CAPÍTULO VEINTICINCO

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LEAH

No he podido pegar ojo en toda la noche.

Dios...

Efren está deliciosamente desnudo a mi lado. Se ve de lo más mono. Mechones desordenados de su cabello cayendo por su frente que me tientan a peinarlo. Su rostro del todo relajado hasta con la boca ligeramente abierta. La luz azulada que precede al amanecer colándose por la ventana me permite ver claramente cada detalle de él. La respiración apacible que eleva y hace descender su pecho salpicado de lunares. Y más allá, sus estrechas caderas apenas cubiertas por la sábana blanca enredada entre sus piernas.

No me contengo de inclinarme y depositar un casto beso justo sobre el latido de su corazón. Su torso está frío por la temperatura de la mañana, pero él apenas se remueve.

Una ligera sonrisa hace que se eleven las comisuras de sus labios haciendo que un sollozo se atasque en mi garganta.

No puedo hacer esto.

Realmente no puedo hacer esto, pero tengo que.

Por él y por mi corazón.

Me levanto del colchón sin que este produzca mucho movimiento y sin atreverme a mirar otra vez al chico que amo, comienzo a recoger todo lo que anoche dejé caer. No me lleva nada de tiempo en realidad, pero para mí acongojada alma, parecen ser eternos minutos.

Esto es tan pesado, Dios. No quiero mirarlo, no quiero. Si volteo a verlo, aunque sea una vez más sé que no tendré la fuerza para salir de aquí y debo hacerlo. Es lo correcto.

Lo que recién hemos hecho solo demuestra que no tenemos la fuerza de voluntad suficiente para comportarnos como adultos, como reales mejores amigos que no se van a la cama.

Pensar en que anoche solo fue algo que Efren recordara como una noche más de acostarse con su mejor amiga, me da la fuerza para terminar con la tarea que estoy realizando.

Seamos justos aquí, Efren es un gran chico que anoche tuvo un momento difícil y yo estuve ahí para él. Participé en hacer el amor tanto como él lo hizo, es más, lo quería tanto como él pareció quererlo. Pero de que significó distinto para los dos, eso está claro.

Efren es un chico al que aún le falta madurar, él mide a las mujeres por su capacidad para resistírsele y ahora que he vuelto a caer por él, me imagino que debe de estar pensando que soy una fácil. Que mañana todo volverá a ser como antes de que nos peleáramos y no es así.

Ya no más.

Simplemente no podemos.

Lo más triste, es que ni siquiera sé si es que podemos ser solo mejores amigos después de esto.

Salgo de puntitas del cuarto, cerrando la puerta con sumo cuidado para que no cruja como sé que puede hacer y una vez que lo logro con éxito, dejó salir un trémulo suspiro.

Todo está apacible en el corredor, sin indicios de que hace solo pocas horas aquí se celebraba una fiesta.

Deposito todo lo que rescaté del cuarto en el piso y rápidamente me paso el vestido por la cabeza. Agradezco llevar mi ropa interior ya puesta y mucho más que nadie esté por allí cerca para verme tan penosa como luzco. Entre sollozos, me calzo los zapatos y me meto dentro de un gran suéter que Efren tenía a los pies de la cama. Tiene su olor aun en él así que me supongo que tiene que haberlo vestido antes de llegar aquí y ponerse el esmoquin.

Las lágrimas ya ni siquiera salen de mis ojos aun cuando siento tal agónica pena que me siento destrozada. Esta es la decisión más difícil que tomaré jamás en mi vida, de seguro.

Siempre LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora