CAPÍTULO TREINTA Y TRES

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EFREN

Las cejas de Aarón se juntan mientras que doy un paso dentro de la oficina.

—¿Quién te dejó pasar? Llamaré a seguridad si no te retiras.

Yo alzo una ceja.

¿Seguridad? ¿Para quién? ¿Para el jodido abusador? ¿Dónde estaba seguridad cuando el bastardo tocó a Leah? No se me escapa la ironía de esto.

Está sentado detrás de un escritorio de madera y no está esposado. Los privilegios de ser un tipo con dinero, me imagino.

Todas las malas palabras que he conocido a lo largo de mi vida, se agolpan en mi lengua mientras que Aarón y yo estamos frente a frente, completamente solos. Lástima que cuente con minutos limitados para estar en su presencia o tal vez, bendición. Porque este tipo de desperdicio humano ni siquiera merece que me pare aquí a respirar su mismo aire.

Comienzo a acercarme a la vez que él empieza a hablar.

—Soy un hombre con mucho poder, mi padre tiene mucha influencia. Este no es mi primer paseo y sin duda, no será el último. ¿Cuántas pasantes, empleadas y mujeres en general crees que se arrojan a mí en un día normal? ¿Te puedes imaginar un buen número?

—Leah no se ha arrojado a ti. —No me detengo. No me importa la mierda que pueda decir, solo tengo un par de minutos y voy a aprovecharlos.

—No, y eso es solo a causa de ti. Parece tener algo por ti. Pero no me importa. Eres solo un juego para ella, su mejor amigo, una apuesta tranquila que tiene a su lado. —Estoy casi al frente del escritorio y noto lo desarreglado que se encuentra, con las manos crispadas en la silla. —Hay mucho más que yo puedo ofrecerle, Efren Baker. Te he chequeado. Sé todo sobre ti y sé que estás colgado por ella, pero aquí está la cosa. Yo quiero a Leah. Ella es una peculiar muchachita llena de atractivo y cuando yo quiero algo, siempre me salgo con la mía. Todo se trata de intereses; mi vida está llena de todo lo demás y solo quiero tener más. Ella es mi más. Ella es incontrolable, ¿no? No puedo tenerla solo con mi dinero o ganármela solo con impresionarla llevándola a lugares caros o dejándole ver el peso de mi influencia. Leah tiene independencia.

Me detengo a pasos de donde se encuentra. Mi mano tiembla mientras la levanto para apuntarlo.

—Se llama vida propia, grandísimo pedazo de idiota y ella es muy buena con eso. Está llena de ello y no entiendo cómo es que quieres solo corromperla. ¿Acaso no es ese tu plan, sacándole la mierda a golpes? —Esas últimas palabras se sienten como acido sobre mi lengua, pero me obligo a sacarlas porque son la verdad, son los hechos aun cuando él finge no reaccionar ante ellas.

Aarón me mira por encima de su nariz.

—Ella no tendría que haber sido golpeada si supiese cuando cerrar la boca. Toda esa fuerza que me encanta estará mucho mejor bajo una correa bien manejada por mi mano. Leah va a ser mía, así como su voluntad y no va a haber nada que tú puedas hacer por ello.

Sí y una mierda.

Este tipo está declaradamente loco y no creo que exista mucho que hacer por él. No es la clase de tipo loco que ves en la calle y le tiendes la mano. No es la clase de loco amistoso que ves correr desnudo por el metro perseguido por guardias. Él es la peor clase, esa que está mucho mejor dentro de una habitación acolchada.

Se congelará el Amazonas antes de que Aarón se salga con la suya respecto a Leah.

Yo me encargaré de eso.

Ella está llena de toda esa fuerza que él dice. Esa fuerza que no se ha quebrado ni siquiera con el asalto que acababa de sufrir. Estoy seguro. Rezo por ello.

Siempre LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora