Capítulo 13

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Por sugerencia de su madre, recosté a Luna en la cama que ocupó cuando era una niña

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Por sugerencia de su madre, recosté a Luna en la cama que ocupó cuando era una niña. Su habitación transmitía aún el aura de una adolescente rebelde. Sariel debió pasar momentos difíciles con ella. No le envidiaba eso. Si nuestros bebés llegaran a ser dos niñas, tendrían toda la eternidad para atormentarme. En ese momento me di cuenta de que, si tuviese dos hijas, ellas querrían tener novio. Qué horror. Comprendí por qué los padres, humanos o no, odiaban a los pretendientes. Ninguna hija mía tendría a un maldito como yo a su alrededor. Me aseguraría de ello. Me estaba llenando de promesas de venganza si algo así ocurría cuando Luna recobró poco a poco el conocimiento. El día había sido muy agotador y ni siquiera había comido nada.

Sariel se levantó del asiento de color rosa en que se había sentado. De acuerdo con sus palabras, no confiaba en mí para cuidar de su hija. Lo cierto era que no me había quitado el ojo un solo segundo. Se volvía más incómodo según pasaban los minutos. Nos vimos obligados a hablar, lo que fue una tortura para ambos. El arcángel tenía mucha curiosidad sobre la manera en que nos habíamos conocido. Así que le conté nuestra historia, desde el momento en que me había invocado, el desastre en su cocina, las clases culinarias, y la traición de Ramuel.

—Debían estar al corriente de que Luna era mi hija —señaló Sariel—. La cantidad de energía vital necesaria para invocar a un ángel de esa manera, sin que pudieras negarte... ningún humano corriente puede soportar eso. Rafael sabía. Nuestro padre sabía.

Al principio no dije nada. Lo estaba pensando, y terminé por confiar en su teoría. Recordé que en su momento pensé en Luna como en una poderosa hechicera, por haberme vinculado a ella de manera que tuviese que protegerla. Los culpables de aquella trampa debían ser conscientes de su origen híbrido. Maldije para mis adentros.

—Supongo que no contaban con esta complicación.

—No, por supuesto que no. ¿Y si lograste tu perdón, por qué aún tienes alas negras?

—¿No es obvio? Amé a la humana, esa era mi prueba —sonreí, mirando a Luna respirar acompasadamente—. El problema era mi manera de amar. No estaba dispuesto a abandonarla y eso no les gustó.

—Te quedaste con ella aún cuando te dijeron que no entrarías nunca más al cielo.

Asentí, notando la manera en que Sariel se quedaba pensativo. Quizás reflexionando sobre su propia historia con la madre de Luna. El siguiente punto en nuestra conversación fueron las visitas de Rafael, Gabriel y Miguel. El padre de Luna no estaba muy feliz sabiendo que tres arcángeles habían conocido a su hija y ninguno lo había mencionado. Creía con firmeza que todo era un complot contra él. Vaya un tipo egocéntrico.

—Entonces... —comencé a decir— Luna es un nefilim.

—Ella y Lucas —confirmó después de un suspiro resignado—. Los dos mejores sustos que he pasado en mi vida. Ninguno de los dos desarrolló ninguna habilidad celestial, por suerte.

Un ángel en problemas [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora