27. TENTAR AL DIABLO

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Maratón de 4 capitulos, disfruten.


Narrado en tercera persona.

Dos semanas después.

Los primeros rayos del sol alumbran los ojos azules de Bianca mientras se queda mirando por la pequeña ventana que hay en su habitación. Son las siete de la mañana. Los pájaros cantan por el amanecer, el cielo con sol hace un día hermoso que desearía poder contemplar en libertad, pero otra vez está ahí, encerrada, alejada del mundo, como todos los días que ya lleva en ese lugar.

Dos semanas. Catorce días. Más de Trescientas horas aquí.

La abstinencia había sido difícil. Pasó largas horas de gritos por la ausencia de la droga, de lidiar contra su mente obsesiva y un llanto que no podía controlar pero, a medida que pasaba los días totalmente limpia, todo empezó a mejorar.

Ya comía mejor. Realizaba ejercicios de musculación y relajación para sobrellevar la ansiedad, sin contar los nuevos medicamentos que parecen haber sido un alivio al infierno que tenía por dentro.

¿Lo malo? Había un silencio excesivo que no le gustaba, porque a mejor salud, mayor era su consciencia de que algo podría estar mal.

—Buenos días, mi señora—Naila entra con un carrito de comida, descubre a Bianca husmeando por la ventana y solo sonríe—¿Qué tal amaneció?

—Como todos los días: aburrida y sin hacer nada.

Naila se ríe sin hacerle mucho caso. Sirve un desayuno saludable lleno de frutas, pan integral y huevos revueltos, con un ánimo que a la arpía le encantaría tener.

—Me da pena por tí, siempre madrugas por mi culpa.—Intenta ayudar pero no la deja.

—Pero si ya es tarde y usted sabe que me levanto temprano.

—Te quedas cuidándome desde las cuatro hasta las siete de la mañana y luego vas por la comida. Ya te he dicho que no tienes por qué tener tantas molestias. No eres mi sirvienta, tampoco descansas mucho.

—Me siento útil. Verifico mi propia comida y de paso la de usted ¿Qué hay de malo en ello? Ande, coma de una vez y ya no se queje mucho.

Bianca se sienta con ella y toma el tenedor, resignada, pero no puede probar bocado.

—¿Qué pasó? ¿No se le antoja? El chef de este lugar hace comida deliciosa.

—Ya me cansé de comer insipidamente.—Reniega.

—Pero si es saludable.

—Una hamburguesa estaría mejor.

—¿Desayunaría hamburguesa? —se sorprende.

—De vez en cuándo no estaría mal. Al menos animaría en algo la estancia en este lugar.

Le echa un vistazo a la habitación y cae en cuenta que están nuevamente solas. Ella y Naila, llena de máquinas de oxígeno, aparatos de reanimación, entre otros implementos médicos que ya se cansó de mirar.

—¿Se siente bien? De pronto su rostro se opacó—se queda en silencio y su amiga entiende—¿Es... por el Korol, verdad?

Bianca da una larga bocanada de aire, asintiendo.

—Mis mañanas se sienten más livianas desde que él está aquí, aunque apenas y tengamos algo de contacto, pero empiezo a cansarme —confiesa—. Parece que somos dos desconocidos conviviendo unas horas al día en una habitación. Es totalmente serio y frío conmigo. No tan extraño como el antiguo Rambo que conocí, pero sí muy alejado de lo que solíamos ser hasta antes de mi secuestro. Y ahora ni siquiera me toca.

Peligro Mortal © [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora