Capítulo 34

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ALLISON ENTREGÓ A AYLA LA CAJA QUE HABÍA ESTADO SOSTENIENDO CON CUIDADO

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ALLISON ENTREGÓ A AYLA LA CAJA QUE HABÍA ESTADO SOSTENIENDO CON CUIDADO. Ayla dejó la caja sobre la cama y se inclinó para abrirla, sonaron unos tenues chasquidos al abrir el cerrojo y ella no pudo evitar mirar a Allison con escepticismo.

— ¿Es...?

—Es una pistola, sí. William la hizo fabricar especialmente para ti, antes de que nos fuéramos a México. Dispara balas de madera, como pequeñas estacas. Si el mito del vampiro está realmente inspirado en Katherine, entonces esperamos que eso ayude a matar a su ejército.

—Nunca he usado un arma, jamás. Me hago una idea de cómo sostenerla por programas de televisión, pero ni siquiera sé si tengo puntería.

—No importa. Katherine viene en camino, William es amigo de un alfa de una manada al sur, su amigo le avisó hace un rato que habían pasado por ahí, como era de esperar dejaron un rastro de destrucción y muerte tras ellos. Estamos seguros de que son suficientes como para que, si fallas al disparar, puedas darle a algún otro sin problema.

— ¿Cuántos son?

— ¿Decírtelo te haría sentir mejor o peor?

—Probablemente peor —admitió Ayla, frustrada con su propia curiosidad morbosa.

—Son alrededor de cien —respondió Allison, entonces, tomando el arma de la caja y extendiéndola hacia Ayla para que la tomara por la empuñadura y no tuviera la ocurrencia de sujetar el cañón.

Ayla parpadeó, consternada.

—Creí que querrías hacerme sentir mejor.

—Al contrario, quiero hacerte sentir tan mal como sea posible, quiero que tengas tanto miedo que te rehúses a salir, y quizá así podamos centrarnos en matar a los malditos vampiros y no en protegerte.

— ¿Crees que no tengo miedo? —preguntó Ayla, enojada—. El miedo me está matando, tiemblo como la gelatina de la película de Hotel Transilvania, hago chistes idiotas porque no sé qué más hacer. Sé que soy inútil para ustedes, no tengo garras ni colmillos, no tengo fuerza ni velocidad, no tengo magia ni me transformo en lobo. Soy solo el maldito premio por el que se disputan, pero justo por eso soy la única que puede matarla. Estoy embarazada, ¿sabes? Y no querría nada tanto como no arriesgar a mi bebé, pero nunca a costa de tu vida, la de William y la de toda la manada.

Allison la miró, inmutable, era evidente que no estaba en absoluto de acuerdo pero que era tan consciente como Ayla de que ya se les había acabado el tiempo.

—Te enseñaré a usar esa cosa —dijo Allison, al final.

Ayla parpadeó, y cuando Allison puso su mano alrededor de la de ella, luchó por no mostrar lo mucho que temblaba.


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La Maldición de la Luna  [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora