Capitulo 16: Coloso Sangriento

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Nunca había visto la fábrica tan llena de gente. Todos los criminales que se había encontrado en el ring estaban ahí. Cada uno de ellos. Algunos hasta tenían vendajes y muletas. Aun en su sufrimiento iban a ver a su salvadora. ¿Cómo podían ser fieles a aquella mujer que los tira a un pozo de mierda a sacrificar sus vidas?

Si, el dinero. Muchos de ellos debían huir. Alejarse en lo más sombrío de la ciudad. Ella les daba dinero y protección. Era lo que más necesitaban. Morir no les importaba, mucho menos si estaban destinados a eso en un principio.

Empezaba a sentirse mareada.

Intentaba tranquilizarse a si misma. Al menos no era como la batalla con Zaheer, donde no tenía claro si moriría al entrar o al salir de ring. No iba a morir. No. No se le iba a conceder semejante regalo.

Kuvira iba a mantenerla viva y a usarla a su antojo. Ese era su objetivo.

Iba a devorar y carcomer cada pedazo de humanidad que tuviese en su cuerpo y en su alma. Ese era la clase de monstruo que era.

Se preguntaba que hubiese hecho el Avatar en su posición.

Soltó una risa para si misma. Hablar de eso era como hablar de vampiros o hombres lobo. Era casi ese tipo de literatura. Aunque más por el ámbito religioso. De todas formas, el Avatar era un salvador de la humanidad.

Un dios, un héroe.

¿Se sentiría así luego de esa noche?

Lo dudaba realmente. Quizás si hubiese podido evitar la muerte de Hiroshi, lo pensaría dos veces. Ahí si sería una heroína, pero ni siquiera podía ayudar a Asami. Era una inútil que solo sabía pelear. No era un héroe en lo absoluto.

Cuando abrió los ojos ya estaba dentro del ring. La gente estaba apegada a las rejas que separaban al público del ring. Muchos de ellos parecían colgarse de ese obstáculo, y daba la sensación que con el peso de todos ellos, podrían echarla abajo. Podía imaginárselos a todos ellos, sedientos de acción y sangre, saltando al centro del ring, tomando cada arma existente, y correr hacía ella con la intención de acabar con su vida.

De matarla.

De bañarse en su sangre.

Soltó un suspiro mientras miraba el suelo polvoriento, manchado de burdeo, sangre de aquellos sin suerte.

Ellos no se tirarían al ring. No lo harían. Tenían miedo.

No de ella, en lo absoluto, para ellos solo era la niña discapacitada que había vuelto a pisar el ring. Para ellos su existencia era mísera. El desdichado Avatar. Miserable invalida.

Aunque les ganara en segundos, su pasado la precedía.

A quien ellos temían, estaba en la otra esquina del ring.

El Coloso.

Su ropa verde impecable.

Sus botas militares lustradas.

Su cabello perfectamente arreglado.

Su mirada siempre severa.

Y su sonrisa, con esa mofa bañada en superioridad.

Kuvira había llamado a todos, con la excusa de demostrarles cómo se hacían las cosas cuando alguien le mordía la mano. Esa era una lección para sus súbditos. Si, era así. Una amenaza silenciosa.

Había disfrazado su duelo como un castigo.

No le extrañaba en lo absoluto. Kuvira podía usar cualquier cosa, palabra, acto, para parecer aún más fuerte y poderosa. Hasta sus errores eran entendidos como una muestra de control. Aprovechaba cada ocasión para mostrarse aún más fuerte.

Sato Fighters (Los luchadores de Sato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora