La Bestia del Sur

Las leyendas nunca mueren.

-Amor... -Llamó ella con delicadeza a su esposo dormido en el suelo tocando su mejilla con Naga a un lado, no lo entendía ¿Qué hacía Korra ahí? Era ilógico de pensar cuando el semental había podido descansar en la cama de ambos a su lado hasta la mañana y ella despertar junto a su Alfa como siempre había querido luego de aparearse, pero recurrentemente el lobo se lo negaba, mezquindad que le empezaba a molestar y preocupar. Ella había sido informada al levantarse y preguntar por su prófugo marido que él había amanecido en su oficina luego de volverla un desastre, gritando y peleando con la oscuridad de la noche con su espada desenvainada volviendo añicos todo y aterrorizando a los guardias con sus gruñidos a las afueras después de bajar de su habitación hasta aparentemente quedarse dormido ¿Qué estaba ocurriendo con Korra? Tener esas paranoias y destruir todo a su paso sin enemigos presentes no era el comportamiento de alguien cuerdo, su Alfa continuaba actuando raro y aunque quisiera negarlo ella creía saber el por qué de toda la situación desde antes, parte de la razón oculta que su esposo callaba y lo estaba llevando a actuar como un loco-

-¿Asami? -Él abrió los ojos y trato de enfocar a su amada, olía como su hembra, debía ser su mujer, hasta confirmar que era su Omega- Hola... Sami ¿Todo bien? -Preguntó él al ver preocupación en la mirada de Asami-

-Eso te pregunto yo a ti Korra, mira en la condición en la que estás, tienes un palacio y una cama matrimonial para ti pero decides que es mejor dormir en el gélido suelo de tu oficina que junto a mí ¿Tan mala esposa estoy siendo para ti? -Además su Alfa apestaba a alcohol-

-No digas eso, eres la mejor. Tan solo son cosas mías, no le prestes atención. -Quiso él excusarse, no recordaba mucho de lo ocurrido en su oficina la noche anterior, debía evitar volver a ligar ron con hidromiel pero ¿Una esposa deficiente Asami? Eso nunca, el imperfecto ahí era él, sin embargo no podía confesarle que siempre huía de ella luego de estar juntos en el lecho para evitar lastimarla en alguno de sus brotes de violencia postraumática-

-Debo, me duele despertar sola, escuchar que actúas agresivo y que tu almizcle huela al de un Alfa borracho, ese no eres tú Korra. -Su esposo debía darse cuenta, no era reproche, se trataba de hacerlo consciente que no estaba actuando como un espécimen digno de admiración de su esposa o de nadie dentro de la casa, todos habían estado asustados de ir a interrumpir el sueño del Señor de los Lobos aunque sus caras circunspectas lo hubiesen tratado de ocultar hasta que ella despertó y se dirigió a hacerlo- Y ésta vez no vas a negarlo, te alcoholizaste.

-Lo siento, tienes razón, es probable que me haya pasado con la bebida. -Korra sonrió avergonzado- Luego de que te dormiste recordé que debía hacer algo en mi oficina, bajé pero tuve sed y me embriague. -Mintió él- Lo que ingerí con los piratas pudo haber influido en hacerlo más rápido para mi.

-Parece que aún sigo dejándote con bastante energía. -Porque mientras ella había terminado noqueada en la cama su Alfa había acabado con más de media oficina a golpes y cortes de su espada, agradecía en silencio que ninguno de los guardias o servidumbre había terminado inmiscuido, pero en parte sabía que Korra a pesar de su posible delirio no podía llegar a ese punto, su esposo nunca lastimaría a inocentes, quería creer y tener certeza de por vida que así era ¿Cierto? Por lo que, seguir haciendo hincapié de lo sucedido y la fachada en la que había terminado el alrededor estaba de sobra, había algo que era más importante- Korra, cual sea el trauma que estés pasando vamos a platicar...

-Yo no tengo ningún trauma, eso es para débiles y cobardes, es... Simplemente me gusta estar conmigo mismo de vez en cuando.

-¿Destrozando tu casa Korra? -Ella volvió a hacer claro lo evidente dado a la terquedad de su esposo. La servidumbre empezó a recoger todo y una de las empleadas se acercó para entregar un paño limpio húmedo y enjuague de boca a Korra con los que él se aseo estando aún sentado en el suelo, aprovechando la brecha para consentir un poco a su loba blanca y que Naga dejara la oficina en busca de comida-