Tui y La.

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Tener que renunciar a las acciones físicas para rescatar a Korra y traerlo de vuelta al sur por solo rogarle a los espíritus por la vida de su esposo después de todo lo ocurrido no solo era inaguantable, sino irónico. Demasiado absurdo para una ingeniera quién solo se había regulado toda la vida por métodos comprobados para alcanzar un resultado con bases sustentables que aseguraban una realidad fabricable. No algo tan... Disparatado. Apoyarse, esperar protección de un ser celestial superior a los vivientes del cual colgaría la vida o la muerte y las circunstancias que pueden desembocar en bendición o desgracia para esa persona dependiendo de que tan fiel y devoto le sea a ese ser inexistente, era sin lugar a dudas la mejor definición de esa palabra dentro de su intelecto. Pero, hasta ese extremo escaso de eje la había llevado el destino luego de haber tratado de utilizar todo lo sensato a su favor, incluyendo su voluntad, obteniendo como respuesta no más que cada acción y esfuerzo puesto en recuperar al príncipe del sur bruscamente pisoteado o derrumbado con violencia.

Aunque su mente nunca había parado de seguir buscando soluciones, por supuesto, llevándola una y otra vez a verse atada de manos y con el rostro golpeado. La audición de su oído derecho aún no regresaba del todo luego de las duras bofetadas recibidas por parte de Kinto. Eso no dejaba de recordarle a ese Alfa, su intención de violarla y su fuerza sobre ella. Como otra vez había vuelto a cometer otro error que en vez de acercarla a su esposo, la había alejado. Porque ahora hasta Kinto estaba midiendo sus pasos con una buena coartada en contra de ella sin importar que el barco fuera incinerado. Si el bastardo Alfa iba hacía los ancianos para denunciar su descubierto plan de escapé todo se terminaría de ir a la mierda. Sin embargo, ella tampoco estaba dejando el camino libre para que Kinto huyera del sur en busca de asesinar al príncipe gracias a los aliados del Jefe que todavía eran fieles, quienes se resumían básicamente como Noatak y Tarrlok.

Por eso al ver llegar al último nombrado desde la ventana de su habitación ella no titubeó en dejar lo que estaba haciendo, acicalar a Naga, para bajar rápido hacía el primer piso a la oficina de Korra. Porque ahora ese había sido un lugar del cual Noatak se había posesionado. Entonces ella entró sin tocar o pedir permiso, esa era la oficina de su esposo, de nadie más. Encontrando a los dos hermanos allí. Noatak con su cara siempre neutral y relajada. Mientras Tarrlok solo alzando una ceja ante su falta de modales como Omega. Pero que se fuera al carajo, esa era su casa, la casa de Korra. Ella no le debía pleitesía a nadie más que a su Alfa. Tal y como se lo había aconsejado su madre Yasuko con anterioridad. No era ser irrespetuosa. Era recordar que ella solo le pertenecía, era fiel y sumisa con un solo Alfa. El resto debían de verla por igual dentro de casa. Esa forma de actuar le aseguraría no perder espacios y poder dentro de su hogar en el sur dadas las últimas circunstancias, afuera ella no tenía demasiado o ningún dominio llevándose la dura lección de eso después de ser sometida y casi ultrajada. Solo hasta que Korra volviera al sur, su madre no reprocharía esa conducta indecorosa y peligrosa por la que casi toda su vida había sido criticada y corregida. Todo lo contrario, estaba siendo un método de supervivencia temerario para no ser aplastadas hasta tener que esconderse debajo de una cama para sentirse seguras.

La Bestia del SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora