CAPÍTULO DIECISÉIS

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EFREN

Ok, eso dolió. Como una brutal golpiza en el estómago.

—Vaya Leah, ¿por qué solo no me apuñalas y ya? —Me llevo una mano al corazón para asegurarme de que aun late como debe hacerlo.

Trevor tuvo razón al decir que estoy colado por Leah. La amo. Que ella me ame de vuelta es, por lejos, lo mejor a lo que puedo aspirar en la vida. El punto que revuelve mi estómago es que no soy lo suficientemente bueno para ella. Yo lo sé, todo el mundo lo sabe. Excepto Leah, por supuesto. Ella no ve nada malo en un chico de mi edad con terror al compromiso, problemas de control de la ira y que no puede ofrecerle todo lo que se merece.

Yo podría darle todo mi amor, pero al amor, por sí solo no es suficiente.

Quizás eso tiene que ver con que acepte salir con su jefe. Después de todo, él es la clase de hombre que te imaginas a su lado. Alguien completo, sin una maleta de mierda detrás. Alguien con quien no tiene historia, de quien no está harta de una dinámica, que no ha sido justa para ella.

En contra de todo buen juicio, la arrastro a mis brazos. Envuelvo su pequeño cuerpo contra el mío y la sujeto cuando los espasmos del llanto vienen. Su pequeño rostro rojizo y surcado de lágrimas se esconde en mi pecho y duele de maneras que están más allá de mí.

Quiero pensar que ha dicho cosas que no siente. Que está confundida, enrabiada y ha gritado todo producto de las mismas cosas que yo he dicho.

Detrás de Leah, la cortina se corre y tanto Trevor como Eddie asoman la cabeza para ver qué es lo que está sucediendo. Incluso veo algo de los rizos de Carl. Eddie da un paso hacia nosotros, pero Trev lo detiene con una mano en el pecho. Se lo agradezco, no quiero que el bueno de Eddie venga a meter las narices. Es más, creo que no tiene motivos para venir. Con Leah ya nos dijimos de todo, de todas maneras.

El móvil de ella suena en su bolso de mano, alejándola de mí. Se sorbe de esa manera que me pone los pelos de punta al rescatarlo. Con nada más un vistazo, sé que es Aarón y no puedo hacer esto. En el estado de ánimo que me encuentro, lo más seguro es que golpee al tipo solo para terminar de hacer mi noche.

Hago una retirada a tiempo. Mis pies sintiéndose de plomo cuando me dirijo a la salida. Leah no me detiene, por más que así lo desee y... me volteo a mirarla desde la puerta. Pequeña allí de pie, viéndose frágil como nunca. Hermosa a pesar del maquillaje corrido. Y dolida, con una mirada tan rota hacia mí que quiero patearme por haberla puesto en su rostro.

Sería tan fácil tomarla y llevármela. Reclamarla como mía y tener mi boca sobre la suya el resto de la noche, lo suficiente como para que olvidemos esta pelea. Pero puedo ver que no es lo que ella necesita. Ni yo tampoco. Por una vez, hay que dejar que las cosas tomen su rumbo con algo de espacio.

Agradezco el frío aire del estacionamiento. Respiro hondo para que cale en mí, casi creo que no voy a volver a sentir nada nunca de nuevo. Por el rabillo del ojo veo una gran camioneta entrar. Siento como todos los pelos se me ponen de punta, hasta que se detiene a mi lado y mi hermano sale. Lo que no es mejor. Rick me conoce, el tipo tiene mi culo con solo una mirada.

—Hey, pequeño hermanito... ¡Hey, Efren! —Rick me llama primero gracioso y luego extrañado. Corro hasta mi carro más allá de él. —¡Efren!

Sus gritos me siguen mientras que salgo a toda velocidad, por el retrovisor veo como alza los brazos sobre su cabeza y los mueve para que me dé por aludido, pero ahora mismo no puedo.

Quiero irme lejos. No sé siquiera adónde me dirijo, solo quiero conducir lo suficiente como para que mi cuerpo comience a responder otra vez. Bajo todas las ventanillas y no me molesto en encender la radio. Quiero escuchar a mi cabeza por una vez, aun cuando tengo un reproche viniendo.

Siempre LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora