Capítulo 14

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EN OTRA SITUACIÓN, AYLA SEGURAMENTE ESTARÍA AHOGADA EN PURO ARREPENTIMIENTO, sin embargo, sus padres acababan de morir y la persona en quien más confiaba sabía que sucedería y no se lo dijo así que de algún modo sentía que arrepentirse estaba en e...

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EN OTRA SITUACIÓN, AYLA SEGURAMENTE ESTARÍA AHOGADA EN PURO ARREPENTIMIENTO, sin embargo, sus padres acababan de morir y la persona en quien más confiaba sabía que sucedería y no se lo dijo así que de algún modo sentía que arrepentirse estaba en el último lugar en su extensa y aparentemente interminable lista de pendientes. Cuando despertó la mañana siguiente decidió no darse el tiempo para arrepentirse de aquello que había acontecido, de las decisiones que cualquiera podría haber tomado en su situación.

No había evidencia alguna de que en la habitación hubiera sucedido algo remotamente fuera de lo usual pues al despertar en la mañana, Ayla encontró el lado donde William dormía completamente vacío como de costumbre, y no pudo evitar desear que las circunstancias ocurridas en la oscuridad de la noche sí representaran un cambio pues no se sentía preparada para seguir despertando y desayunando sola cada mañana y yéndose sola a dormir por las noches.

Era extraño el modo en el que todo había cambiado de la noche a la mañana, pues su experiencia anterior le había dejado como una secuela posiblemente permanente un extraño anhelo de la compañía de William, un anhelo de observar su frío mirar y de volver a besar sus cálidos labios.

Había tantas cosas que Ayla deseaba en aquel momento, olvidar nuevamente esa oscura nube que oprimía su corazón constantemente tras la muerte de sus padres, ser capaz de dejar atrás ese enojo hacia Eleonor que no hacía más que lastimarla últimamente, pero contrario a lo que muchos pudieran pensar, ella no deseaba que William fuera un humano común y corriente, por algún motivo, ella no podía desear que algo en él fuera diferente, William era quien era y ella estaba bien con eso.

Como cada mañana, se encaminó al comedor donde seguro ya habría un gigantesco menú digno de un rey, tanta comida que serviría para alimentar un pequeño pueblo completo, esa comida estaba esperando por ella con el propósito de hacerla sentir mal por ser incapaz de comer demasiado y por hacer que se desperdiciara comida. El comedor era largo y amplio, con capacidad para ocho personas aunque probablemente podrían sentarse más si se agregaban algunas sillas adicionales, la primera mañana que desayunó allí descubrió que su sitio era en una de las cabeceras de la mesa, en el extremo derecho, aprendió, pues las mujeres que servían la comida siempre colocaban su plato y utensilios en ese sitio.

Para sorpresa de Ayla, esa mañana el comedor no estaba vacío aunque aún era silencioso.

En la cabecera de la mesa, del lado opuesto al que solía ser el sitio de Ayla, estaba sentado William, y justo en la silla al lado de la que le pertenecía a Ayla estaba sentada Allison, notó con curiosidad que Allison se había sentado lo más alejada posible de William sin ocupar el sitio de Ayla.

—Buenos días —saludó Ayla con cortesía, tomando asiento, tratando de ocultar su sorpresa.

Allison observó a Ayla, analizándola con la mirada pero con una ligera sonrisa y Ayla no podría haberse sentido nunca más incómoda, o eso creyó hasta que descubrió la mirada de William posada sobre si y se encontró recordando cada instante de su larga noche juntos pero contrario a lo que él podría haber esperado, ella no se sonrojó o se sintió avergonzada al respecto pues no tenía por qué, ellos eran adultos y podían tomar sus decisiones.

La Maldición de la Luna  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora