CAPITULO XVI "Reminder"

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Los padres de Annabeth no son del todo "comunes" o eso es lo que decían, ambos eran de nacionalidades distintas. Los abuelos maternos de Annabeth provenían de Grecia pero según historias pasadas ellos tuvieron que huir por conflictos políticos hace muchos años atrás. Provenían de un lazo sanguíneo muy poderoso en los tiempos del sigo XVIII.

Los apellidos no importaban tanto en aquel entonces, nadie tomaba muy en cuenta esas cosas, tomaban en cuenta era su lazo sanguíneo, en aquellos tiempos sus descendientes se cambiaban constantemente de apellido o se ponían sobrenombres para no ser reconocidos. Eran una familia de mercenarios que estaban en conjunto con la iglesia.

Según su Tatarabuelo, que era un pastor, decía que había sido bendecido e iluminado por la santísima Luz de Dios y le había dado como misión acabar con aquellas vidas inmundas que desprestigiaban el regalo de la vida en actos paganos. Aquellas personas que vivían en la Lujuria el deseo y el poder, aquellos que solo vivían del Ego, personas egoístas que solo velaban por si mismas.

En un día común y corriente, su tatarabuelo había despertado temprano para hacer su rutina mañanera, vivía solo en aquel momento, se preparaba para la misa de ese día, cuando de repente sintió un dolor en el pecho. Cerró los ojos con fuerza por el dolor, el no entendía que pasaba, pues según el no sufría de problemas cardíacos y era una persona con una dieta bastante estricta y saludable.

La capilla aún sin abrir sus puertas, se encontraba fría y oscura, apenas y estaba amaneciendo. El pastor estaba tumbado en uno de los taburetes y se recostó viendo hacia el techo, tratando de controlar su respiración, y entonces lo vio, en el techo alto de la capilla, vio la pintura de Alexandre Cabanel pero solo veía sus ojos, esos ojos. «Los ojos del mal»
Enseguida sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Volvió a cerrar los ojos y todo quedó en oscuras, hasta que una pequeña luz apareció frente a él pero parecía algo casi invisible, era un pequeño destello.

En ese momento abrió los ojos de par en par y trató de gritar muy fuerte, pero su voz no salía, veía hacia todas partes pero no podía moverse y ahí, sintió un peso enorme sobre los hombros y un miedo horrible, nunca en su vida había sentido tanto miedo, entonces escuchó, una voz tan baja y rasposa, casi inaudible, pero el la escucho, como un susurro en su cabeza.

"Su misión" A partir de esa madrugada, el pastor no fue el mismo. Ese día, después de tanto tiempo, las puertas de la pequeña capilla no abrieron y no entró más nadie más que el pastor por sus puertas.

Hasta que un día, exhausto de sus quehaceres, fue a un pequeño y discreto bar que quedaba colina abajo de la capilla. Era como un restaurante de día y bar de noche. El nunca lo frecuentaba de noche. Solo fue esa vez, que necesitaba algo que anestesiara ese sentimiento repentino que había surgido después de aquella noche, el deseo de Matar.

Llevaba ya unas cuantas copas, cuando sus ojos captaron algo que en particular le llamó la atención apenas entró.

La energía magnética de aquella muchacha que caminaba con soltura hasta el puesto de la barra, le hizo sentir algo que jamás había experimentado, deseo por una mujer. En sus tiempos como pastor, jamás había deseado o fantaseado con alguna, pues para el eso estaba prohibido.

Pidió otra copa más al ver que se estaba colocando nervioso. Aquella muchacha de energía vibrante lo vio vacilar con el trago en la mano. Sonrió para sus adentros, pues ella sabía exactamente el efecto que tenía en los del sexo débil. Sacó un puro, se quitó el saco que tenía puesto y pidió un trago.

Miro de reojo al hombre que tenia al lado, noto su nerviosismo y volteo completamente a verlo. El pastor hacía de todo su esfuerzo por no voltear a ver porque sabía que si lo hacía, pecaría. La muchacha se acercó aún más y lo tomo de su quijada.

Hasta en la noche estrellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora