CAPÍTULO DIECISIETE

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LEAH

—No entiendo nada, dulce, solo por favor tenle paciencia a mi hermano. Él es algo idiota cuando se trata de ti.

Rick, Eddie y Trev intentaron calmarme en lo que Aarón me recogía. Las cosas que Efren me había dicho, las que yo le había dicho de vuelta. No tenía deseo alguno de concretar la cita. Quería volverme a casa y llorar hasta que no tuviese más lágrimas en el cuerpo. Lo que no era una posibilidad.

Aarón se ha mostrado sonriente, atento, llenando cada espacio con conversación rápida. Es la viva imagen del chico que conocí la primera vez y debiera estar bien con eso. Debiera estar halagada por estar comiendo a la luz de las velas, con un chico perfecto que corrió mi silla al sentarme y sujeta mi mano a través de la mesa. Nada más lejos de la realidad, me estoy esforzando en contestarle en los momentos oportunos y conteniendo la pena en mi corazón que amenaza con desbordarse.

—Estás muy callada —Hace notar. Le brindo una sonrisa suave, que sale más como una mueca.

—Estoy cansada, eso es todo. —Miento. A diferencia de otras veces, él no parece tragárselo. Su rostro se contrae solo un segundo antes de plantar una sonrisa tirante.

—Ya. ¿No será que sigues enfadada? Creo que ya te di mis razones para no disculparme.

Sí, lo hizo. Pero apenas me percaté, porque en realidad, creo que eso ya no tiene importancia. Con los recientes acontecimientos, nuestra disputa laboral ha pasado a segundo plano. Él apela a su juventud jugándole una mala pasada. Para mí no luce como alguien que pierde los papeles por falta de práctica. Según él, debe mantener una imagen tanto para su familia como los empleados. Y eso puedo entenderlo, aunque como dije, no tiene importancia.

Los iris verdes de Aarón se ven dorados a la luz de las velas. Le otorgan un aire misterioso y enigmático que le sienta muy bien. Él es sin duda un hombre muy atractivo y es toda una ironía, que justo ahora, cuando más necesito verme distraída, menos atracción siento.

—Ya está en el pasado la charla sobre el trabajo. Te entiendo y solo quiero que tú también comprendas que no soy una chica sobre la cual puedas pasar por encima. —Le doy un ligero apretón a sus dedos y retiro mi mano con la excusa de tomar la servilleta para limpiarme los labios.

Él no dijo nada y solo cabecea en lo que me parece un intento de paz.

Ambos nos evocamos a nuestras comidas. En vez de mantenernos en un silencio que hubiese agradecido. Aarón comenzó a hablar entre bocados. En serio, cuando está de ese humor, habla más que cualquier chica que haya conocido. Su lengua se mueve tan rápido que es vertiginoso seguirle el ritmo, así que en su lugar mastico mi comida. Tiene un aspecto delicioso, solo que en mi boca sabe a papel.

¿Qué estará haciendo Efren? No puedo evitar que mi mente vaya por allí. ¿Se sentirá tan afectado por lo que nos dijimos como yo me siento? ¿Hacia dónde ha arrancado cuando salió del bar? ¿Su casa, su madre...? Un horrible pensamiento me hace dejar caer el tenedor de la mano. ¿Qué si se ha marchado para perderse? ¿Qué si se ha ido por ahí, detrás de algo o alguien que lo entumezca lo suficiente como para olvidarse de todo?

Aarón me observa por el rabillo del ojo.

Efren es la clase de chico que mancha la reputación de toda una generación; él es la clase de chico que tus padres ven y desean a mil pies lejos de ti solo por hablarte.

Efren utiliza a las chicas como si fuesen píldoras para el olvido. Como los adolescentes depresivos adictos al crack. Cada vez que algo marcha mal, él solo se pasa de una chica a otra. Sexo casual en su máxima potencia.

Siempre LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora