Capitulo 2: Vueltas del Destino.

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Se quedó unos minutos encerrada en los vestidores.

Intentaba controlar sus temblores. Su miedo. Tenía que controlarse.

Se puso una camiseta azul, unos pantalones cómodos y sus fieles zapatillas y emprendió una carrera hasta su departamento. No miró a atrás. No se despidió. Nada.

Solo huyó, como tantas veces.

Correr era lo único que la alejaba de todos esos pensamientos. Poder correr era un regalo en su situación.

Entró y vio los ojos alegres de su samoyedo de largas orejas, Naga. No importaba que tan mal se sintiera. Que tan herida estuviese. O que tan enojada podía estar. Naga siempre le meneaba la cola. Siempre estaba ahí para ella.

Era la única amiga con la que podía contar.

Le puso una correa y volvió a salir. Estar encerrada entre cuatro paredes no sonaba tentador. Menos si había estado así durante mucho tiempo. Día tras día. Empezaba a sentirse claustrofóbica cada vez que pasaba mucho tiempo en casa.

Corrieron hasta el centro de la ciudad. El parque central de la ciudad republica era hermoso. Lagos, árboles, arbustos, esculturas llamativas. Esa clase de cosas que era imposible ver en su tierra natal. Se sentó en una banca junto a su perra. Sus piernas empezaban a resentirse un poco.

Se quedó mirando unas nubes solitarias en el cielo.

Odiaba sentirse así de melancólica luego de sus ataques.

Se sentía inútil. Pero tenía que seguir. Tenía que empezar a pelear. Tenía que mejorarse. Todo el dinero que había juntado siendo el Avatar se estaba agotando. Iba a llegar un momento donde no podría ser capaz de mantener ni el departamento, ni a sí misma. Mucho menos podría mantener las necesidades de Naga. Le dio un vistazo. Su mala costumbre de hablar sola, o más bien, hablar con un perro, siempre salían a flote cuando empezaba a plantearse formas de salir de la bancarrota, de mejorar su situación, o cuando pensaba en lo que sea.

Había pasado mucho tiempo alejada de todos.

Dio un salto al darse cuenta que Naga no estaba ahí.

Maldijo por lo bajo.

Dio un rápido vistazo a su alrededor. Odiaba cuando ese monstruo blanco se escapaba de su vista. Ya le habían llamado la atención por tenerla suelta. Había tenido problemas por eso. Pero no era su culpa. Solo se soltaba del agarre, ni siquiera entendía como lo hacía.

Frunció los labios cuando la vio emprendiendo una carrera olímpica. Corría de manera eufórica hacia una chica. Tenía una bolsa en su mano.

Ya le había pasado. Naga estaba revelándose. No podía evitarlo.

Se levantó de golpe y corrió. Corrió lo más rápido que pudo. Naga siempre conseguía dejarla en vergüenza o aumentar sus deudas. Le debía una hamburguesa a un hombre de edad, un helado a una chiquilla, y una cena estrafalaria a una pareja de enamorados. No podía seguir ocasionando más daño a su billetera.

No llegó a tiempo. Terminó tropezándose dos metros antes de llegar al punto de encuentro entre la chica y Naga. Sus piernas a veces no respondían como quería. Ni siquiera con el impulso de la caída logró detener al animal. Sintió su mejilla arder, pero ya daba igual si era por un raspón o por vergüenza. Odiaba tener que pedir disculpas. Era muy vergonzoso. Además, se había caído.

¡Se había caído por el amor de dios!

"¿Estas bien?"

Escuchó como una voz suave le hablaba.

Sato Fighters (Los luchadores de Sato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora