CAPÍTULO TREINTA Y DOS

6.8K 949 50
                                    

EFREN

—¿No tienes nada mejor que hacer a esta hora del día?

Trevor se encoge de hombros ante la pregunta de Rick. Se inclina hacia donde me encuentro debajo de un carro para entregarme una llave Allen.

—No en verdad, tu mejor que nadie debería saber las ventajas de ser dueño de tu propio negocio.

Por esas cosas increíbles de la vida que jamás llegaré a comprender, los padres de Trevor pensaron que él es una persona lo suficientemente responsable como para dejarlo a cargo de uno de los restaurants de comida rápida que tienen en la ciudad. Cómo es que él se las arregla para gestionarlo sin nunca presentarse a trabajar, es un gran misterio para todos nosotros.

—Yo estoy en mi negocio, haciéndolo cumplir. —Rick le enseña el balde con aceite quemado que acaba de cambiarle a la camioneta en la que estamos trabajando. —Jamás dejo mi trabajo, Trevor, es por eso que me va tan bien.

Trev lo apunta con la llave que le devolví.

—El problema es que si gastas tiempo en gestionar un trabajo que ya está en pie, no dejas tiempo para disfrutar de los placeres de la vida. ¿Y qué cosa mejor que los placeres, Rick?

Mi hermano se ríe.

—Sé mucho sobre eso y me hago el tiempo, créeme.

Negando, me enfoco en mi trabajo. En serio, alguna clase de competencia parece haber entre esos dos cuando se trata de placer, sexo y mujeres. Una que no comprendo; todos sabemos que Rick es el seductor entre nosotros por un margen muy marcado, no solo por el hecho de ser el mayor. Mi hermano tiene este problema con comprometerse. Pasa de una chica a otra de una manera que hace a mamá retorcer el rostro cada vez que escucha los rumores. Por otra parte, Trev es quien saca el mayor provecho de estar en la banda. Quien da, sin duda alguna, mala fama al género masculino con la cantidad de embustes que sostiene para llevar una chica a la cama.

Y por supuesto, yo no puedo opinar demasiado al respecto, dada la lista que cargo tras mi espalda. Así que aquí estoy, calladito.

Ahora que el destino ha comenzado a darme un respiro, voy a hacer todo lo que esté en mi mano, para encaminar las cosas de la manera correcta. Me voy a convertir en el tipo de una chica.

Iniciaré justo hoy, en cuanto salga del taller. Mi primera parada será Leah.

Bueno, técnicamente primero pasaré a casa por una ducha y arreglarme. Tal vez conseguir algo tan cursi como una flor para llevarle. No solo estoy nervioso de verla, sino que me muero por hacer las cosas de tal manera que le demostraré, de una vez por todas, que estamos hechos para estar juntos.

Es la cruzada final y me encuentro extasiado que los nervios, las penas, los malos ratos, la excitación, todo sea por mi pequeña mejor amiga.

Es poético.

Si voy a ser diferente, si va a ser significativo del tipo cambia vidas, no hay nadie mejor que ella.

El agudo chirrido de unas llantas deteniéndose, se interpuso entre mis pensamientos.

Trevor lanza un silbido.

—Buenos días, Amanda.

—No estoy para que me jodas, Trev. —Por el costado de mi ojo puedo ver los tacones de Mandy rodear el vehículo. —¿Por qué no contestan sus teléfonos, ustedes bastardos?

—Hey Mandy, tranquila. Estamos con los carros, los celulares quedan dentro de la oficina. —explica mi hermano y me imagino su cara sorprendida ante el tono de apremio en su voz.

Siempre LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora