Luna durmió por más de nueve horas seguidas. Era de noche cuando abrió sus ojos y sentí que el alivio me aligeraba el peso que cargaba mi consciencia. Sam se había quedado con nosotros, y ambos habíamos llegado a la conclusión de que nada turbio había sucedido. El problema radicaba en el hecho de que una humana era demasiado débil para soportar el crecimiento de dos ángeles dentro de sí. Estaba drenando su energía de manera peligrosa.
Luna nos confesó que se estaba refrescando el rostro frente al espejo cuando un destello de luz la hizo marearse. Después de eso todo se volvió negro y perdió el conocimiento. Sonaba extraño, pero debido a que no encontramos ni rastro de ningún emplumado, decidimos creer que no tenían nada que ver. Eso nos dejaba solamente a la teoría de su agotamiento. Después de pasar toda la mañana recorriendo las tiendas de bebés, no era de extrañar que se sintiera cansada. Ella necesitaría cada gota de su fuerza para resistir, por lo que le pedí que considerase ausentarse del trabajo por unos días. No le gustó, pero entendió que era lo que debía hacer.
—He estado mirando estas cajas de jugo —comentó Sam, leyendo la etiquete del envase—. Tienen un alto contenido de azúcar. Y eso significa energía.
—¿A dónde quieres llegar? —pregunté.
—Creo que al comienzo del embarazo fueron suficientes para ayudarla con el gasto extra, pero ahora que los bebés están creciendo...No es suficiente.
—Entonces tomaré muchas más.
¿Más de las cuarenta y tantas que ya se tomaba al día? No era posible. Mi mirada de reproche debió darle una pista sobre mi opinión al respecto, porque no lo mencionó más. Luna se acomodó sobre las sábanas y alisó la manta que la cubría, simulando ser una niña bien portada. Sam soltó una risita y se dejó caer sobre el asiento cercano a la ventana.
—He estado pensando... —comenzó a decir Luna cuando un ruido proveniente de la cocina le hizo alarmarse.
El hedor a demonio llegó hasta mi nariz y la arrugué de inmediato, a manera de reflejo. Podía acostumbrarme a sus excéntricas personalidades, pero jamás a su olor. Lux llamaba a Luna a gritos. El maldito no entendía las cosas por mucho detalle que pusiera en mis explicaciones. Llegaba a ser divertido algunas veces. El pecado entró en la habitación después de que ella le indicara con su voz el camino correcto, ignorando mi expresión molesta. Detrás de Lujuria, la Gula y la Envidia hicieron sus entradas triunfales.
—Esperamos no importunar —comentó Lux, sonriendo con sorna.
—Esperas demasiado —le contesté, logrando que Sam volviera a reírse.
—Me alegra que estén aquí —declaró Luna—. Quiero que me ayuden a escoger el nombre de los niños.
—¡¿Qué?! —espeté, sorprendido y nada feliz— Ninguno de estos pecados va a escoger nada. Eso es algo solo nuestro, lo leí en ese libro de bebés.
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Un ángel en problemas [II]
Humor¿Qué es peor que una humana loca y un ángel caído, juntos? Esperen, no contesten eso. Ya me hago una idea. *** Si tres años atrás me hubiesen dicho que estaría viviendo con una humana y feliz con ello, me hubiera re...