Capítulo 9

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Rafael no esperó una invitación para entrar en la casa

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Rafael no esperó una invitación para entrar en la casa. Un instante después de percibirlo fuera, lo tuvimos delante de nosotros en la cocina. El ángel echó un largo vistazo crítico al lugar, con un claro desprecio por lo que hacían los humanos en su vida diaria. Alguna vez había sido así de petulante, lo tenía que reconocer. Podía sentir la furia de Luna creciendo con cada segundo que pasaba. Si no tenía cuidado, se lanzaría sobre el arcángel sin temor alguno a su rango. Así era ella y nunca cambiaría.

—No sé qué diablos les hace creer a ciertas criaturas que son bienvenidas a mi casa —espetó ella, no pudiendo soportarlo más.

—En el reino de mi padre no hay lugar al que no tenga derecho a entrar.

—Pues es mi maldita casa y yo digo que no quiero que estés aquí.

—¿A qué has venido, Rafael? —interrumpí antes de que fuese peor.

Mi hermano me miró con suspicacia y sonrió con discreción mientras ignoraba las palabras de Luna.

—He recibido cierto mensaje de tu parte —dijo—. Con cierto mensajero algo magullado.

—No lo hubieras enviado si querías conservarlo en buen estado.

—No ordené el ataque a tu humana —aseguró, atragantándose con la manera en que la había llamado—. Pero tú mandaste a ese novato para avisarme de que cargarías contra los ejércitos de nuestro padre si fuese necesario.

—Lo sostengo.

Rafael dejó escapar una risita irónica mientras se desplazaba por la cocina con los brazos detrás de la espalda y las plumas de sus alas erectas. Una señal de que no se sentía seguro allí. Estaba listo para cualquier cosa, así como lo estábamos Sam y yo. 

—Tienes suerte, Azazyel —comentó mientras yo fruncía el ceño, confuso—. Suerte de que Miguel se ha tomado unas pequeñas vacaciones. Si llega hasta sus oídos la amenaza que has proferido contra tu propia especie, te verás en serios problemas.

—Miguel me tiene sin cuidado. Todo estaba bien hasta que ustedes decidieron que molestar a Luna sería un buen entretenimiento. No lo toleraré.

—Eres un maldito desagradecido. Nuestro padre consiente en perdonarte por tus pecados, algo demasiado extravagante en nuestra especie, ¿y qué haces tú? Repites tus errores y te fo...

—¡Ten mucho cuidado con lo que dices sobre nosotros! —amenazó Luna, sin miedo a nada— Y cómo lo dices.

Luna lucía sonrojada, pero no porque le provocase vergüenza lo que él había estado a punto de decir. Le molestaba la intromisión en nuestros asuntos privados, y la forma en que Rafael lo planteaba. Comprensible.

—No creas que voy a retroceder ante tu insolencia, humana —tronó Rafael—. No soy como esos demonios a los que pareces dominar como juguetes.

—Esos demonios son más honorables que tus malditos soldados celestiales. ¿Ustedes se hacen llamar ángeles? No son más que unas bestias crueles con plumas blancas.

Un ángel en problemas [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora