Capítulo (7)

100 8 1
                                    

FABRICIO BAKER

—¿Te puedes calmar?— suelto un bufido, para luego mirar molesto a Dominik.

—Es que no entiendo, porqué mierdas no fue esta semana al instituto— frustrado, me dejo caer en la cama.

Era viernes y durante el resto de la semana Daphe, no había asistido ni un sólo día a clases. Me sentía frutado, no lo quería admitir pero su ausencia me preocupaba.

—¿Y sí la llamas?— Dominik, se sienta a mi lado suspirando.

—No lo sé Dominik, no quiero invadir su espacio ¿me entiendes?, quiero ir de espacio no qui...—

—No quieres que te rechace— termina de completar por mi.

Asiento lentamente desviando mi mirada, sí algo temía en la vida, era sentir dependencia emocional por una persona, odia sentir que dependes de alguien para ser feliz, que sus acciones o palabras te afecten más de lo quisiese. Lamentablemente, Daphe ya tenía ese poder sobre mí.

Sin poder evitarlo, la chica se adhirió a mi corazón cómo si fuese un puto imán, lo peor de todo, es que nisiquiera sabía si ella sentía lo mismo que yo.

—Entiendo, sólo cálmate ¿sí?. Seguramente los profesores, le dieron notas extras, y por eso no se vio en la obligación de asistir... Ya sabes, por su discapacidad— me levanté de la cama de golpe.

Por primera vez, sentí un enojo enorme hacía Dominik.

—¿Qué mierdas tratas de decir?— Dominik, ladeó su cabeza sin entender.

—¿Estás subestimando a Daphe?, dejame informarte que ella es más capaz e inteligente que cualquier mierda de ese instituto—

—Cálmate hombre, no estoy diciendo nada de eso, mucho menos subestimando a
nadie—

—Mide tus palabras Dominik, y no me jodas la poca paciencia que tengo— me miró con sus ojos abiertos grandemente.

Era la primera vez que le hablaba de ese modo.

Estaba consciente que no amanecí con el mejor humor de todos, sabía que Dominik no lo decía por mal, pero aún así todo me estaba causando irritación.

—Llamala, no pierdes nada con
intentar— lo miro un par de segundos, para luego asentir.

Inhalo fuertemente mientras tomo mi celular, entro a contacto y busco rápidamente el número de Daphe. Le marco esperando su respuesta, al tercer repique fue contestada la bendita llamada.

—¿Daphe?— pregunto un poco dudoso.

—Eh no, es Katie ¿quién habla?—hago memoria del nombre, hasta que recuerdo que así se llama su amiga.

—Fabricio, ¿me podrías pasar a
Daphe?— escucho un suspiro del otro lado de la línea.

Sin saber por qué, siento cómo mi pulso se acelera.

—Oh, hola Fabricio. Daphe no puede hablar en estos momentos—

—¿Por qué?, sólo quería saber porqué no había asistido está semana al instituto—

Siempre a tú ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora