15. DESTINO

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Aquí somos guerras, las guerreras Simone. Nadie se rinde.

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"Como si fluir fuera tan fácil...Yo soy de las que se estrellan" D.S


Narrado en tercera persona.

«Las leyendas no ceden. Las leyendas no lloran. Las leyendas sólo destruyen.»

La sangre es primero antes que uno mismo. A la sangre nunca se le da la espalda. Por la sangre se vive, respira y muere hasta el final. Es la ley de cuna que un Simone alza al nacer, enseñanza máxima que el imperio del águila forjó como un símbolo de orgullo en la frente de sus líderes, cuya mancha significa una traición imperdonable que era pagada con exilio, sombras o muerte.

La mirada que Donato cruza con su hija es letal, tan letal que cala a través de recuerdos que se sumen en una fuerte explosión mental y que su cabeza trata de no recordar: una niña pequeña intentando sobrevivir; las veces que esta engañó, hirió y degolló en los tableros mortales. Otras que falló siendo castigada con unas piernas rotas y otros golpes que aguantó con el único objetivo de vengarse un día aprendiendo que la vida era menos dura si se sabía engañar.

La descarga eléctrica que recibe en el brazo la reprime haciendo que sus manos suelten lo que trae encima. La radio aue rueda hacia los pies de su padre no sólo es una vía de comunicación sino también sus últimas esperanzas. Lo ve mientras la mirada se le nubla, mientras los dedos de Donato Simone controlan de alguna manera su poder arremetiéndola con shocks eléctricos que manda porque sabe que es difícil de controlar.

La reprime y de alguna manera lo goza. Sonríe sintiendo que necesita más, que verla tendida en el suelo le devuelve el control que Bianca le quitó desde que empezó a actuar con voluntad propia, pero no imagina que aquel mostruo es un hueso duro de roer.

Se enterca sentándose y vuelve a accionar. La máquina controla el voltaje para evitar una muerte por quemaduras, pero aún así tiene un límite que puede soportar y al parecer la ira lo ciega cuando la vuelve a ver.

—¡Señor, no más!

—¡Cállate!

—¡La va a matar!

Aún cuando yace en el suelo siendo electrocutada, silenciada, incapacitada para defenderse ella no lo deja de mirar. No lo deja de retar. No le da el gusto de verla sufrir, porque no le despega los ojos por más que siente que la piel se la carcomen, por más que sus manos se agarrotan haciendo un puño que a más controla más dolor le da.

—¡Más!—espeta furioso Donato queriendo vencer a la reina—¡Quiero más!

Y la risa de Bianca es sobrenatural. Ha llegado a un punto superior. Su mente se queda en blanco, las venas del brazo se le notan por la tortura despertando el enojo de un hombre que empieza a sentir que pierde poder.

—¡Ya basta, señor!—el médico lo toma del brazo, tratando de hacerle entrar en razón—. Es el máximo voltaje que puede soportar un ser humano al día. Otro shock y su corazón se detendrá.

—¡Suéltame, maldito infeliz!—Responde Simone embravecido mientras la fina risa en agonía de Bianca se puede escuchar.

—Suéltalo...—sisea, aún con los labios temblando—. Que no tiene los cojones para destruirme de una maldita vez.

Postrada aún en el suelo, el agua que le lanzan la empapa por completo antes de querer electrocutarla otra vez. Donato arde de una manera que no controla, la traición es algo que nunca ha podido perdonar, tal vez porque ve en sus ojos los de Ángela que aun calan en sus recuerdos, así como las veces que ésta lo despreció y lo que pesa es un hueso duro de tragar.

Peligro Mortal © [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora