¿Que?

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- ¿Qué? — al momento de él soltarle semejante bomba tan ágil a ella, vio un brillo opaco en sus ojos y de inmediato se arrepintió de lo dicho, pero decirlo no era lo mismo que hacerlo, él era Jorge Blanco, el hombre que no da paso atrás a sus decisiones y órdenes mucho menos con una chica desordenada a quién tenía en frente y le demostraba un odio infinito a pesar de solo mirarlo a los ojos.

- ¿Acaso estás sorda? — musito molesto más con el mismo que con nadie más — Te lo digo una vez más y despacio para que tu deficiente cerebro lo entienda. Estas despedida, recoge tus cosas y vete — aludió con enojo en su voz, a pesar que las palabras daban vueltas en su cerebro aún no procesaba la información, sus ojos se humedecieron cuando lo vio alejarse procurando que solo era una broma de mal gusto pero noto que no lo era cuando él le dirigió una última mirada de furia.

Tirada en el piso envuelta en llanto y gritos que desgarraban su garganta se encontraba Martina destruida aún con la ropa que llevaba en la mañana cuando Jorge la despidió, ¿Por qué carajos la despidió? Apenas tenía veintitrés años y su vida ya era un lío. Maldijo a Jorge una y otra vez desahogando un poco su rabia en esas palabras mientras sus lágrimas caían sin cesar alrededor de su rostro chocando contra el suelo. Es increíble que con sólo unas palabras de él ya este tirada en el piso ¿Pero qué podía hacer? El control de su vida económica lo tenía él en sus manos y así de fácil se deshizo de ella más rápido que cualquier otra cosa. Y nuevamente se repitió lo miserable que era al recordar la escena de humillación que había pasado ese mismo día en horas de la mañana, se sentí tonta e inútil. Con los ojos rojos y con el dolor de su alma se dirigió a la gran cama que estaba en su habitación, se lanzó sobre ella recordando que aún tenía la ropa y ya eran las nueve de la noche 'Maldito miserable' esa era la corta frase que sostenía luego de decir el nombre 'Jorge'.

El sonido de la puerta retumbaba en toda la casa despertándola encontrándose con su miserable realidad y también con un rostro demacrado como si hubiera dormido por años o todo lo contrario como si tuviera años sin dormir.

- ¿Tienes un tic en la mano porque...? — callo de repente al fijarse en la figura que tenía en frente, era Pablo quien tocaba tan insistentemente y ella, como tarada que es, le llegó con groserías y a parte como una vagabunda en pijamas.

- Lo siento si te desperté — espetó tímido con una sonrisa que dejaba todos su blancos y alineados dientes. ¿Él se estaba disculpando? ¿Cómo? Si la única que apareció como una perra en celo era ella y él ¡Se está disculpando! — Linda pijama — bromeó al ver sus pantalones largos de tela suave con puros dibujos de vacas sonriendo, él amplio su sonrisa al verla sonrojada.

- Entra — cedió el paso ella para que entrara, aún estaba en shock por su visita — ¿Cómo.... cómo conseguiste mi dirección? — pregunto un tanto intimidad por su sonrisa que al parecer era la imagen de su personalidad.

Pues... — dudo un segundo cambiando su sonrisa de tierna a pícara soltando una pequeña carcajada — No querrás saberlo — volvió a reír atontándola de nuevo mirándola de esa forma tan particular — ¿Quieres salir? Ya sabes a comer algo o lo que desees — ella asintió sonriendo.

- Claro, deja que me cambie y vamos — subió apresuradamente las escaleras haciendo el ridículo cuando casi se cae en el último escalón, ella se giro para sonreírle apenada mientras él le hizo un gesto con el rostro para que no le diera importancia.

- Por supuesto que no me montaré en esa cosa de hierro — aseguró ella mirando con pánico el aparato que hacía girar a la gente y causara que gritaran, no sabía si los gritos eran de pánico por ver el mundo de cabezas o por puro placer masoquista, de cualquier forma ambas apestaban.

- Montaña rusa Martina, eso tiene su nombre — la corrigió burlándose de ella en sus narices por el miedo innecesario que le tenía al aparato.

¿El Orgullo O El Amor? (Jortini) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora