Yang asintió y sonrió dulcemente.

— Por favor déjame esperar un poco más — el castaño trataba de hablar con seguridad — Confía en mí, Min.

Seungmin revolvió los cabellos del menor, pensando por un momento que realmente no podía pasar por encima de lo que Yang quería — Esta bien tu ganas — la sonrisa del pequeño zorro iluminó su rostro — Sin embargo, tomare acciones si algo malo llega a suceder.

Yang sonrió, atrayendo el cuerpo de Seung al suyo — ¿Puedo pedirte otro favor? — el mayor hizo un sonido de asentimiento — No le digas a Beom.

El chico pelirrojo pensó aquello por un momento, antes decir que estaba de acuerdo, porque de todas maneras siempre terminaba aceptando al noventa por ciento, las peticiones del más pequeño. 

Mint ஜ HyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora