Oscuridad.

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-Espero le guste. -Dijo ella para si misma en el taller con el cinturón en la mano. Había logrado terminarlo pero Korra aún no volvía ¿Y si él nunca más volvía? ¿Cómo iba ella a olvidarlo? ¿Era capaz de hacerlo o moriría en el intento? Porque entre más ella lo añoraba más parecía que el Señor de los lobos se apoderaba de su corazón. Aunque ausente el recuerdo del príncipe del sur era suficiente para seguirla enamorando. Para buscarlo dentro de casa luego de despertar cada mañana, madrugada, noche deseando que todo fuera una mentira y él siguiera ahí. Sentado en la oficina. Tomando calor de la chimenea en la sala. Entrenando con los guerreros en el patio delantero. Hasta darse cuenta que la locura la estaba sobrepasando. Su esposo no estaba ahí. Empezaba a olvidar facciones de su rostro, la ropa en el armario comenzaba a perder el aroma de Korra, sus propios sueños de superación y progreso habían desaparecido por culpa de la falta de su compañía. Al igual que la marca de reclamación en su cuello dejada por él. Lo único imborrable que le quedaba de su amante era la sensación sobre sus labios de aquel beso que se habían dado aquella noche en el balcón en la fiesta de regreso de la tribu agua del norte- Korra... -Suspiró ella alzando el cinturón para echarle una última mirada a cada detalle en el cuero. Recordar a su esposo, la distancia entre los dos, su actual soledad muy alejada de aquellos momentos de dicha le hizo derramar algunas lágrimas y apretar fuerte el cinturón con una mano y no dejar de tocar sus labios con la otra queriendo atrapar para siempre aquel beso. Korra se vería perfecto con ese cinturón puesto. Su cuerpo no tenía nada que envidiarle a los propios Dioses del sur, porque él mismo parecía uno en persona. Entonces el olor del príncipe la golpeó con el poder suficiente para calentarla toda con pasión en menos de un pestañeó ¿Cómo podía ser lo surreal de intenso para dominar la realidad? Ahora eso parecía ser su pan de cada día: ir sin saber por dónde iba, hablar sin saber qué hablaba, respirar sin saber si seguía viva. Sin embargo debía mostrarse firme ante todos, no quebrar su carácter, seguir adelante y confiar en los espíritus. Si aún era capaz de sentir amor, añoranza y dolor quería decir que no estaba muerta, sus entrañas aún seguían con vida, solo que el dueño de su desesperación continuaba intangible. Pero el olor del Alfa la volvió a golpear con severidad dentro del taller haciéndola bajar el cinturón ¿Qué estaba pasando? Fiarse de lo descabellado no podía seguir dominando sus sentidos ¿Acaso los espíritus se estaban burlando de ella? ¿Por qué podía olerlo y sentirlo cerca cuando él seguía en la lejanía de sus plegarias por cumplir? A menos que no fuera surrealismo y él estuviera ahí, detrás de ella-

-Me gusta, combina con tu collar de compromiso. -Contestó Korra al otro lado de la habitación refiriéndose al ancho cinturón en las manos de su esposa. Verla ahí lo congeló. Siempre Asami había tenido ese poder sobre él, la mujer sencillamente lo paralizaba con su presencia. Era culpa del poder castigador del amor, el sentimiento dejaba su boca seca y generaba presión en su pelvis. -Lamento interrumpir. -Él la miró voltear, la sorpresa en los ojos de Asami al reconocerlo y el titubeó en el cuerpo de la mujer. En respuesta él solo pudo bajar la mirada pero ¿Ella estaba llorando? ¿Por qué lloraba?-

-¿Korra? -Prestó atención la Omega lentamente temiendo que fuera otra mala jugada de su mente, una ilusión que no quería irse, un espejismo en un desierto de soledad que la había perseguido muchas veces en los últimos días. Pero el destello de aquel oasis la hizo secar sus lágrimas queriendo ver mejor. Él no desaparecía, no sé esfumaba, no se iba. Ante la inquisición de sus ojos Korra bajó el rostro, parecía apenado, estaba avergonzado ¿Su esposo aún creía que ella estaba enojada con él? Eso la hizo concluir con rapidez, alguien así de tonto solo podía ser Korra no ningún espejismo o ilusión. Espíritus, Korra, era su Korra ¡Él estaba ahí! ¡Estaba de vuelta! Ella trastabilló con la mesa, tirando en ese tropezón algunas de sus herramientas al suelo y luego al por fin poder reaccionar salió corriendo hacía el Alfa para abrazarlo. Debía tocarlo, asegurarse de que era real, apretarlo con fuerza y si fuera posible, besarlo-

La Bestia del SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora