19. FRENO

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"¿Qué ten lejos estamos de estar cerca?"

Adrian

El tic tac de la alarma de bomba arremete en mi cabeza como si hubiesen golpeado mi cráneo con fuerza. Tengo dos minutos para salir y todo se va al carajo. El taladro de los vrykos avasalla mis tímpanos, la herida mal cocida por la premura se me abre, la sangre tibia empieza a esparcirse por mi piel pero es imposible curarla cuando el peso del cuerpo de Bianca impacta sobre el mío.

—¡Paren esto!—la garganta de Yamir se desgarra por la radio—¡Detengan la explosión! ¡Adrian está ahí!

Gritos, balas, desesperación se escucha por todos lados nublandome la cabeza. La tierra empieza a sentirse caliente, un olor extraño se percibe entre hombres que empiezan a disparar por el hoyo que logran hacer en la catacumba y tomo a Bianca en el hombro enfocándome en lo mío, con el sudor en mi frente, la adrenalina al tope al activar la última fase de la bomba, porque aquí no entré por pedazos sino para acabar con todo.

—¡Adrian! ¡Qué demonios estás haciendo!

«Un minuto, treinta segundos.»

El olor a pólvora se infesta por mis fosas nasales mientras me dedico a balear la entrada que hicieron los vrykos en contraataque.

Entrarán, estarán aquí en menos de veinte segundos. La sensación de exasperación golpea contra mi pecho cuando las voces que gritan bloquean mi cordura lo suficiente como para no escuchar a nadie. Todo empieza a verse en llamas; hay calor, balas, la voz de Yamir infecta mis oídos, pero la patada que doy contra el suelo es lo suficientemente precisa para hacer que el hueco de pozo subterráneo se abra.

—¡Escapan!—gritan los vrykos.

Los disparos finales se empiezan a dar y, cuando veo que las piernas del enemigo empiezan a introducirse por el agujero, mi mano cierra el pozo por donde entramos, aguantando el peso que todavía me cuesta mantener al sellar la entrada desde dentro.

El minuto que nos queda hace que los latidos de mi corazón arremetan fuerte. El topo dejó al propósito la trampa de escape abierta, los italianos no conocían los secretos de mi padre ni tenían idea que este ducto existía desde nuestros antepasados, puesto que solo un Rostov sabría que este palacio en realidad era una pantalla de mentes criminales.

Caemos de golpe al agua subterránea que de alguna manera amortigua el impacto. El conteo sigue acelerando mi sistema puesto que hay que ponerse en resguardo, salir por el desagüe da una desembocadura segura, pero el problema es que llovió y el hecho que Bianca esté inerte complica los planes, así que la amarro contra mi cuerpo como sea.

Está encima de mí aún desvalida. Su cintura va unida a la mía con sogas que encuentro, los brazos sueltos, la cabeza bajo mi mentón por lo que sólo trato de salir de la mierda lo más pronto posible.

«No podemos demorar, esto explotará en segundos»

Veo ratas muertas desplegadas en el desagüe, plantas que hacen que mis piernas pesen más que de costumbre, pero aún así corro con fuerza. Mis oídos se tapan, siento mis inhalaciones, lo duro que es tragarse la propia saliva cuando la adrenalina te ciega las opciones quedandote nada para ponerte a salvo.

—¡Va a explotar!—sigo escuchando a mi gente por los auriculares.

Un temblor hace que la tierra se me meta por los ojos y en un salto mortal mi cuerpo termina abrazando el de Bianca en una esquina, con mis brazos encima de los suyos y mi mentón desplegado contra su cráneo mientras intento volver a moverme.

Peligro Mortal © [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora