Capítulo 4

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—Tengo dos noticias —dijo Sam—

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—Tengo dos noticias —dijo Sam—. Una mala y una buena.

Por supuesto. No podía ser de otra manera. No podría haber dos noticias buenas, porque eso sería mucho para mí. Comenzaba a pensar que mi padre estaba molesto conmigo y que por eso me pasaban ese tipo de cosas. Qué absurdo. Era un modelo del buen comportamiento.

—Siempre —comentó Luna, sarcástica—. Quiero la mala primero.

Al menos no estaba lanzándome maldiciones en silencio. O llorando. Que llorara era mucho peor. Podía tolerar sus gritos que incluso lograban divertirme. Pero las pocas veces que las lágrimas mojaban su rostro, eran el verdadero terror. Esperaba que durante ese período no se pusiera muy sensible.

—La mala es que no existe ningún método efectivo para interrumpir este embarazo. El nefilim va a nacer, lo quieran o no.

No era posible. Debía haber algún modo de salvarla. No podía pensar en que ella no estuviese a mi lado. Luna frunció el ceño, dirigiendo una mirada terrible a Sam y reservando lo peor para mí.

—¿Quién dijo que no lo quería? —preguntó, con un tono bajo y amenazante.

—No, yo es que... —balbuceó Sam, incómodo—. Pensé que... Como te habías encerrado en el baño a llorar después de enterarte. Y luego seguías llorando...

—Sam, no tengo idea de cómo se puede matar a un ángel, pero estaré feliz de investigarlo. Solo por ti.

—Siempre tan amable, pastelito de canela. Pero no te molestes, gracias.

Sonreí notando el nerviosismo de Sam. Luna podía llegar a ser intimidante a pesar de ser una humana.

—Nadie dijo que no lo querías —Me apresuré a aclarar con una sonrisa, previendo el ataque de furia de la pelirroja.

—Sé que tú lo odias, lo has dejado claro hoy. Pero yo puedo cuidar de mi hijo sola.

Torcí la mirada y chasqueé los labios con incredulidad. Quería ver cómo se las arreglaba para manejar un bicho de proporciones titánicas. Eso en el milagroso caso de que sobreviviera, pensé melancólico. Luego recordé a la chica que había sido cuando nos conocimos, era una completa ironía de la vida lo mucho que habíamos cambiado. En ese entonces ella no podía cuidarse a sí misma, imposible cuidar de otro ser vivo. Para mi mala suerte, Luna me había estado mirando y captó mi burla de manera errónea.

—Puedo hacerlo sola, así que puedes marcharte de mi casa.

—Luna, no empieces. Ya te dije que ni siquiera es un bebé. ¡Es una... cosa!

—¿Cómo lo sabes? —me gritó— ¿Alguna vez has visto alguno? ¿Cómo pueden identificarlos? ¿Los reconoces en la calle y les dices: "hola, abominación"?

—No —dudó Sam—. Nunca he visto uno —hizo una pausa y me miró, continuando tras mi negativa—. Supongo que los ángeles los han eliminado a todos.

Un ángel en problemas [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora