Capítulo 31

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AYLA QUISIERA DECIR QUE NO PUDO DORMIR, QUE EL MIEDO LA MANTUVO DESPIERTA, que era vagamente consciente de cómo trasladaban su cuerpo mientras ella pretendía estar dormida, pero sería mentira, porque lo que sea que habían puesto en su bebida (esta...

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AYLA QUISIERA DECIR QUE NO PUDO DORMIR, QUE EL MIEDO LA MANTUVO DESPIERTA, que era vagamente consciente de cómo trasladaban su cuerpo mientras ella pretendía estar dormida, pero sería mentira, porque lo que sea que habían puesto en su bebida (estaba segura de no haberse desmayado de forma natural) la había golpeado con fuerza. Se preguntó qué droga le pudieron dar que la había hecho quedar inconsciente con tanta rapidez, pues no había tenido tiempo siquiera de sentirse cansada antes de caer. Solo después de recordar a William tambalearse también, reunió la fuerza de voluntad suficiente para obligarse a despertar por completo.

La luz le hizo cerrar sus ojos nuevamente en primera instancia, pero se obligó a adaptarse con rapidez, decidida a no desperdiciar más tiempo, se sentó.

Ella estaba acostada en una cama, en una habitación de aspecto antiguo, había un aroma allí, como a algo rancio y viejo, como a atrapado en el pasado, así se sentía aquel sitio, y como si eso no la asustara lo suficiente, la vio.

Su porte no podía ser descrito con otra palabra que no fuese "regio". Estaba sentada de piernas cruzadas en una silla frente a la cama, su espalda estaba completamente recta, como si tuviera atado un palo a esta. Saludó a Ayla con un ademán que le permitió apreciar sus uñas, largas y afiladas, como garras. No necesitó detallar también en su piel blanca e impoluta, en su cabello más negro que el hollín, ni en sus afilados colmillos de un blanco perlado, no necesitó eso para reconocerla, pues las descripciones que ya le habían dado antes habían sido suficiente para sentir que la había visto antes, para reconocerla de inmediato y con solo un vistazo.

—Katherine —susurró.

—Ha pasado un tiempo desde que escuché ese nombre —dijo ella, con alegría—. Mi gente no me suele llamar por mi nombre, es una cuestión de respeto, pero estoy dispuesta a permitir que me llames así.

— ¿Esperas que te agradezca por eso? —preguntó Ayla, con cinismo.

—No te preocupes, eso no será necesario —dijo Katherine, descruzando sus piernas y poniéndose de pie con elegancia.

— ¿Y William? —preguntó Ayla.

—Suficientemente lejos para no dar problemas, suficientemente cerca como para poder matarlo en un parpadeo, suficientemente herido para no escapar y suficientemente bien para sobrevivir.

Ayla apretó los puños, se deslizó rápidamente para ponerse de pie, pero una vez parada, su cabeza punzó de dolor y vio borroso por un instante.

—Mierda —masculló.

—Deberías tener más cuidado, te dieron un sedante extremadamente fuerte, en realidad me preocupó por un instante que la dosis que te dieron te asesinara, pero ¡parece que eres un hueso difícil de roer! —exclamó, con diversión— ¿Entendiste la referencia? Por eso de hueso, ya ves, andas con un lobo, o sea un perro grande, ¿entiendes? Perro y hueso...

La Maldición de la Luna  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora